De nuevo, la bestia oligarca reacciona contra la voluntad soberana del pueblo. A sangre, fuego y muerte pretende barrer con la decisión de la mayoría de electores que, patrióticamente, esquivó una artera campaña electoral disfrazada de novedades y bienestar que jamás hubiese sido realidad en la práctica.
¡Qué costosa ha resultado tanta valentía y lealtad revolucionaria!
La bestia burguesa, renuente a morir definitivamente, desata el plan genocida made in USA contra mujeres y hombres que amagaron con cristalizar los sueños sembrados por quienes en aras de la liberación y la independencia, quedaron sembrados en el camino.
La bestia, herida por los resultados determinantes de la elección del 14 de abril, enciende la mirada y agudiza la voz para –públicamente– ordenar el arrase total. Nueve víctimas, sin incluir cuantiosos daños materiales, regocijan la vena asesina de quienes desconocen la derrota que cívicamente salió de los cómputos oficiales.
A la justicia no le está permitida en esta ocasión hacer pausa. Contundentes son las pruebas que demuestran la autoría intelectual de quienes armaron una arrechera mortal, donde el extremo más delgado de la cuerda siguen siendo inocentes hijos e hijas de Bolívar y de Chávez. Televisión, radio y medios impresos recogieron fielmente la malévola instrucción. Es la hora de actuar.
No es la venganza la que se impone. Nada más alejado de la realidad. Pero la firmeza de la ley no debe limitarse solo a la captura de quienes inescrupulosamente segaron la existencia de inocentes, sino a quienes son su cerebro. Es la hora de poner fin a diabólicos caprichitos oligarcas acostumbrados a la impunidad complaciente, tanto antes como en tiempos recientes. Basta de ponerse de rodillas ante el usurpador.
Honor y gloria a los mártires José Luis Ponce, Rosiris Reyes, Henry Rangel, Keler Guevara, Hender Bastardo, Luis Polanco, Rey David Chacín, Johan Farías y Johnny Pacheco.
¡Chávez vive… la lucha sigue!
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