Zape gato con ese “coromoto”

Saúl es un viejo amigo de aquellos años 60-70 en nuestro amado 23
de Enero. Saúl es tan viejo que los otros amigos para hacerlo poner
bravo le dicen que “es más viejo que la cultura china” Y EL BUENO DE
Saúl ya no hace caso de eso. Su mirada es triste pero sus piernas
todavía se mueven al compás de una “salsa”. Saúl me llamó después que
observó un artículo en un periódico donde resaltan la aventura triste
lamentable y jala bola de un sujeto al que le dicen “El comisario
Coromoto”.

Sentado en par de sillas desde el balcón de su apartamento miramos el
paisaje casi bucólico de Catia a las 5: pm hacia La Silsa. Me dice:
“Ese es el mismo sujeto que me torturó en una vieja ferretería de la
hoy avenida Panteón. Ellos, él y tres más me agarraron cerca del Club
de Solaz en Monte piedad. Eran las 10 de una noche de diciembre de
1976 cuando yo me había casi retirado de la política revoltosa. En
verdad no sé porque lo hicieron porque CAP en ese tiempo gobernaba y
casi no había protestas evidentes en las calles. Empero me llevaron a
la nombrada ferretería- Su esposa trae café para los dos y yo me
atrevo a preguntarle donde lo adquirió. Ella contesta que es obra de
un “bachaqueo sin voz”. Saúl ríe y sus ojos se llenan de luz. Lo
recuerdo sobre la azotea de un bloque intercambiado bombas Molotov
contra la policía adeca que utilizaba fusiles y revólveres versus el
frontal del bloque, cayeran donde cayeran las balas.

Me dice: “No sé por qué tenían la llave de esa ferretería ni menos
supe quién era el dueño de la misma. Sin que me diera cuenta, dice de
sopetón, abrieron y me empujaron al interior de la misma. El ruido de
algunas perolas sobre el piso hizo que uno de ellos dijera casi en
murmullo; “Tenga cuidado comisario Coromoto, hay muchas latas en el
suelo”. Caminamos hacia el fondo del local donde el neón de un
comercio cercano le daba aspecto bicolor a un espacio abierto donde
había un gran mesón con una prensa de las utilizadas para cortar o
doblar acero o cualquier metal.

Saúl relata y mira al horizonte, ¿cuántos recuerdos tendrá tatuada su
mente de hombre viejo con sus piernas maltratadas, su brazo derecho
casi inmóvil y su rostro curtido de viejas heridas hechas bajo los
rigores de una policía política contra la cual luchó siempre en busca
de una nueva sociedad de equidad y justicia. La policía del
tristemente Pacto de Punto Fijo de AD y Copei. Una voluta de humo
vuela hasta disiparse en el espacio. Saúl me habla de la “Eterna
mierda adeca y su tortura al pueblo venezolano…”Esa pobre muchacha tan
delgadita, esa casi niña Dubraska golpeada con alevosía, brutamente
eso no lo hace una hombre normal, amigo”. La oscuridad se desliza
suavemente mientras allá en la fila de la distancia algo parece
quemarse en el refulgir de un fuego cromático.

El 23 de Enero no es el mismo. Saúl ríe al recordarme que hasta
tenemos un diputado adeco “Algo tan absurdo”, recalca.
Entre todos me desvistieron dejándome desnudo. Luego me amarraron las
piernas tobillo a tobillo y las manos. Quedé sin movimientos. Uno
abrió la prensa en casi toda su extensión. Los otros, entre ellos el
llamado Coromoto me izaron colocando mi escroto dentro de los
espacios de la prensa que se unían. Luego comenzó el martirio,
lentamente fueron arrinconando mi carne, hasta que el dolor quiso
salir de mi boca, pero ellos me pusieron una tolla que calló todo
vestigio de ruido oral, golpes, insultos, patadas…

Apretaron, apretaron la prensa, hasta que el dolor me robó la
racionalidad pensante. El llamado Coromoto me escupía el rostro y me
daba golpes. Olía a sudor y sangre, tormento, risas y saliva Sentí que
un dolor de tal dimensión, no había podido ser tan real como aquel que
sentí antes de perder el sentido. Al revivir supe gracias a dos
muchachos que me descubrieron bajo unos hierros oxidados de una
maquinaria abandonada por la subida que lleva desde Santa Mónica hacia
Prados del este, que mantenía la vida. Ellos me ayudaron, me llevaron a
una clínica, hoy no sé cómo se llamaban ni por qué actuaron con tanta
hermandad con un ser desconocido…

Saúl me dice que en la oscuridad no pudo verle el rostro al tal
Coromoto y que fue gracias al periódico, que recordó que así llamaban
sus agentes a quien parecía ser el jefe en aquella noche de tortura y
saña contra un ser que ya había abandonado la lucha política, “pero
así son ellos, Ángel”….


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Angel V Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

 legavicenta@gmail.com      @legavicenta

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