Desde una concepción revolucionaria es inadmisible que se pretenda hacer de la critica sinónimo de chantaje o peor aún de traición, entre otras cosas porque la crítica es un principio de los revolucionarios y revolucionarias, muy estimulado por el Presidente Chávez en sus discursos, y además porque al silenciar la critica se cometen y refuerzan errores que pueden convertirse en fallas irreparables para un proceso tan complejo como el nuestro.
En el caso de la reprochable e ilegal entrega al gobierno colombiano del periodista revolucionario Joaquín Pérez Becerra se quiere hacer ver que la posición de diferentes partidos y movimientos políticos del proceso (porque no es solo el PCV), ha sido una reacción apresurada y sin basamento, pretendiendo pasar por alto que la entrega de revolucionarios y revolucionarias a los gobiernos que los persiguen, violando nuestras leyes y saltándose los más elementales principios de solidaridad internacionalista, no es la primera vez que sucede; esta triste historia empieza con la entrega de los ciudadanos vascos, quienes vivían desde hace años de manera legal en nuestra patria, al gobierno asesino de José María Aznar, en esa oportunidad pensábamos que tamaño fallo era producto de la inexperiencia de un gobierno que apenas se estrenaba como tal; pero no, esta política ha continuado con distintos casos donde incluso podemos reconocer que muchos de los cuales ciertamente no tenían solución legal posible (hablando de la legalidad imperialista claro está); pero lo de Joaquín es la “cumbre” de una línea de acción de Estado errónea no solo desde una óptica política y diplomática, partiendo de la premisa de que la caracterización de antiimperialista del gobierno no es simple retórica, sino que además está llena de un sinnúmero de errores sí vamos a hablar de la las leyes nacionales e internacionales en relación a estos casos; creo fundamental profundizar en este debate con especialistas y con leyes en mano, pero esa no es la finalidad de este artículo.
Lo que fundamentalmente quiero resaltar es que el tema Joaquín Pérez Becerra está permitiendo abrir un interesantísimo debate que de masificarse debe conducir al proceso revolucionario a la profunda revisión, de verdad, de errores tácticos y estratégicos que ya no se pueden ocultar con un dedo y que sin lugar a duda son los factores verdaderos, concretos y objetivos que le hacen daño al mismo y a su posibilidad de avance, y resalto algo más: nunca una crítica amparada en la verdad y en los principios ha derrumbado a un proceso revolucionario como sí lo ha hecho su censura, su negación y peor aún la insistencia en el error. Decir lo contrario no solo es negar la historia sino caer en un peligroso chantaje.
A propósito de este caso, y frente a la critica que ha hecho el PCV y muchas otras organizaciones políticas de izquierda en Venezuela y el mundo coincidiendo con importantes personalidades (que no son precisamente militantes del PCV), como James Petras, Vladimir Acosta, Eva Golínger, Marta Harnecker, Néstor Kohan, Narciso Isa Conde, Eduardo Rothe y un amplio etcétera, grandes aliados y amigos personales del Presidente Chávez, se ha generado una respuesta que muestra no solo la magnitud del error cometido en la deportación a Colombia de un ciudadano sueco perseguido por asuntos políticos por el gobierno de ese país, sino la disposición a cometer muchos otros de parte del nuestro.
Uno de esos errores es censurar en los medios del sistema público de comunicación e información el debate, las opiniones y argumentaciones que han repudiado la medida y además tergiversarlas en boca del Presidente y del Ministro Maduro, colocando de manera poco honesta a quienes hemos estado en total desacuerdo con la medida supuestamente a solicitarle, lo que sería (ciertamente) una irresponsabilidad histórica, al Presidente violar las leyes y acuerdos para proteger a Joaquín; pero resulta que la verdad es todo lo contrario: la violación a las leyes, al derecho internacional, a nuestra Constitución y a nuestra soberanía estuvo precisamente en entregarlo.
Lo que se ha solicitado es reconocimiento a un error muy claro y grave: entregar a un refugiado desde hace más de 20 años con nacionalidad sueca desde hace 10 precisamente al gobierno que lo persigue; la consulta, la dirección colectiva, el aplomo y la natural desconfianza de “otros tiempos” en la oligarquía colombiana y en el hombre artífice de los bombardeos a Ecuador para asesinar junto a Raúl Reyes a estudiantes universitarios mexicanos hubiese evitado tamaña barbaridad.
Pero esta critica ha provocado una reacción contra el PCV de parte del Presidente Chávez, sobre todo (y por enésima vez), en relación al tema del apoyo electoral a caldera en el año 1.993.
Cuando el PCV apoyó a Caldera en las elecciones de 1.993 lo hizo por dos razones fundamentales, una porque la coyuntura política ponía a este señor de la oligarquía venezolana en la posición objetiva de acabar con el bipartidismo y romper así la hegemonía de AD-Copei de casi 4 décadas; es decir, aprovechar la brecha histórica, como se hizo, para liquidar al bipartidismo y apuntalar la posibilidad de que en el mediano plazo una coalición de fuerzas progresistas y de izquierdas pudiesen lograr un triunfo electoral, como sucedió en el año 1.998; pero la otra razón es mucho más concreta aún: Rafael Caldera en su ambición por ser presidente por segunda vez se montó discursivamente en la ola de la efervescencia popular-progresista que vivía Venezuela y ofreció garantías a los partidos de la izquierda que lo apoyaron en el sentido de que él indultaría a los militares bolivarianos presos desde el año 1.992 luego de las conocidas intentonas de ese año contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez; pero hay más, Andrés Velásquez, furibundo anticomunista, quien era el otro candidato presidencial con reales opciones de triunfo, declaraba como parte de su programa de campaña que bajo ningún concepto liberaría “militares golpistas”.
Que vueltas tiene la historia, a 12 años del Gobierno del Presidente Chávez, ahora los “traidores” son los que votaron por Caldera entre otras cosas para que el Comandante Chávez fuese liberado y no quienes votaron por Velásquez que negaba como compromiso electoral su liberación; por cierto que para ese entonces fueron militantes de la Causa R, entre otros y otras figuras del proceso, Aristóbulo Izturiz y María Cristina Iglesías, ¿traidores presidente?.
Pero inclusive tomando en cuenta todas estas explicaciones respeto a quienes no comprendan e incluso sigan pensando que ese apoyo fue un error y lo lógico era apoyar a Velásquez, lo que sí jamás podré comprender es como se prioriza, desde el presidente hacia abajo, con tanto ahínco el debate sobre el apoyo del PCV a Caldera y se invisibiliza uno mucho más necesario para el proceso actual: el apoyo que muchos “dirigentes” del proceso bolivariano dieron a Pedro Carmona (El Breve), dirigentes a quienes vimos por medios de la derecha brindarle respaldo a este dictador y asesino hace poquísimos años y ahora aparecen como “inmaculados y fieles revolucionarios”.
La política revolucionaria requiere transparencia.
Por todo lo anterior, soy de los que piensa que abrir y masificar el debate sobre el apoyo a Caldera debe ser uno de los intereses principales para el PCV, entre otras cosas porque permitiría demostrar a muchos que la hipocresía y la manipulación histórica no son valores revolucionarios ni mucho menos son instrumentos para construir el estudio del pasado para conocer el presente y actuar en consecuencia.
Por eso insisto: este enorme desatino en el caso de Joaquín Pérez presenta la posibilidad de abrir muchos debates sobre temas hasta ahora pendientes, cuya ausencia en el debate y en la ejecución sí que están jugando en contra del proceso, y me permito nombrarlos: dirección colectiva, corrupción y como eliminarla, ineficiencia, oportunismo, programa socialista, Ley Orgánica del Trabajo, entre muchos otros.
Es muy preocupante que el Presidente Chávez, de quién nadie puede dudar de su liderazgo, esté coincidiendo con matrices de la derecha endógena en el sentido de estimular la condena a la critica, no es sano que quienes tienen años pidiendo, movilizándose y haciendo propuestas por una nueva y revolucionaria LOT, quienes trabajaron en un proyecto de Ley para blindar al Control Obrero, quienes se han resteado en la calle cuando la oligarquía ha embestido, quienes no pueden ser señalados de hechos de corrupción, etc, sean ahora los traidores y no quienes con actitudes y practicas cotidianas alejan cada día más al gobierno bolivariano del sueño de millones en muchas parte del mundo pero especialmente en Venezuela.
Sin chantaje y sin censura, ¡que empiece el debate!.
*Militante del PCV
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