Confesemos que hoy, como todos los días al abrir la página de Aporrea, tuvimos una mezcla de sentimientos muy contrastantes. El primero fue de agrado pues encontramos un artículo que ingresa entre los temas que se hace urgente abordar: el de la crítica y autocrítica, algo muy ausente del debate político aquí. Luego fue estupefacción, disgusto y mucha ira, por usar un término tolerable. Nada puede ser peor que la torpeza que reitera la terquedad. Y es lo que vemos con frecuencia en muchas de las acciones de gobierno.
El artículo que nos interesó de entrada, lleva como título algo así como “Critico o callo”. Bueno, pues refleja algo que muchos sienten pero no expresan, aunque ahora comienza a abrirse esa compuerta. Compartimos casi en su totalidad el sentido; el callar se ha hecho norma, y al que protesta que es así que se considera el criticar, se le aparta como si fuera leproso. Si tenemos razón en lo que argumentamos, ¿qué nos obliga a callar? ¿Por qué no debatimos nuestros puntos de vista?
El silencio es contrarrevolucionario. Los nariceados, que son aquellos que quieren criticar pero callan en lugar de hacerlo, pueden construir cualquier cosa, menos una revolución. No les es obligante ello. El que se califique o pretenda ser revolucionario debe tener esa práctica. El que tema el argumento que se le oponga a su hacer y busca callar esa opinión, camina por el sendero equivocado. Ábranse las mil alamedas para que por ella circulen las críticas. Bienvenidas sean, pues ellas cuanto más ácida puedan ser, más propenderán a nuestro crecimiento.
El segundo que nos interesó, es una reseña que no puede generar otra cosa más que indignación, pasado el estupor que genera la noticia. Hace referencia el mismo, a la detención por el SEBIN del ciudadano de origen vasco, Asier Juridi. Tiene Juridi viviendo en Venezuela más de 10 años con una conducta hasta hoy impecable. De nada le sirvió ese vivir como una persona decente, porque parece ser que ahora se ha transformado en peligroso ser vasco también en Venezuela. Nada le asegura hoy a quien eligió nuestro país por la protección que siempre brindó a los perseguidos, que no le detengan y le lleven hasta el punto cercano a la deportación con o sin decisión judicial, en este caso precisamente hacia uno de los Estados más criticados y condenados por TORTURA en el mundo, como lo es el español.
Juridi fue detenido cuando trasladaba a su hijo al colegio. Llevaba también a su trabajo a su esposa. ¡Momento inolvidable para ese niño! Quién puede dudar que él nunca olvidará ya esa alucinante sorpresa que le obligaron a vivir. No se le podía permitir a Juridi llegar con su hijo hasta ese antro que llaman escuela, -lugar cuyo único interés es el de impartir conocimiento, ¡conocimiento!, vaya barbaridad entre todas las barbaries-, y luego sí detenerlo, tal como era la intención del SEBIN.
Una de las reseñas que leímos, señala que en la detención de Juridi participaron también la policía española y la francesa. ¡Casi nada! Si es así es una afrenta. Estas dos naciones por lo que hemos visto, van rueda libre hacia el fascismo. La conducta que asoman no admiten duda alguna. Las autoridades nacionales están obligadas a aclarar esto: ¿intervinieron o no fuerzas extrañas a las nacionales en la detección y captura de Juridi, y si fue así cuál fue la razón que permitió tal tropelía? ¿Pueden fuerzas extrañas participar en la búsqueda y captura de ciudadanos cualquiera sea su nacionalidad en nuestro territorio? ¿Nuestras autoridades permiten tamaño desafuero? ¿Por qué? El gobierno, a través de su Canciller está obligado a aclarar este nefando hecho.
Hace ya muchos años pero nunca tantos como para que los hayamos olvidado, una pareja vasca fue acribillada al abrir la puerta de su vivienda en Maripérez, Caracas. Nunca fueron descubiertos los autores. Ni siquiera se sospecharon en aquel momento posibles autorías. Hoy, luego de haber incursionado algunas lecturas sobre el tema, nos atrevemos a acusar a las fuerzas represivas españolas como responsables en ese aberrante crimen.
Ya en los inicios del período de Chávez, la esposa de otro vasco se sintió perseguida. Llegó para su suerte hasta el Complejo Cultural Teresa Carreño donde al gritar pidiendo auxilio, fue rodeada de gente que le protegió y ahuyentó a los bandidos que no eran otros que policías españoles. No hubo duda de ello, como tampoco no hubo una investigación que lograra aclarar el hecho y permitiera también establecer correctivos para esas acciones que vulneran la soberanía no se repitieran. Posiblemente la verdadera intención fuera secuestrarla para con ello extorsionar a su esposo para que se entregara a cambio de la libertad de ella.
En el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, el 28 de marzo de 2010, fue detenido por el SEBIN Walter Wendolin, militante independentista vasco que ya había visitado Venezuela, y participado en un foro antiimperialista, en el mes de diciembre de 2009. Llegaba de México y tenía previsto viajar a Francia luego de su visita a Caracas. Deportado directamente a lo que era su destino final, desde donde pocas horas después, lo enviaron a Euskadi. En Venezuela no se le brindó ningún tipo de asistencia jurídica pese a la presión de la militancia de izquierda. Abrumó el avasallamiento a la legalidad. No existía ninguna requisitoria en contra suya, pero ese detalle nada valió para quienes ordenaron su apresamiento.
La Embajada de España en Venezuela declaró que había participado junto a las autoridades venezolanas en esos tristes eventos, y además de agradecer a las autoridades esa colaboración, señalaron que así era que combatían el “terrorismo”. El gobierno venezolano no deslindó de esas afirmaciones, lo que las convalida.
Pero no ha sido solamente la policía española la que se ha burlado de Venezuela con esas prácticas. Recordamos la detención de Jaime Ballestas en un automercado de la capital por fuerzas del DAS. Ese impasse casi provoca una desgracia de haberse dado el enfrentamiento con las autoridades venezolanas que interrumpieron la acción del DAS. En ese momento, sin tomar en cuenta la situación de Ballestas –su condición de beligerante-, fue entregado a la policía colombiana pasando por alto a los tribunales.
También recordamos el secuestro de Granda, en Caracas. Atravesaron fronteras hasta el suelo colombiano expeditos, sin ninguna dificultad. Habían sobornado a algún miembro de la milicia venezolana que colaboró a tal fin. El gobierno colombiano de la época, y tal como era su característica, mintió aduciendo que habían capturado en Cúcuta a Granda.
Las investigaciones permitieron determinar con exactitud cómo fue que se dieron los hechos. El gobierno venezolano sin percatarse de la debilidad que demostraba con ello, permitió que ese gravísimo delito pasara por debajo de la mesa. En nuestro entender se debió de exigir como reparación, aparte de la imprescindible disculpa diplomática, la devolución, sin condicionantes de Granda. Pero… qué hacer, así se dieron los hechos. Se debe destacar que lo grave en sí de esto es que la dignidad de la nación es siempre en estos casos la que se agravia.
Las fuerzas que se identifican con la izquierda no solo deben exigir al gobierno de Maduro no solo que no se repitan estos hechos, sino que también liberen de una buena vez a Julián Conrado. Si por una u otra razón las autoridades del país están impedidas de hacerlo, bien pueden gestionar su acogida antes los gobiernos de Ecuador o Bolivia o Brasil, o Argentina o Uruguay que, presentimos, le darán la protección y cuidado que requiere. A su vez la exigencia tiene que extenderse hacia Asier Juridi, padre de un niño venezolano que seguro aún vive la inquietud que se originó por la detención de su padre. ¡Ah!, por si fuera poco, según señalan algunos medios, su esposa es venezolana.
Hay que recordar que la Revolución es algo más que un verbo. Es una práctica que se desarrolla en toda actividad que se realice. No existe el revolucionario de “a ratos”. Se es todo el tiempo revolucionario o no se es. Nadie está obligado a serlo, pero la honestidad exige que no finja serlo aquel que no lo es. Conrado y Juridi con su detención emplazan al gobierno. Liberarlos es su obligación moral. RES NON VERBA. Solo de eso se trata; solo de eso.