La madre es el ser más sublime sobre la tierra. Es la única que por un hijo o una hija, entrega hasta su vida sin pedir nada a cambio. En consecuencia no hay nadie en el mundo que pueda sentir con más profundidad la pérdida de un hijo, o el percance que pueda sufrir su retoño. El clamor de una madre tiene que ser oído y respetado hasta por la criatura más abyecta de este planeta.
La introductoria en estos términos obedece al tema que nos ocupa, que involucra a dos madres, a un adolescente y a un funcionario del orden público, víctimas por igual de un mismo criminal: el fascismo venezolano, que busca a toda costa acabar con la revolución bolivariana.
El pasado 25 de febrero, durante una manifestación estudiantil en San Cristóbal, Estado Táchira resultó víctima de un disparo de arma de fuego realizado por un agente de la Policía Nacional Bolivariana, un adolescente, estudiante de secundaría, un lamentable incidente donde víctima y victimario son utilizados por igual, por la derecha fascista, que a través de 15 años ha mantenido en marcha un golpe de estado contra la Revolución Bolivariana y a lo largo de trece años, un paro patronal indefinido. Desde diciembre, de 2002 tras el fracaso del golpe de abril y la breve dictadura de 38 horas de Pedro Carmona Estanga, hasta febrero de 2003, con las puertas cerradas. Desde marzo de 2003, un paro a puertas abiertas, utilizando todo tipo de artimañas desde la desviación de las divisas para la importación, recorte en la producción, acaparamiento y contrabando de extracción hasta la especulación exacerbada, provocando al pueblo en busca de una implosión social.
La víctima Kluiverth Roa Núñez de 14 años, estudiante del Liceo Agustín Codazzi de San Cristóbal, el "victimario" el oficial de la Policía Nacional Bolivariana Javier Ocias Mora Ortiz de 23 años, son utilizados por igual para sus fines aviesos por la derecha fascista golpista a través de sus cómplices de la canalla mediática necrofilica que cada día bombardea el psique del pueblo con mensajes desestabilizadores para promover la angustia y la incertidumbre, en busca de un estallido social.
Desde el principio este caso ha sido manejado de manera perversa, para criminalizar al agente de la PNB, que actúo bajo presión en su instinto de conservación y, por esa vía atacar a la institución y al gobierno bolivariano. Lo lamentable de todo esto es que incluso voceros del sector revolucionario, han contribuido con el combustible para esta candela, al salir en los medios de difusión con la expresión: "Condenamos el asesinato de un niños, un adolescente y que paguen el o los culpables". Desde el punto de vista comunicacional, esto tiene un inmenso poder que no fue medido por quienes en un afán de alardear de justicieros, lo emitieron, pero que si ha sido bien aprovechado por la oposición golpista fascista. ¿Alguien se ha puesto en los zapatos del oficial Javier Ocias Mora Ortiz, al verse rodeado por manifestante agresivos y con el vivo recuerdo de la suerte que corrieron muchos de sus colegas durante las guarimbas? ¿Quién o quienes son los responsables que valiéndose de la fogosidad de la juventud y de su inexperiencia, arrastran a niños y a adolescentes a las manifestaciones violentas de los adultos? ¿Qué hacía este chico en las inmediaciones de la Universidad Católica del Táchira, junto a quienes rodearon a los cinco motorizados de la PNB que acudían a tratar de controlar la contingencia? ¿Quién o quienes fueron los operadores de la política de la violencia que bajo manipulación lo llevaron hasta ese lugar?
Celebramos y felicitamos la valiente y sagrada posición de la señora Vivian Núñez de Roa, al exigir a los criminales mediáticos que dejen de utilizar el nombre de su hijo para proselitismos político, que no se trata de si uno es mejor que otro, sino de hacer del Táchira una zona de paz, como ha sido y como lo desean sus ciudadanos.
No está exigiendo el mundo la señora Vivian, solo está pidiendo lo que desde lo profundo de su alma clama una madre que ha perdido físicamente a su hijo. Solo exige que no lo asesinen, que lo dejen en paz y lo saquen del estercolero de la politiquería violenta.
Seguramente a esta alturas de la diatriba, la madre de Mora Ortiz desde lo más profundo de su ser estará bendiciendo a Vivian y solidarizándose, con su dolor, que también la toca, porque de alguna manera también en el fondo ha perdido a su hijo, aunque en una dimensión diferente.
En definitiva, Mora Ortiz, al igual que Núñez Roa, está siendo asesinado por la politiquería y la mediática necrofílica y al fin y al cabo, junto a sus madres, son: Cuatro víctimas de un un mismo criminal para un mismo fin.