El que uno no suscriba y en consecuencia no comparta los modos que el capitalismo salvaje haya dado a valores asumidos por los pueblos, no implica que tales deformaciones dejarán de existir ni afectar determinadas fechas. El llamado Día de las madres es uno de ellos y en tal sentido, debemos aceptarlo como realidad concreta.
Ello nos motivó a tener presente, este domingo once de mayo, a 42 madres que por primera vez en sus vidas dejaron de recibir el mejor regalo que uno puede entregar a quien nos trajo al mundo: una sonrisa y un abrazo de agradecimiento.
Los malnacidos que dieron sentido belicoso y mortal a las guarimbas, se encargaron de que esta simbólica fecha fuese -más que de alegría y emociones positivas- de congoja y luto total.
Si a vuelo rasante repasamos a las víctimas de la violencia que la ultraderecha desencadenó desde el 12 de febrero, observaremos sin mayor esfuerzo que la edad promedio de ellas y ellos se encuadra fácilmente en el grupo de quienes por razones naturales podrían tener a sus madres con vida. Eran muy jóvenes. Bassil Da Costa, el primer ultimado ese día y el efectivo de la PNB, Jorge Colina, asesinado el ocho de mayo, tenían 23 y 27 años respectivamente.
Cualquier cosa, menos alegría, pudo haber reinado este domingo en los hogares de esos 42 grupos. Los afectos y las pasiones políticas que puedan esgrimirse de lado y lado, jamás podrán justificar esas notorias, lamentables y definitivas ausencias físicas. Los causantes de esta tragedia cargarán, siempre, con la responsabilidad insoslayable del peso de un dolor que de manera infinita ya se alojó en los corazones y las almas de familias enteras.
Aunque nada sirva brindar desde este espacio nuestra solidaridad a las progenitoras en desgracia, lo hacemos de corazón. Hasta ellas y sus seres más inmediatos, lleguen nuestros francos sentimientos.
¡Chávez vive…la lucha sigue!
