Lo que el gobierno le venía haciendo a Carlos Ortega no tiene
nombre. Mejor dicho, sí lo tiene, pero no vamos a decirlo por respeto a la
moral y a las buenas costumbres. A estas alturas de la partida (la partida
de Ramo Verde) lo más recomendable es recapitular. Veamos.
Mucho antes de ganarse en acción el título de comandante, Ortega era
un sindicalero perteneciente a la Junta Directiva de PDVSA, donde departía
codo a codo con la Gente de Petróleo y otros lambiscones de las
transnacionales. Todo lucía color de rosa hasta que ganó Chávez y el Buró
Sindical de AD, o sea la CTV, se cuadró con sus fedecamaradas patronales
para derrocarlo mediante un paro empresarial.
Para los que llegaron tarde a la película, en Venezuela los
sindicalistas adecos se desempeñaban como banqueros, promotores
inmobiliarios y directivos de empresas del Estado. Las protestas obreras las
voceaban en el CEN dirigentes populares al estilo de Carmelo Lauría,
respaldado por Ciro Febres Cordero, Pedro Tinoco y demás representantes del
proletariado.
A partir de 2001 Fedecámaras dirigió el movimiento sindical sin
intermediarios; Carlos Ortega mientras tanto ocupaba roles estelares con lo
más chic de la alta sociedad civil.
Durante año y medio el sindicalista patronal auspició huelgas,
paros, golpe de Estado, saboteos y atentados criminales. Todo ello con gran
nobleza y desinterés pues, durante la carmonada, quedó por fuera, como la
guayabera.
Por desgracia la cuerda suele reventar por lo más delgado. Mediante
una campaña de calumnias Ortega fue satanizado como conspirador y le
dictaron auto de detención. Nuestro héroe huyó a Costa Rica, donde recibió
asilo. No obstante, la sed de gloria le impedía estar tranquilo y regresó
para incorporarse a la resistencia clandestina.
Entonces surgió la leyenda del Comandante Bingo. Las autoridades
estaban confundidas. Hoy cantaba bingo en Las Mercedes, mañana lo veían en
El Rosal, luego aparecía en un casino de Baruta y desaparecía sin dejar ni
un rastro. Era polifacético, escurridizo y atrevido, mucho peor que el otro
Carlos, El Chacal. Finalmente cayó en una celada artera cuando se aprestaba
a completar un cartón premiado.
Ahora vuelve por la revancha. El legendario comandante cantará bingo
en el momento menos esperado. No habrá capta huellas o máquinas
traganiqueles que puedan estafarlo. El Comando de la Resistencia volverá a
contar con el encanto irresistible de su voz ronca, pero sincera.
El Comandante Bingo salvará la democracia.