Fundamentales conceptos económicos (II)

Sobre plusvalía, este es un concepto económico que el apologismo atávico sigue desconociendo bajo la versión marxiana. Así, el comerciante suele llamar acientíficamente plusvalía, por ejemplo, a un derecho abstracto que le da la clientela a una empresa cualquiera luego de haber estado operando cierto tiempo; se le conoce como valor del “punto” en alusión a su ubicación en un lugar favorable para el comercio por estar en el radio de influencia de alguna oficina pública, una Notaría, un Tribunal y otros puntos comerciales  u  oficinas burocráticas como prefecturas de considerable, fija y segura clientela potencial.

El Estado ha sido tremendo cómplice de esa estafa por cuanto jamás ha pechado por ese concepto al vendedor de esa “plusvalía” ya que si se reubicara la oficina burocrática involucrada, esa clientela se desmembraría en el acto.

Asimismo, llaman plusvalía el precio de los traspasos onerosos de alguna vivienda arrendada que suelen hacerse a terceros cuando el contrato lo permite. Todo tipo de contrato que se traduzca en ganancias potenciales para su dueño va acreditándose “plusvalía” bajo ese concepto vulgar que rige para todos los empresarios y trabajadores que se han declarado enemigos gratuitos del comunismo, de todo lo que huela-aun ignorando en qué consiste-a vivir comunitariamente. Ya prejuiciados desde la cuna contra todo lo que se refiera a comunismo, los trabajadores entienden por comunidad, el vecindario que por lo general es fuente permanente de   agravios y desagravios entre los mismos vecinos, cargados todos de envidia y egoísmos recíprocos, toda un plaga social fincada en el individualismo familiar, cuna de todos las desviaciones antisociales que ha conocido la humanidad y plaga que durante el capitalismo ha llegado a niveles insostenibles.

Ahora bien, como el trabajador se ve compelido a trabajar para vivir, en lugar de vivir para trabajar, entendida la plusvalía como el motor que mueve la economía nacional en las sociedades burguesas, como un sobrevalor creado por el asalariado sin retribución alguna, ella está sujeta al precio de venta de las mercancías que son sus portadoras.

Efectivamente, las mercancías salen de la fábrica con el siguiente valor:

1.- Costo primo (salarios varios y materias primas directas e indirectas)

2.- Todo ese paquete de costes falsos que son para beneficio del dueño, pero que se han vendido cargando a los consumidores, como alquileres y depreciaciones varias, y

3.- El plusvalor.  

Mediante esa estructura de costos, el empresario se asegura la posible ganancia que buscará en el mercado, y cuyo monto definitivo deberá representar una tasa de ganancia media para todo su capital invertido con inclusión de todo el capital representado por el costo de sus inventarios en materias primas, maquinarias y equipos de larga duración,  y las mercancías semiterminadas[1].

La concepción marxista descansa en que el asalariado se limita a usar su fuerza de trabajo durante una jornada durante la cual realiza un trabajo creativo de valores de uso que van cargando de valor. Una parte de esa jornada basta para devolverle al patrono el valor del salario, y durante el resto termina creando más valor sin paga alguna. El salario pareciera pagar por todo el trabajo de toda la jornada tal como la inversión en medios de producción cubre el valor del desgaste de los mismos.

Precios de producción

Si las mercancías pudieran venderse según su valor, libres de especulaciones de parte del vendedor, la ganancia de unos mediante la reventa con recargos al precio de compra quedaría anulada con la pérdida de otros. Los intercambios directos entre productores se llevan a cabo mediante el trueque al valor, mientras que las mercancías capitalistas, en el comercio a gran escala, reciben precios que perfectamente oscilan alrededor del valor en un más, en un menos, en estricta dependencia del equilibrio en la puja oferta-demanda, de sobrantes o faltantes de la producción respecto de la demanda.

Esa relación oferta-demanda determina la escasez o abundancia, pero en la Economía vulgar se maneja la escasez como causa de los desajustes cuando que estos son las causas de aquella.

En este sentido, estaríamos en presencia de ganancias provenientes de estafas, de botines del mercado, de engaños, y no dependerían del trabajo de los creadores de las mercancías. De ser así, entonces estaría pendiente la averiguación sobre la verdadera fuente del valor, más allá del precio mismo, el origen y basamento del precio tanto de compra como de venta.

 Si así fuera, el comercio sería un caos permanente, y además, perfectamente tendríamos que inferir que con mayor razón el patrono les haría trampa a sus trabajadores al pagarle por debajo del valor recibido de sus trabajadores. El patrono estaría estafando a los compradores y a los vendedores cada vez que el patrono se provea de medios de producción y de mano de obra.

Entre esas deviaciones del equilibrio del mercado habrá un precio que garantiza una tasa media de ganancia para todos las inversiones, grandes, medianas y pequeñas. Se trata de los precios de producción.

Est glosario continuará.


[1] Ese capital no transformado aún  en mercancías terminadas y no depreciado  como costes falsos que permanece en los inventarios y depósitos en general es contabilizado todos los años a la par que el costo primo de manera que cuando se calcula y estima la tasa de ganancia media cada uno de esos fabricantes lucha por lograr precios que permanentemente ya no se corresponden ni dependen del valor sus producciones, sino a sobrecargos de precios aquí y algunas transitorias rebajas allá según la dinámica competitiva que todos los productores practican durante el proceso de trasiego hacia sí de la plusvalía de otros empresarios. Este trasiego de plusvalía es el que se lleva a cabo mediante la transformación de la plusvalía en ganancia y venta de las mercancías , primero a precios d  producción, producto de la competencia entre fabricantes, y finalmente  a precios de mercado como producto  de la puja oferta-demanda.

 



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Manuel C. Martínez


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