"A donde fueres harás lo que vieres". "¿A dónde va Vicente? Adónde va la gente" ¿Qué hemos visto y oído durante un mes? ¡Fútbol! Distracción orgásmica universal que tiene lugar cada cuatro años. Fanatismo exacerbado para unos o simple distracción para quienes lo vemos en la pantalla de la TV sin pretender entrar en sus intríngulis de conjeturas, técnicas, planes, tácticas, estrategias. Pero, aun cuando permanezcamos como simples espectadores, no podemos escapar de su avasallante presencia ¡Imposible! El fútbol conquistó entre las multitudes irredentas del planeta, la ubicuidad que le atribuyen a sus dioses. No sería raro si lo canonizan y elevan a categoría mitológica.
El fútbol como todo hecho, fenómeno natural o acto social está sometido a la necesidad y a la casualidad. La Necesidad la determina el plan que elabora el Director Técnico (DT) en atención a la visión que tenga de las fortalezas o debilidades del equipo contrincante. Dicho plan lo explica, ensaya y practica con los 23 jugadores; lo ajusta a la habilidad y destreza de cada uno; es el gran secreto que debe conducirlos al triunfo. Pero, la necesidad o inmutabilidad del plan no escapa a la Casualidad, a lo imprevisto, a la vicisitud, al hecho fortuito (autogol, mano penal, tiro de esquina, tiro libre, lesiones). Estos hechos resquebrajan la inmutabilidad del plan e impiden que el fútbol sea un deporte monótono y aburrido. Si en la cancha ocurriera todo, conforme al plan, o sea, a la necesidad, el espectáculo consistiría en el duelo entre dos DT, como ocurre en el tablero de ajedrez. El fútbol se tornaría similar al aburrido, monótono, repetitivo ir y venir de la pelota en el tenis o entre el pitcher y el cátcher en el béisbol o del balón en el básquetbol, deportes en los que impera la necesidad y no la casualidad. El "in promptu" es lo que hace del fútbol una diversión de multitudes a escala mundial, como en ningún otro deporte. Es la casualidad lo que da pie a conjeturas de la más variada índole. El hecho fortuito de la mano de Piquet o el autogol de Fernandinho cambiaron el resultado final. La Casualidad hace que el fútbol sea muy democrático, por cuanto reparte por igual alegrías, euforias, angustias y tristezas a uno y otro bando. Vicisitudes que, en gran medida, determinan el triunfo o la derrota. Es tal vez, estos hechos fortuitos, los que transformaron el Mundial 2018 en Rusia, en Eurocopa, por cuanto la final será disputada con la ausencia de selecciones americanas, africanas o asiáticas.
¿Qué está ocurriendo en el fútbol para que en este mundial no figure entre los cuatro equipos finalistas alguna de las selecciones sudamericanas: Brasil, Argentina, Uruguay? De los 20 campeonatos mundiales jugados, 9 pertenecen a estos tres países y 11, a cinco selecciones europeas: Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y España ¿Esta ausencia de Sudamérica en la final se puede considerar como ascenso de Europa o se puede atribuir a decadencia del fútbol Latinoamericano? ¿Cómo plantear tal conjetura ante el fulgurante y constante flujo de excelentes jugadores que entusiasman con sus habilidades a la fanaticada europea que llena los estadios en los campeonatos de las respectivas ligas y clubes? ¿Qué explicación hay para los reiterativos fracasos que se vienen registrando en las selecciones nacionales de Sudamérica, al demostrar falta de cohesión interna - caso específico Argentina - con jugadores de excelente rendimiento en los clubes que los contratan por sus habilidades futboleras? ¿Lo ocurrido con Italia y Holanda, ausentes del mundial 2018, es el futuro que puede presagiarse para Argentina, Brasil o Uruguay? ¿Porqué los jugadores alcanzan máximo rendimiento en los clubs, pero luego deslucen en la selección nacional? ¿El entusiasmo, distinción y honor de jugar en la selección nacional, hoy, es la misma que demostraban tener Pelé, Maradona y tantas otras glorias futboleras del pasado? Para el jugador ¿Qué perspectivas crea jugar en la selección nacional de su país y cuáles en las ligas europeas y sus clubes? ¿Radica ahí el meollo de la posible decadencia?
Sin ser conocedores de la materia, sino simples espectadores del evento de masas, nos atrevemos a lanzar dos hipótesis:
Primera hipótesis. El fútbol ha ido cayendo en el utilitarismo que rige la economía a escala mundial: la división del trabajo, según la cual, el gran capital le asigna a un país o región del planeta, su aporte a la economía mundial, conforme a la mayor riqueza de sus recursos naturales: petróleo, cobre, hierro, piedras preciosas, cereales, azúcar, café, etc., materias primas que alimentan la gran industria. La participación en la economía mundial debe ser con el producto que se le asigna y nada más. Me parece que en el fútbol ha comenzado a imponerse la división del trabajo. Aun cuando sigue siendo un deporte de masas, cada día está más sometido a la explotación y la ganancia propias del capitalismo. La FIFA es una trasnacional capitalista tan igual a cualquier empresa multinacional (Chevrón, Nestlé, Bayer, J.P.Morgan, etc.). La FIFA ha encontrado que los países de mayor desarrollo económico financian el espectáculo semanal del fútbol, durante todo el año, por el ingreso que el obrero percibe como salario: Europa, China, Estados Unidos, Japón, donde el fútbol crece como ganancia capitalista y es necesario alimentarla con la excelencia de los jugadores que se forman en la escuela de pobres de Latinoamérica y África. El 99% de los jugadores de fútbol son de origen paupérrimo, salidos de las favelas (Brasil), las villas miseria (Buenos Aires) o los gehtos (África), a estos países o regiones la FIFA les aplica la división del trabajo, producir jugadores que son contratados como materia prima para alimentar los grandes clubes y ligas de las metrópolis capitalistas de Europa. El "pan y circo" del Imperio Romano en el Coliseo, es el mismo que la FIFA ofrece en la actualidad. Allá con esclavos, leones y fieras traídas de África, hoy con jóvenes que encontraron en el fútbol un medio para huir de la pobreza y participar en el circo, por cuanto el pan se lo apropia la FIFA.
Segunda hipótesis. En el fútbol actual el jugador surgido de la pobreza tiene la mira puesta ¿En la selección nacional (orgullo patrio) o en los grandes clubes y sus millonarios contratos? Entre jugar en la selección nacional y recibir una lesión que lo aparte o excluya del jugoso contrato en el club y jugar en éste ¿Qué despierta mayor interés? ¿El "orgullo patrio" o el "elevado salario"? Los campeonatos de liga entre clubes del Tercer Mundo, donde el salario mínimo de un obrero es de 2 dólares diarios (Venezuela actual, 0,29 centavos de dólar), carecen de interés económico para la FIFA, como empresa transnacional capitalista. Su único interés está en que, estos países del Tercer Mundo, continúen siendo la cantera o escuela de pobres de donde salen las rutilantes estrellas (gladiadores) para ser exhibidas en los maravillosos escenarios europeos de sus modernísimos estadios. El Tercer Mundo cumple, una vez más, con la división del trabajo, aportar la materia prima, en este caso, para el espectáculo futbolero. Lo que era inaceptable para el nazismo, ver en la selección alemana jugadores de piel negra, ahora es lugar común. Todo se acepta, los jugosos dividendos tapan el racismo en el fútbol, no como deporte, sino, como espectáculo donde las condiciones y reglas las imponen los jeques petroleros del Medio Oriente, los millonarios rusos, chinos y estadounidenses que han ido adquiriendo acciones en los clubs de fútbol de mayor prestigio internacional: Manchester United, Liverpool, Manchester City, Bayer Múnich, Juventus, Milán, PSG, etc. Según la división del trabajo, a los países del Tercer Mundo, se les asignó aportar la materia prima para el espectáculo del fútbol, en detrimento del futbol de mayor calidad en las selecciones nacionales. Para futuros campeonatos mundiales, la FIFA va a aumentar la participación de selecciones nacionales, de 32 a 48. Más cantidad, más ganancia para la FIFA, pero… menos calidad. Para Venezuela, el gran mérito de ir al mundial estaba en diputarle el cupo a Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia, Chile, Perú. Ahora irá, pero, formando parte del montón. ¡No es lo mismo!