"Las grandes obras son hechas no con la fuerza, sino con la perseverancia"
Samuel Johnson
A nadie podemos culpar por nuestra desorganización, nadie más que nosotros somos los responsables de la desarticulación en que nos encontramos. Mientras eso ocurre, los centros de poder se frotan las manos viendo como crecen sus oportunidades de continuar enriqueciéndose con nuestro trabajo a bajos niveles de dificultad. Lo primero a entender es que sin organización no es posible un crecimiento sostenido y sistemático que genere estabilidad económica y condiciones de vida satisfactorias para las familias caficultoras. Por tanto, la consolidación de niveles organizativos locales es fundamental para arribar a instancias superiores de organización que direccionen la caficultura venezolana.
Organizarnos no es difícil si superamos la conducta del individualismo, la envidia, el sectarismo, la supremacía de quienes consideran que el pequeño es improductivo e innecesario. Estas características, lamentablemente, son una forma de ser que nos han sembrado a lo largo del tiempo y que hemos permitido que crezca entre nosotros.
No podemos esperar que otros nos organicen, desde lo local debemos construir la organización necesaria, adecuada a nuestras realidades y particularidades culturales de cada zona. Cualquier forma organizativa es valedera, siempre que provoque los cambios necesarios para mejorar la producción, productividad y crear estructuras de intercambio, distribución y mercadeo que garanticen niveles justos para los precios de nuestros productos. De modo que podemos construir cooperativas, asociaciones, reagruparnos de cualquier manera y abrir espacio a la consolidación de escuelas de formación agroecológicas para la capacitación de los nuevos caficultores.
Recientemente iniciamos la tarea de construir desde lo nuestro una organización nacional de los caficultores, a la que llamamos UNACAFÉ, Unión Nacional Caficultora de Venezuela, un sueño que comenzó a coger fuerza en todos los espacios campesinos dónde se cultiva el café. No tardaron las malas energías, francotiradores y mercenarios, en comenzar a dinamitar desde todos los flancos esta esperanza organizativa, amenazando con teñir la lucha con el color de la politiquería mostrando sus garras para destruir este sueño creador que nace desde el sentimiento y la necesidad de los caficultores venezolanos.
Sin embargo, la fortaleza espiritual y moral de los sectores honestos de la caficultura no permitirán que este ensayo organizativo caiga en manos de los trituradores de sueños que no escatiman esfuerzos para sembrar la cizaña y dividirnos. A nadie mas que a nosotros le importa lo que ocurra con esta idea que comienza a iluminar el sendero de la caficultura nacional.
El café es nuestro, no pertenece a los centros de poder o de gobierno alguno, el café es y será de los caficultores. Esta condición nos otorga el poder necesario para hacer de esta cultura productiva un ente impulsor de felicidad familiar y bienestar país. Desde esta trinchera de la lucha, elevamos un llamado a la cordura, a la sindéresis, a la humildad necesaria para no dejarnos arropar por intereses mezquinos y extraños a nuestro quehacer productivo.
Para esta tarea, todos somos necesarios, pequeños, medianos y grandes caficultores, intelectuales e investigadores, mujeres, viejos, jóvenes, amantes y defensores de la naturaleza, militantes de la vida y de la lucha digna, en fin, todo aquel caficultor que sienta la vida campesina del café como necesaria en la construcción de la patria.
De cualquier modo, y pase lo que pase en estos días dificiles de la patria, tenemos la tarea y la obligación de construir una organización para los caficultores y la familia campesina venezolana que abraza este rubro como fuente de vida. Hagamos cierta la creación de UNACAFÉ, por el bien de la caficultura, de los caficultores y de la patria entera. La familia Caficultora Venezolana lo agradecerá.