En el día de ayer un Tribunal de Control del Estado Yaracuy condenó al General del ejercito venezolano Alexis Sanchez Paz por su autoría en la masacre de Yumare. La noticia me estremeció, quizás porque me creo conocedor del poder ancestral, del influjo que tiene en las sociedades latinoamericanas la muerte impune, la resignación maldita de los pueblos adormecidos, "ese muerto lo pago con ganado blanco" decía un famoso matachin de los llanos guariqueños cuando sumaba a su record otra inocente víctima amparado en su dinero y en su condición de cuñado de un presidente de la República, pero muy especialmente, gracias a una clase política que inauguró en la región el terrorismo de estado (sin mayúsculas) como ejercicio diario y como forma de confrontación en la política.
Sin duda, estamos en
presencia de un punto de inflexión, de un hito histórico, de un hecho de
profundo significado revolucionario, significa que existe un nuevo
Estado venezolano con una conciencia y una visión de la vida nunca antes
vista; contamos ahora con un nuevo espectro de valores, donde destaca
como tal, la vida, el respeto y el reconocimiento de los Derechos
Humanos, esta vez llevado al plano de los hechos. Por primera vez en la
lucha por los Derechos Humanos en Venezuela los hechos han precedido al
discurso, ahora si podemos gritarlo a los cuatro vientos ¡somos un
Estado de Derecho y de Justicia! Especial reconocimiento merece la Dra.
Luis Ortega Díaz Fiscal o Fiscala General de la República quien por
encima de haber cumplido con su deber lo hizo con convicción ética, es
decir, convencida del bien de su deber, una muestra de individualismo
ético que sería mezquino no reconocer.
No podemos dejar pasar por
alto tan importante hecho histórico por una sencilla razón: El mundo
civilizado actual ha echado a un lado el principio ético universal de
"no matar". El Estado más poderoso del mundo, la mayor potencia militar
de la historia para enfrentar al terrorismo se ha transformado en un
Estado terrorista, es tan grave el peligro que corre la humanidad, que
de seguir por ese camino abismal, no seremos capaces de vislumbrar la
magnitud de la tragedia que nos espera.
Se hizo justicia. Las
víctimas han sido reivindicadas, lástima que sacrificaron sus vidas para
alcanzar el Estado de Justicia que hoy vivimos. A esos hombres y
mujeres mártires de la Patria Grande el poeta hipano-brasileño Pedro
Casaldáliga les escibió lo siguiente:
Les escribo a todos vosotros y vosotras,
que habéis dado la vida por la Vida,
a lo largo y ancho de nuestra América,
en las calles y en las montañas,
en los talleres y en los campos,
en las escuelas y en las iglesias,
bajo la noche o a la luz del sol.
Por todos vosotros y vosotras sobre todo.
Nuestra América es.
el continente de la muerte con esperanza.
No
hubo de parte del Estado venezolano revanchismo, ni venganza, El
proceso se llevó a cabo mediante las reglas del Código Orgánico Procesal
Penal instrumento jurídico de indudable carácter garantista que
consagra la figura de la "Admisión de los Hechos" de origen
ético/cristiano, ya que se disminuye una parte de la pena operándose de
esta manera un perdón que apuesta a la regeneración de quién ha cometido
delito, creyendo en la posibilidad de transformación y conversión al
bien por aquél que ha cometido el mal a sabiendas que el ser humano no
es inmutable, hoy transita por el bien y mañana puede habitar en el mal y
viceversa, Si bien al autor de la masacre de Yumare se le permitió
admitir su responsabilidad y pedir perdón por su crimen, hay que
destacar que el Estado venezolano no subordinó el perdón al
arrepentimiento, por el contrario, al establecer legislativamente el
perdón abrió la vía para el arrepentimiento y con ella una posibilidad
de transformación del ser humano. Definitivamente, estamos viviendo en
una nueva Venezuela,
Caracas siete (07) de Mayo de 2011.