Lo de carajito es un decir. Quienes por estos días intentaron amedrentar a la delegación diplomática cubana, como ocurrió en 2002, son unos tarajayos lo bastante creciditos como para que la ley los precise con sus respectivas consecuencias. Y lo de antipático es otra cortesía, porque –sinceramente- son merecedores de un adjetivo que por respeto a quienes puedan leer este texto no lo menciono, aunque todas y todos deben suponer cual es.
Si la “protesta” ante la embajada de Cuba de por sí ya era una mezcla de ofensa con ridículo, ¿qué se puede decir del vil y salvaje atropello propinado por estos “ciudadanos” a un caballero de la tercera edad?
Todo ocurrió el martes de la semana anterior, muy cerca de la sede de la delegación antillana. “¿Esta es tu democracia?”, preguntó a varios de los revoltosos el hombre que se desplazaba por la urbanización. La interrogante, planteada con fuerza, iba acompañada de un evidente gesto de desaprobación hacia la acción protagonizada por unos quince sujetos.
La respuesta, contrarrevolucionaria y abiertamente fascista, no se hizo esperar. Cual hienas, se abalanzaron con desmedidos, irrespetuosos y continuos ataques verbales contra un ser que, como ellos, ejercía su pleno derecho a la libertad de expresión.
El clímax de la vulgar arremetida sufrida por el transeúnte de avanzada edad, fue etiquetada por un tipoide cuyo rostro ya forma parte de la red youtube. Sin consideración de ninguna especie y demostrando que fue educado para agredir a quienes no comulguen con su línea de pensamiento, intentó arrebatar a su víctima un aparato de uso personal ¡estrictamente cardiológico!
Semejante escena deja nuevamente al descubierto las sádicas intenciones que reposan en los enfermizos cerebros de quienes desde la ultraderecha, saborean las aspiraciones de hacerse con el poder político en nuestra Patria.
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