La vía al socialismo venezolano debe estipular la distribución equitativa y universal de la riqueza aurífera del país. Las reservas de oro monetario de Venezuela son de 367 toneladas y nuestros yacimientos del rey de los metales alcanzan los 130 millones de onzas troy. Este último guarismo representaría poco más de cuatro mil toneladas, aunque el Presidente Obrero, Nicolás Maduro, ha afirmado que podríamos albergar hasta siete mil toneladas. Lo pretérito convierte a nuestro país en uno de los depósitos dorados más colosales del orbe.
Siendo conservadores, sólo tomaremos como referencia los 367 mil kilogramos de metal áureo monetario en posesión del Banco Central de Venezuela (BCV); si dividimos esa cuantía entre 30 millones de habitantes de estas coordenadas tropicales, ello equivaldría a 12 gramos per cápita. Con un precio de 1.200 dólares por onza, cada gramo serían 38 billetes verdes, lo que arroja un resultado de 456 papeles de la Reserva Federal por cada docena. Nuestra propuesta sería masificar la utilización del oro como instrumento de pago para bienes y servicios en Venezuela, al tiempo que sería una forma de ahorro segura e incólume a la inflación.
A través de la adjudicación directa de una tarjeta de débito, sin costo alguno, cada venezolano mayor de 18 años gozaría de acceso a dicha herramienta que tendría disponibles 12 gramos del metal dorado y que, en principio, estarían sustentados en las reservas respectivas ubicadas en el BCV. A mediano y largo plazo, se acuñarían monedas de 1, 2, 5 y 12 gramos que serían resguardadas por el ente emisor, hasta completar 367 toneladas de piezas de las pretéritas denominaciones; esto se lograría con la potencial producción anual de nuestras minas. La tarjeta de marras podría usarse para concretar compras en el territorio nacional por el monto asignado a ésta, de acuerdo con la fluctuación publicada por el BCV y tomando como base el precio del oro en los mercados internacionales (*). El empleo de esta plataforma guardaría bastante similitud con la dinámica de las tarjetas de débito tradicionales y tales rectángulos plásticos serían aceptados en cualquier lugar donde haya punto electrónico de pago.
El beneficio anterior sólo podría mantenerse en el tiempo si el ciudadano se dedica a alguna actividad productiva relacionada con la agricultura, la pequeña industria, la investigación científica o la invención de artefactos o métodos que sean de utilidad para el desarrollo de la nación, en el marco del socialismo (**). Si la persona alega haber hecho su aporte en este sentido, una comisión evaluadora corroborará "in situ" la veracidad de la información suministrada y aprobará –o no- bonificaciones anuales en gramos a la tarjeta respectiva, como estímulo a la actividad emprendida (***). En el caso de las EPS (Empresas de Producción Social), la bonificación en gramos iría a cada uno de los trabajadores y también habría una tarjeta especial de la persona jurídica o razón social, en la cual se anotarían los "puntos áureos". Si un ciudadano labora para la iniciativa privada explotadora pero –en su tiempo libre- instala una microempresa en su domicilio y se dedica a producir -de forma artesanal- jabones de tocador, por ejemplo, sería merecedor de bonificaciones en su tarjeta de débito respaldada por el oro de la República. Aquellos que consuman el monto total de 12 gramos y no demuestren, con pruebas fehacientes, que se han consagrado a alguna actividad en los rubros antes mencionados, no obtendrán más abonos en sus tarjetas.
Desde luego, muchos inquirirán: ¿por qué no dar las monedas de oro a la gente y permitir su libre circulación? Sencillo. Colocar millones de piezas doradas en la calle traería serios problemas de practicidad, seguridad personal y exportación ilegal; primero, es más cómodo portar una tarjeta de plástico liviana que cargar con monedas que se podrían perder fácilmente, como las de 1 y 2 gramos. Al efectuar un pago, el consumidor se tardaría menos tiempo buscando la tarjeta que tratando de hallar las diminutas esferas dinerarias en su cartera. Segundo, los delincuentes estarían más tentados a cometer atracos o robos, ya que tendrían un "botín" al alcance de la mano y en cualquier ciudadano. Eso sería muy peligroso. Tercero, como ya ha acontecido en el pasado, la tenencia física de monedas de oro provocaría el contrabando de éstas allende nuestras fronteras, con el fin de fundirlas, y ello las haría desaparecer –casi de inmediato- de circulación. Por tales razones, la tarjeta de débito es lo más idóneo para democratizar las reservas de este metal precioso entre las masas.
EL NUEVO BOLÍVAR FUERTE (NBF) COMO COMPLEMENTO DE LA ESTRATEGIA DE DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA ÁUREA
Lo pretérito implica, necesariamente, la implantación de un nuevo cono monetario que cumpla con los requerimientos del sistema planteado. El Nuevo Bolívar Fuerte (NBF), con sólidos cimientos en oro y petróleo, eliminaría de nuevo tres ceros al circulante y sería, de facto, la moneda más robusta del planeta. El NBF estaría blindado contra la inflación y estabilizaría, de manera permanente, la oscilación de los importes en Venezuela; con noveles piezas en papel y metal, el NBF tendría una tasa de cambio tentativa de cinco dólares por unidad, o sea, el 13,2% del valor actual promedio de un gramo del rey de los metales y el 9,3% de la estimación de un barril de crudo a 54 dólares (****). La pieza de NBF. 1 sería de cinco gramos de acero-níquel, pero con respaldo en las 367 toneladas áureas del BCV y las cuatro mil toneladas de nuestros yacimientos. C’est-á-dire, una onza de oro costaría NBF. 240 y cada gramo NBF. 7,71.
El NBF cimentaría la internacionalización de nuestro signo monetario y sería la divisa con la que se comprarían nuestros hidrocarburos en el extranjero. La amortización de la factura petrolera sería de 70% en Nuevos Bolívares Fuertes y 30% en oro físico, lo cual brindaría una entrada adicional de lingotes áureos hacia Venezuela. Igualmente, las empresas nacionales públicas y privadas estarían en capacidad de cancelar sus deudas en NBF con proveedores foráneos; los venezolanos podrían viajar a la República Popular China, a la Federación Rusa o a las naciones del ALBA, verbigracia, y sufragar sus gastos con NBF. El BCV depositaría monedas de oro en los bancos centrales de dichos países, como garantía de la solidez de nuestra economía y nos desvincularíamos –paso a paso- de la toxicidad inorgánica del dólar estadounidense. A medida que el NBF sea aceptado como medio confiable de desembolso, más lugares en el mundo se abrirían a éste.
La tarjeta de débito basada en oro y el NBF son alternativas de ruptura con la dictadura financiera de Washington que pivota sobre el fraude fiduciario. Deslastrarnos del fardo infame del engendro de la Reserva Federal es el único sendero plausible para sepultar la guerra económica; si vamos a ser genuinos revolucionarios, debemos dinamitar la hegemonía perversa y belicista del tótem dinerario yanqui.
ADÁN GONZÁLEZ LIENDO
@rpkampuchea
(*) Previendo períodos de alta volatilidad a la baja de los precios del oro a escala internacional, el BCV establecerá un piso para el importe local de éste en NBF con el fin de proteger a los portadores de las tarjetas. Verbigracia, el gramo no podrá cotizarse por debajo de NBF. 5,78 (unos 900 dólares la onza).
(**) Las comisiones evaluadoras serían mixtas: con personal del BCV y de los ministerios respectivos, además de representantes del poder popular. La auditoría anual del oro estaría a cargo del Instituto Nacional de Auditoría del Oro Soberano (INAOS), organismo que podría estar adscrito al Ministerio de Finanzas.
(***) Los adultos mayores estarían exentos de tal condición y cada año adicionarían gramos al saldo de la tarjeta de débito.
(****) El ejemplo de estimación con respecto al dólar estadounidense es un redondeo que establecemos a partir de la tasa de cambio real de Bs. 250 por billete verde, la cual está explicada en nuestra más reciente comparación de importes entre México y Venezuela: http://www.aporrea.org/internacionales/a238005.html
¡Feliz año 2017 para todos!