Juan Pablo II fue el papa desde el 16 de octubre de 1978 hasta su muerte en 2005, y fue canonizado en 2014.
Me disculpan los respetuosos de la iglesia católica, pero hay cosas que un ciudadano crítico no puede dejar pasar. Siempre he sido renuente a la iglesia, específicamente por el papel de un grupo de sus sacerdotes, quienes a lo largo y ancho del globo terráqueo han sido denunciados por hechos violatorios de la Ley y sobre todo denuncias por abuso sexual contra niños y mujeres; amén de la corrupción en la alta esfera del Vaticano.
Juan Pablo II, a pesar de que como todos los demás papas, conoció las denuncias sobre pederastia (abuso sexual infantil, etimológicamente significa lo mismo que pedofilia) se hizo de la vista gorda por tal situación, y como premio recibió ser canonizado; pero nuestro José Gregorio Hernández a quienes los fieles creyentes le atribuyen una serie de milagros, pasa desapercibido año tras año en la búsqueda de su beatificación.
Desde que llegó el papa Francisco la iglesia ha sufrido un cambio estructural, comenzando porque el papa no vive en el santuario que tiene asignada su alta envestidura en la ciudad del Vaticano; ha atacado todos estos hechos de corrupción y de pedofilia, y ahora convoca por primear vez en la vida a la Cumbre contra la pederastia; hecho inédito sobre los abusos sexuales a menores en la Iglesia, un fenómeno que considera un “desafío urgente” para la institución.
Francisco manifiesta públicamente no sólo la gravedad sino su preocupación por un fenómeno que ha minado la credibilidad de la Iglesia en todos los continentes y que ha sido encubierto y negado durante toda la historia.
A esta conferencia se está convocando tanto a las conferencias episcopales del mundo como a las víctimas de curas pederastas, habiendo confirmado su participación más de 200 víctimas de esos hechos horrendos; la cumbre se está llevando a cabo esta semana (del 21 al 24 de febrero).
Si Juan Pablo II fue canonizado, el nombre del papa Francisco quedará en la historia como el verdadero revolucionario de la iglesia católica, y desde aquí le enviamos nuestro apoyo y bendiciones, así como rogamos se cubra con un manto protector que lo cobije y le permita seguir con salud en esta turbulenta pero hermosa travesía. ¡Honor a quien honor merece!