Re-visión etnohistórica de la danza de las turas de los aymanes (II)

Re-visar el origen de nuestras raíces, para re-conocer y re-encontrar nuestra identidad étnica, en el Territorio de las Turas de los Ayamanes.

 

"Yo era un búho más sobre la tierra

Un condenado de la historia

Hasta el día que vinieron a mí los viejos coágulos

de aquellas sombras y me persuadí de estas cosas".

Gustavo Pereira/Carta de (des)identidad/Historia del Paraíso.

Comienzo esta nueva entrega, haciendo un somero, pero necesario recorrido histórico sobre el pueblo Ayamán, del que se denota una carencia de profundidad historiográfica, por parte de los cronistas de la época de la Conquista y la Colonia, en cuanto a sus orígenes y su actuación histórica. Lo poco que se sabe de este pueblo originario, es lo descrito por el conquistador Nicolás Federman, representante de la casa de los Welser de Alemania, quien en su diario, durante el paso por este vasto territorio, que recorre saliendo desde Coro el 12 de septiembre de 1530, hasta Itabana (hoy Estado Cojedes) el 31 de enero de 1531.

En el trayecto de esta criminal incursión invasora, Federmann describe a los habitantes del pueblo Ayamán, mediante un cuadro de inferioridad: los cataloga de "enanos", cuando en verdad no lo eran, como tampoco lo son hoy sus descendientes. De igual manera los trata de caníbales, cuando escribe en su diario al referirse a la Nación Jirajara, vecina de la Nación Ayamán, que también los trata como muy pobres, por no haber minas de oro en esa nación. Así lo relata:

"Esta Nación no posee sin embargo mucho oro, ni hay minas en las tierras que ocupan, ni comercio con las naciones vecinas, pues cada una de las que habitan es enemiga de la otra y comen todas carne humana, devorando aquel de quien puedan apoderarse o a quien puedan aprisionar". (Historia Indiana Pág., 170).

Aquí voy a hacer una reflexión necesaria, ya que del canibalismo en los pueblos originarios y fundamentalmente en lo que se refiere al pueblo Ayamán, aún no existen pruebas de suficiente veracidad, fue más bien una treta de los conquistadores, para justificar el exterminio de los pueblos originarios, porque con este cuadro descriptivo de des-calificación, por parte de este conquistador teutón, era suficiente para aniquilarlos y apartar a los aguerridos aborígenes, de su camino de conquista, al tratarlos de inferiores cuando escribe más adelante: "no pudimos servirnos de esta gente debido a su pequeña talla, aunque los hubiéramos necesitado urgentemente, (…) Les hice bautizar y decirles, (…) todo lo que favorece la paz". (Ibídem Pág. 178).

Con estos nocivos epítetos describe Federmann a nuestros ancestros Ayamanes: caníbales, pobres y enanos no aptos para la carga, y a la vez dice, de la manera más hostil: Les hice bautizar y decirles, (…) todo lo que favorece la paz"… ¿Y de cual paz les hablaba, ese salteador de pueblos?, si lo que les estaba imponiendo era la guerra de exterminio. Aquí, ese infame invasor alemán, desencadena la más perversa e ignominiosa de las mentiras, para justificar el sometimiento y aniquilamiento de aquel pueblo, al tacharlo de caníbal, sin prueba alguna. Pues la mentira ha sido una de las más antiguas estrategias de dominación que aún hoy prevalece y ahora, este mismo método de supremacía y dominio, es utilizado por el Imperio de los Estados Unidos de Norteamérica, que sigue aplicando a los pueblos, declarándoles la guerra de rapiña y exterminio, para robarles sus riquezas, con las mismas características de violencia y opresión aplicada a los pueblos originarios desde hace más de quinientos años. Veamos parte de la narración de Nicolás Federman en su diario denominado "Historia Indiana", donde describe su paso por el territorio de las comunidades Ayamanes, donde podemos darnos cuenta de la existencia de este pueblo, y cómo fue masacrado y saqueado desde los inicios de la conquista en Venezuela y los largos años del transitar colonialista, hasta la paulatina y sistemática extinción, cuando en su diario escribe:

" Habiendo encontrado al amanecer del tercer día una aldea de seis a ocho casas, que es la primera de esta nación de los Ayamanes, la asaltamos por temor de que huyeran, (…) (pág. 171) (…) De este pueblo partí el veintisiete de septiembre del año etc., treinta, dos horas antes del alba, y a dos millas de distancia desde allí, encontramos un pueblo o aldea donde, según nos comunicaron, vivía un rico cacique o señor de la tierra, a quien pensábamos asaltar y atraerlo a nuestra amistad como lo hicimos con otros.

Llegamos frente al pueblo o población y no suponiendo otra cosa sino que el cacique o señor vivía allí con los suyos, despreocupado de nosotros, envié algunos de a caballo y a pie, (…) para que a la distancia de una carrera de caballo, hablasen con el cacique y si no podían hacerlo por las buenas, trataren de detenerlo por la fuerza, pues yo estaría con ellos apenas comenzasen hacerlo. Pero cuando los enviados se aproximaron al pueblo o aldea, no encontraron allí ni a un solo hombre, (…) Sin embargo, acampamos en este pueblo, ya que encontramos allí en abundancia maíz, yuca, batata, ahuyama, especies (…) (pág. 172)

En el contenido de estos párrafos podemos observar la presencia del pueblo indígena Ayamán, guerrero, dispuesto a defender sus pertenencias, al rechazar la invasión, lo que podemos deducir que era un pueblo organizado militarmente "capaz de movilizar seiscientos guerreros en corto tiempo", como lo refiere el mismo Federman. De igual manera se puede observar un pueblo productor basado en la economía agrícola, y por la parte de los invasores, vemos un ejército de bandoleros prepotentes, con una posición de guerra de rapiña, que se dispone imponerse por la fuerza ante el pueblo Ayamán, para adueñarse de sus pertenencias naturales, y aún de los habitantes para esclavizarlos, como en efecto sucedió, como lo vemos en siguiente declaración de este conquistador:

(…) Después de permanecer dos horas en este pueblo o población (…) nos reunimos en junta (para decidir) el modo de lograr adueñarnos de los naturales o habitantes. De pronto, en una altura frente a nosotros, vimos y oímos un gran número de indios que estimamos unos seiscientos, lanzando grandes gritos, soplando con unos cuernos, como acostumbran hacer en la guerra, y disparando flechas sobre nosotros durante un cuarto de hora más o menos. Hice ocupar en seguida la altura con cerca de veinte hombres de a pie, bien adiestrados y entendidos, para que examinaran la región. Por ellos supe que habían visto cerca de treinta pueblos o aldeas situadas a nuestro alrededor, tres de las cuales habían sido incendiadas y ardían, incendio provocado por ellos mismos. (Pág. 173) (…) y envié a tres indios (…) para que les notificasen la causa de nuestra venida y le dijesen que si llegaban a donde yo estaba y nos trataban como amigos, les perdonaría lo pasado y les recibiría como tales y yo también sería amigo suyo (…) en caso contrario, si rehusaban la amistad ofrecida, los perseguiría, desbarataría y quemaría sus tierras y campos, los aprisionaría a ellos, a sus mujeres y niños, los consideraría y los trataría como esclavos o gente destinada a la venta, (pág. 174).

Esta fue la declaración de guerra abierta y decidida en contra de un pueblo pacífico y hospitalario, como lo vemos más adelante, que por años y más, soportaron las comunidades Ayamanes, que por desgracia, fue este, el territorio de transito escogido por los conquistadores, para realizar todas las marchas y contramarchas, en las incursiones de guerra de conquista, realizadas en el territorio de Venezuela y tráfico de toda índoles de invasores: ladrones y criminales, hacia los territorio de la hoy República de Colombia. Así lo relata Federman:

Fui de un pueblo a otro pueblo, acompañado de muchos indios que nos servían para abrir caminos y para otras necesidades, (p. 175)… El primero de octubre del año etc., (sic) treinta llegué tarde al borde de la orilla de un río llamado Tocuio (sic) y es grande y profundo (pág. 176). Al día siguiente, tres de octubre del año etc., treinta, emprendimos el viaje y llegamos a un pueblo o aldea. Fuimos bien recibidos por los habitantes, que también pertenecían a la nación de los Ayamanes, (…) Allí encontré aprovisionamiento suficiente y buenos informes y permanecí todo el día de la mañana siguiente en que a eso de las ocho, comencé mi viaje hacia la montaña de los Ayamanes. (…) pues aquí comienza el territorio que habitan los enanos que, viven aislados que viven sin mezclarse con otros pueblos (…) Habiendo recorrido cerca de una milla y llegando al pie de una áspera montaña donde era difícil y peligroso llevar caballos, decidí desistir (del viaje), (…) envié un capitán con treinta hombres a pié y bien apertrechados. Allí esperé hasta el siguiente, que fue el cinco de octubre. Llegaron tarde por la noche y trajeron unas ciento cincuenta personas hombres y mujeres, que habían capturado al asaltar un pueblo distante cinco millas de donde estábamos, pues los habitantes se habían defendido, negándose a venir a visitarme voluntariamente, En la refriega murieron muchos, y también algunos cristianos resultaron heridos. Los indios eran todos de pequeña estatura y, como ya me habían dicho, no se habían mezclado con otras naciones. (Págs. 176, 177 y 178).

Según el historiador R.D. Silva Uzcátegui en su obra "Enciclopedia del Estado Lara", dice que este primer encuentro bélico entre guerreros originarios Ayamanes y conquistadores europeos realizado en el hoy territorio del Estado Lara, es posible que haya sido en las montañas de Parupano, que se encuentran ubicadas entre las hoy parroquias Siquisique, San Miguel y Moroturo.

También vemos cómo este mismo conquistador destaca la conducta hospitalaria de los pobladores Ayamanes cuando escribe:

En el pueblo o aldea Carohana* encontré buen alojamiento y amistad, (…) Estuvimos allí dos días, hasta el siete de octubre, pues encontramos mucha y buena caza, especialmente de venados y dantas, de los que había gran abundancia. (Pág. 179) Por esta nación viajé todavía unos cinco días, siendo bien recibido por los indios o naturales, (pág. 180) Es un pueblo enemigo de los pueblos vecinos, no viajan lejos, y ninguna nación necesita los términos de otra ni el dominio sobre ella. Así llegamos, el doce de octubre, al último pueblo o aldea de la nación de los Ayamanes o enanos, donde comienza otra nación la de los Cayones que también son enemigos de la citada nación de los Ayamanes, y cuya amistad tuvimos que procurar o ganar de grado o por fuerza, etc.

Hasta aquí hemos visto las primeras noticias de la existencia del pueblo Ayamán; hasta 90 años después, cuando encontramos las informaciones de la fundación de los Pueblos de Indios en la Región de Carora, que se refiere a las órdenes dadas en el mes de agosto de 1620, por el Gobernador y Capitán General de la provincia de Venezuela, Francisco de la Hoz Berrío y encomendada a los curas doctrineros, con la finalidad de reducir a los aborígenes que estaban dispersos en este vasto Territorio Ayamán, huyendo de las atrocidades de los colonizadores europeos, veamos como lo apunta Luis J. Salazar en su obra "Antropología de la Madre Tierra":

Debido a las extremas crueldades y tratamiento inmisericordes que los indígenas recibían de los colonizadores hispanos, las autoridades civiles con el concurso de los curas doctrineros prefiguraron varias instituciones para salvaguardarlos del exterminio cuya consecuencia era la creciente despoblación de los indios. Muchos de ellos se veían obligados a huir en defensa de su vida hacia tierras estériles e inhóspitas. -Y acota el autor- Esta práctica de protección al indio, no sólo tuvo la intención pura de protección y adelanto de la obra colonizadora reglamentada por la Corona, también era de orden económico. (pág. 102).

Esta fue la práctica constante, durante los largos años de la conquista y colonización en todo el territorio de Venezuela, del que no escapa el "Territorio de las Turas de los Ayamanes", convertido en corredor para el paso obligado de los conquistadores que diezmaban esta extensa región aborigen, donde también podemos apreciar la contraparte, que también afecta a la empresa conquistadora de los europeos, que a pesar de la superioridad de poder, armas desconocidas por los habitantes originarios, la presencia del caballo y los perros adiestrados para matar aborígenes, no fue tan fácil doblegar a estos indómitos seres, ubicados en la Región que hoy ocupan los estados Lara y Falcón, por lo que la misión invasora aupada por la Corona Española, ante tal resistencia hubo de exterminar impunemente a tan gallarda y valiente estirpe, para poder ejercer la usurpación total del territorio, sus riquezas, incluyendo la fuerza de trabajo del hombre y la mujer aborígen.

Cuando analizamos la situación de beligerancia que ocurría en toda esta región desde el año 1618, como lo expresa el periodista Antonio Roldán, (fallecido) cronista de Bobare, cuando escribe sobre la guerra aborigen, dirigida por la Guerrera Ana Soto o Ana Soli, leemos:

(…) cometieron los más espantosos crímenes, peores que las hornallas sangrientas de la conquista inicial para el sometimiento de los nativos asentados en aquella tierra feraz donde habían etnias pacíficas algunas y beligerantes otras. Allí en territorio gayón y cámago, hoy conocidas como tierras larenses, apareció "ANA SOTO" (1618) convertida en Cacica vengadora, la defensora de sus cursos de agua y su cultura, seguida por el cacique Pedro Monges, quien era su esposo y la temible india Leonor, sobrina de "ANA" forma a su alrededor más de 2.000 bravos defensores, valientes todos, y emprendieron bajo la tutela de la guerrera indomable, la continuación de la lucha abierta por extraordinarios caciques, como: Guaicaipuro, Tiuna, Terepaima, entre otros, que entregaron sus vidas por la defensa de la patria incipiente de entonces. (…) hostigaron durante 50 años a las terribles huestes extranjeras que pisoteaban y pillaron los caminos del territorio bobareño, caroreño, tocuyano, quiboreño, barquisimetano y coriano, atacando con gran astucia a las tropas invasoras. (pág, 3) Para entonces, las tropas foráneas, habían diezmado prácticamente las naciones indígenas quedando focos rezagados ocultos en bosques, cuevas y montañas para evitar correr con la suerte de sus hermanos de sangre. Aunado a esto las peleas entre tribus enemistadas y las enfermedades y los trabajos forzados a que eran sometidos por los españoles en minas, labores agrícolas, tratados como bestias de carga, liquidaron naciones enteras. (pág. 4)

Cincuenta años después de Ana Soto y sus guerreros gayones, haber iniciado aquella tenaz lucha de resistencia, resolvió el Rey nombrar al Lugarteniente del gobernador Capitán General de Barquisimeto, Francisco de Guinea y Mojica, defensor de los intereses de la Corona Española, como comisionado en 1668,

(…) para pacificar y castigar a los l valientes, "alzados" contra la voluntad de la opresora España. De allí que la acción de guerra envolvente, el vasallaje, reunió varias compañías prevenidas de armas, municiones y bastimentos suficientes, para lo que sería una larga guerra, como en realidad fue, puesto que durante cinco meses la intrépida jefe de los gayones ANA SOTO, junto al cacique Pedro Monges y la temible india Leonor, impusieron férrea resistencia (…) (pág. 5) La caballería apoyada por la artillería española subiendo a elevadas montañas, fue cercando, entre cerro y cerro, el campo de batalla, cerrando la retirada. Muchos lograron escapar (…) ANA SOTO, hasta agotársele las flechas se mantuvo firme, Ella y unos 200 combatientes, fueron capturados. (…) La mayoría de los 200 guerreros apresados recibieron lanzadas atravesando sus cuerpos ocasionándoles la muerte, formando pilones de cadáveres, Trozos de sus cuerpos eran colgados de las ramas de los árboles, mientras que la sublime ANA SOTO, la héroe de todos los tiempos, fue llevada a Barquisimeto donde fue empalada como terrible castigo por haber luchado por los derechos del pueblo. (pág. 6)

He recopilado estos párrafo del periodista y cronista bobareño, Germán Antonio Roldan, de su trabajo histórico titulado "ANA SOTO" INDÓMITA HEROÍNA DEL TERRITORIO GAYON, con la finalidad de resaltar los valores heroicos, de los habitantes originarios del territorio larense-falconiano, en una guerra de resistencia aborigen, que duró 50 años, en esta zona que involucra el Territorio de las Turas de los Ayamanes, de la que ya no recuerda nadie, y menos ha sido valorada, por los historiadores de la llamada "Historia Oficial", y que debemos estimar estudiar, dado la ferviente advocación de patria, demostrada por los hombres y mujeres de nuestros pueblos aborígenes, demostrando que no fue fácil la resistencia, frente al exterminio y dominación de nuestros naturales Ayamanes, jirajara, gayones, xaguas y demás pueblos que fueron arrasados por la ira conquistadora de las huestes europeas, que impunemente invadieron el territorio de Venezuela, donde bien podemos entender, dadas la circunstancias beligerantes del momento, que pudieron, en esta guerra de resistencia haberse confederado estos pueblos originarios, para enfrentar al invasor, tal vez, estuvieron en ese ejército indómito, comandado por Ana Soto, aparte de cámagos y gayones, también Ayamanes, jirajaras y xaguas.

En estos pasajes históricos, poco conocidos, también observamos que al inicio de esta rebelión aborigen, 1618, dos años después, 1620-1621, en plena resistencia de la guerra aborigen dirigida por la guerrera Ana Soto, tal vez por el asedio causado a los invasores, estos, encabezados por el encomendero, Procurador General y Capitán Francisco Cano Valera, y por orden del Capitán General de las provincias de Venezuela, Francisco de la Hoz Berrío, fueron trasladados desde los pueblos nativos, llamados desde su existencia precolombina como: Ayamanes, Siquisique, Churuguara, Moroturo, Mapararí y otros pueblos que comprende el Territorio de las Turas de Los Ayamanes y que fueron forzados a trasladarse, hasta las lejanas tierras del Valle de Sicare, a orillas del rio del mismo nombre, más allá de Carora, a más de doscientos kilómetros de donde se ubica hoy, la ciudad de Siquisique, que luego de ser "fundados", allí, los pueblos de Doctrina: San Miguel de los Ayamanes y San José de Siquisique, en tan extraño territorio para esto aborígenes, se fugan y vuelven a su tierras originarias, donde dos años después en 1623, son "refundados" por los españoles, los dos pueblos de Doctrina: San José de Siquisique y San Miguel de los Ayamanes, en los lugares donde hoy se encuentran.

Es importante recordar que estos pueblos ya existían desde tiempo ancestrales; lo que hicieron los representantes de la Corona Española: autoridades coloniales y doctrineros, fue reagrupar los reductos aborígenes que a duras penas quedaban, después del etnocidio, (consumado por los invasores), para reducirlos y utilizarlos como sirvientes y esclavizados, de los colonizadores españoles y criollos, cuyas "fundaciones" se hacían sobre los despojos de ancestrales comunidades originarias ya inexistentes. Veamos cómo lo explica Salazar:

Los indígenas que opusieron resistencia, cuyos patrones culturales eran distintos, no acostumbrados al sedentarismo y cuya preferencia era vivir distanciados de los españoles, se hizo necesario reducirles para que vivieran en población y se les declaró adscritos al pueblo que formaba parte. Con el paso del tiempo, se le llamó Corregimientos porque quedaron sometidos a la autoridad de un funcionario especial llamado Corregidor de Pueblos de Indios, magistrado que ejercía la jurisdicción real en su territorio, (…). (pág. 100).

Así fue como se fundó a SAN JOSÉ de Siquisique. Entiéndase bien: SAN JOSÉ, Pueblo de Doctrina, porque ya el pueblo de SIQUISIQUE existía, como pueblo aborigen y había sido exterminado y quedaba un reducto de estos, para la época que me refiero en este párrafo, pero también son capturados los habitantes del pueblo Ayaman, en el territorio de la hoy parroquia San Miguel del Municipio Urdaneta del Estado Lara, que son capturados por las autoridades coloniales y también trasladados al Valle de Sicare, donde es "fundado" originalmente por los españoles el pueblo de Doctrina San Miguel de los Ayamanes, al igual que los de San José de Siquisique, que también eran Ayamanes, y no jirajaras, como se ha venido diciendo de manera errónea. Estos aborígenes se fugan y vuelven a sus tierras, donde dos años más tarde los españoles "refundan" este pueblo, con el nombre de San Miguel, igualmente sucede con San José de Siquisique, en los sitios destruidos por los invasores europeos, al igual que el pueblo de San Miguel, que también existía, con nombre indígena, que aún no sabemos, porque Federman en su diario de guerra, de los 36 pueblos que encontró y destruyó, en el territorio Ayamán, solo menciona por su nombre un pueblo que señala como Carohana, pues, el pueblo que ahora se conoce con el nombre de San Miguel de los Ayamanes, había sido destruido del mismo modo que Siquisique, y los españoles lo "fundan" ó más bien lo "refundan", como Pueblo de Doctrina, sobre sus propios despojos.

Podemos observar que los españoles cuando fundaban un pueblo o ciudad le colocaban el nombre de un santo o de una ciudad española, seguido por el nombre del pueblo originario. En los párrafos anteriores hemos observado, a vuelo de pájaro, lo que se ha podido conocer de la historia de este heroico pueblo Ayamán, que es lo que escribió a su conveniencia, el conquistador alemán Nicolás Federman, en octubre del año 1530. Luego la guerra de resistencia aborigen, encabezada por la guerrera Ana Soto, donde es de suponer que los Ayamanes formaron parte de ella, ya que involucraba a todo este territorio, luego vemos la fundación de los pueblos de Doctrina: San José de Siquisique y San Miguel de los Ayamanes. Y entre otras escasas noticias sobre el pueblo ayamán, nos encontramos con la mención de la Real Cedula expedida en agosto de 1720, que concedía la propiedad de las tierras que ocupaban, los Ayamanes, que es lo que hoy podemos llamar "Territorio de Las Turas de Los Ayamanes, que estaré detallando en posteriores entregas.

*Ese pueblo o aldea a que refiere Federman, como Carohana, es probable que haya sido el topónimo originario, de lo que es hoy la Ciudad de Carora, pero de acuerdo al momento y la ubicación geográfica, según el tiempo y la distancia que se refiere este conquistador, en su diario que titula "Historia Indiana", se puede deducir, que este pueblo estaba ubicado en las inmediaciones entre Parupano y Matatere, que pudo ser donde hoy está la ciudad de Siquisique, capital del Municipio Urdaneta, fundado como pueblo de Doctrina por los españoles, en 1621, ciento veinte años después de la llegada de los europeos a estas tierras, conocidas ahora como Venezuela en 1498.



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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