Durante las últimas 6 o más décadas de vida republicana se anidó en Venezuela la más descarada corrupción comercial por aquello de "robar y dejar robar" tan propio de la idiosincrasia de los gobernantes y alta burocracia de los prechavistas gobiernos burgueses. Entre algunas manifestaciones de relajamiento industrial y comercial figuran los bienes de ensamblaje y fabricación nacional que sufrieron un deterioro notable en su calidad[1], salvo escasas excepciones.
Como sabemos, la economía venezolana ha sido sometida por la burguesía, cargada como se halla de fuertes atavismos mantuanos, a las más perversas calamidades económicas tales como: soborno sostenido de inspectores del trabajo, fiscales sanitarios, "Ingenierías" municipales, además de las viciadas contrataciones y subcontrataciones , con o sin licitaciones , acaparamientos de bienes básicos, ralentización de la producción correspondiente y de su mercadeo, el contrabando de extracción por los 4 puntos cardinales , boicots financieros, instanciadas demandas mercantiles, injerencismo estadísticofinanciero, y sobre todo unas calamidades que han contado con una anuencia masiva por parte de los comerciantes y fabricantes a quienes el Estado ha permisado para que ejerzan sus actividades en paz y en favor de toda la sociedad, y no de ninguna parcialidad política ni clase social.
Es lamentable que muchos de quienes tienen un alto peso en nuestra escasa industria pero dilatada comercialización, quienes por ignorancia, interés comercial o razones políticas se han prestado como intermediarios políticos de todas esas estrategias sólo favorables a la alta burguesía nacional e internacional; es lamentable que ellos, decimos, se hayan cuadrado contra nuestra prosperidad social y económica en una clara adulancia y un marcado servilismo a la burguesía nacional e internacional-atavismos que heredaron-, a riesgo de que el Estado soberano bolivariano se aboque a revisar sus derechos económicos, sus conductas ciudadanas, cosas así. El odio nos ciega el intelecto, suele afirmarse.
Y yendo al tema de la subjetividad en materia del poder adquisitivo del dinero, la ciudadanía venezolana no comercial, el consumidor de a pie, no termina de ver en Bs.F 100, un billete con cuyo valor real, sólo desde 2 años para acá, puede comprar, por ejemplo, sólo 2/3 de un huevo, mientras antes podía adquirir 6 y 2/3 de la misma mercancía.
Como la conducta comercial media ha sido imponer un rasero a la inflación, y los incrementos de precios del resto de las mercancías responden a las mismas referencias cambiarias ilegítimas e ilegales, en esos mismos términos podríamos medir la pérdida del poder de compra de nuestro billete bandera, aunque sus poseedores siguen subconscientemente valorando igual su billete de cien bolívares que les sirve para reconocer que los comerciantes lo están desangrando- quiere hacerlo valer como moneda fuerte, y cuando él mide su salario lo hace justo en tantos miles de Bs.F, pero en realidad sólo está cobrando 1/10 de lo que antes cobraba, más o menos. Su pensión, por ejemplo, casi se ha reducido a unos 2.700 Bs.F, a pesar de que recibe actualmente 27.000 Bs.F en sus recordados billetes, billetes que por "razones navideñas" deberá afrontar el saqueo que todos los años vienen practicando esos comerciantes a sus clientes de todo el año. Digamos que en lugar de regalarles algún descuento, ocurre todo lo contrario, y sobre el falaz y perverso criterio mercantil de que en estos días se incrementa la demanda y sin incrementar para nada su perversa y restringida oferta navideña.
[1] Los organismos controladores nacionales e internacionales no escapan de la corrupción ya que el capitalismo no tiene barreras eficaces para cometer todas sus triquiñuelas tendentes a garantizar máxima ganancia con mínimo esfuerzo, aunque pero no de manera técnica sino corruptamente.