A Michael Brown le dispararon. El policía disparó cuando el joven tenía las manos arriba. Disparo 6 veces, dos de esos disparos dieron en la cabeza. Seguro los 6 apuntaban hacia esa zona, pero el movimiento reflejo del muchacho regó los disparos por todo su cuerpo. Pocos meses atrás un hombre moría asfixiado por un policía que no midió su rabia, quizás porque no sabía que la contenía, mientras lo estrangulaba, solo por oponerse a ser esposado. En ambos casos, varias cadenas televisivas gringas nos mostraban el lado “criminal” de las víctimas, como una forma de justificar la actuación policial. En ninguno de los casos, el policía que los mató sabía los cargos de las víctimas. En ningún caso existía cargo que mereciera la muerte.
Los Yihadistas en el Medio oriente consideran que el derribo de las Torres gemelas fue una victoria contra occidente. Los muertos de ese día son para los más radicales el castigo que “América” merece. Incluso me atrevo a calcular que entre los más de 4 mil muertos en ambas torres, había gente mala, quizás algún joven con pretensiones de ser delincuente, o algún corrupto de cuello blanco al que ese día la locura le arrebató su posibilidad de redención.
Justificar la muerte de Michael Brown por su “posible” participación en un robo, es la defensa banal de una sociedad que niega a toda costa su resquebrajamiento moral, es exculpar a un policía que creció con la semilla prejuiciosa norteamericana, nación ésta que se jacta de un sistema federal que respeta los derechos civiles, pero que poco o nada ha hecho para evitar un balazo en la cabeza por razones raciales. Exculpar al policía de Missouri recriminando a la víctima, es un lugar común patético de quienes anhelan la barbarie, con tal de que no afecte a su status quo. Es avalar la muerte de 2 mil palestinos por un presunto derecho a la “defensa”, es permitir que un presidente sea asesinado y vejado para apropiarse del petróleo, es cerrar los ojos ante un acto de odio que con distintos nombres, en distintas fechas, sigue ocurriendo en sus narices.
Un afro-estadounidense más muere en Estados Unidos por razones raciales. Mañana será un latino, un asiático o cualquiera que por su condición de desplazado, por su situación intermedia entre residente y refugiado, tampoco tiene derecho a “soñar” o redimirse. Un negro más muere, pero esta vez la rabia no puede ser controlada. Esta vez los Toques de queda no bastan para calmar las protestas. Esta vez una población tan hastiada de su marginación, tan asesinada en sus sueños de unión, tan acostumbrada a que le maten de un tiro a sus padres, es capaz de levantar consignas que antes no se atrevían. Quieren vivir en un país libre, y ser felices, parafraseando a Silvio Rodríguez, con el perdón y las banderas de los muertos de su felicidad. Missouri puede ser la chispa que despierte a las minorías que son mayorías en la gran cabaña del Tío Sam.
@Moyvyd