Hoy nuestras lágrimas y estas
letras, cargadas de rabia y sentimiento, no derivan por el hecho que Liliana haya
sido un funcionario público, y ni siquiera por la manera cruenta como le fue
cegada la vida. Tampoco por el hecho de que haya sido miembro de nuestra
organización político-cultural, como lo es la Coordinadora “Simón Bolívar”.
Nuestra indignación es igual por cada ser humano que muere en manos asesinas por las razones que fuesen, sin importar su condición social, económica, cultural o política. Nos entristece ver hogares enlutados, observar como una cantidad creciente de delincuentes han cambiado nuestros patrones sociales en función del temor y la sobrevivencia.
Es triste saber que aproximadamente el 91% de los homicidas queda libre en Venezuela sin haber obtenido ni siquiera una detención como sospechoso y la brecha de la impunidad continúa creciendo, calculándose que hay más de cien mil homicidas libres a los cuales no se les ha realizado ni siquiera una detención en el país.
Detrás de cada conducta criminal pueden existir factores biológicos, factores psicológicos, factores familiares y/o factores sociales. Todos estos factores son cruciales en los sujetos para la comisión de ilícitos, y a mayor cantidad y calidad de estos en una persona, sus posibilidades de cometer delitos es mayor. Pero a nuestra camarada Liliana, su ejecutor lo motivaron, directa o indirectamente, otras razones adicionales: las de índole política, que también va creciendo como uno de los factores involucrado en el asesinato de muchos líderes sociales en nuestro país.
En Venezuela desde hace muchos años se libra una batalla silenciosa que se acerca a su desenlace definitivo, entre dos modelos político-económicos. Uno capitalista, desigual, depredador, inhumano, injusto; y otro al que nos hemos empeñado en llamar Socialista, que se va construyendo con la participación del pueblo pobre, con los siempre olvidados, con quienes históricamente se les ha callado. Éste, nuestro proyecto, pretende no limitarse a las fronteras políticas de nuestro territorio, sino que se empeña en entusiasmar a otros pueblos de la región, como buenos hijos del Libertador, para que juntos podamos ser libres y fuertes. En Venezuela, la cuna de Simón Bolívar, se está definiendo el destino de América.
Esta batalla, muchas veces llega al extremo que los que se niegan dejar de explotar a sus semejantes y a sumergirlos en la ignorancia y la pobreza, asesinan a los más decididos a cambiar esta relación desigual, buscando exterminar físicamente a ciudadanos preclaros, probos, que la historia y las circunstancias los coloca a la vanguardia de las luchas sociales por el bien de la humanidad. Para ello están importando, formando y estableciendo en nuestras comunidades a paramilitares, sicarios y narcotraficantes para cumplir con sus perversos objetivos.
El movimiento popular revolucionario debe articular a nivel nacional y continental una red de seguridad para sus militantes, despejar áreas tradicionalmente en manos de la delincuencia, la violencia y el narcotráfico para el desarrollo cultural y social de los jóvenes. Se deben denunciar y atacar decididamente a los factores políticos y comunicacionales que promueven la violencia y demás antivalores.
Para poder resolver este problema de la delincuencia se necesitan tres áreas en perfecto equilibrio: Prevención del delito, ataque frontal a la delincuencia y readaptación social. Y para resolver el problema de los asesinatos de índole político, sólo nos queda una opción:
Vivir y Vencer. ¡Venceremos!
¡Liliana María Barrios Vive!
¡Bolívar Vive! ¡La
Lucha sigue!