Jamás los países altamente industrializados y capitalistas han reconocido el "milagro" de la gigantesca productividad experimentada por los países socialistas. Las ventajas ofrecidas por la URSS en materia de la conquista del espacio durante los tiempos de la Guerra fría(siglo XX), han terminado ignorándolas mediáticamente, pero de hecho los estimuló para emular tales desarrollos soviéticos en materia de fuerzas productivas, aunque es dudoso que ahora lo consigan, ni les convendría hacerlo por razones estrictamente economicosociológicas.
El secreto a voces de esas ventajas productivas es que los países socialistas suelen vender al valor, mientras los capitalistas lo hacen a precios de mercado*.
Los países como EE.UU. se hallan estancados y ya no dan más. Es que aunque quisieran vender al valor no podrían hacerlo porque detrás del desarrollo descomunal de sus fuerzas productivas los espera la liberación de los asalariados. Cuando los industriales logran controlar los precios de producción o formar los precios de mercado (precios de producción), la economía entra en una fase de estabilidad o estancamiento que desde hace muchas décadas mantiene anquilosada la economía de todos los países capitalistas.
El mediano desarrollo industrial que han logrado se explicaría sólo por el saqueo o la paga a precios de gallina flaca que imperialistamente les han impuesto a los países débiles y de ellos han extraído muchos recursos naturales para su desarrollo con cargo al atraso de estos últimos.
Ante semejante contradicción de países que desearían incrementar su productividad, que los desarrollaría, y la inevitable búsqueda de una tasa de ganancia media para todos los industriales, debemos hallar una explicación racional y económica a la negativa de los capitalistas a limitarse a vender con precios regulados, al margen de los precios de producción, conocidos estos como precios de mercado.
De antemano, sabemos que los empresarios burgueses no son muy inclinados a ceder ante cualesquiera normativas que vengan de un gobierno socialista, aun a lo "Siglo XXI". Para ellos sólo es admisible el libre mercado, pero no por un capricho político, sino porque en toda sociedad capitalista es necesaria la competencia y esta obviamente se ve quebrantada hasta con la menor injerencia que el Estado pueda tener en el mercado. Es la libre competencia la que les permite la estabilización de la economía mediante una tasa media de ganancia para todos los capitalistas.
Bien, es muy interesante saber que cuando el Estado pretende regular los precios "del mercado" – precios de compraventa-mediante regulaciones ajenas a su libre formación, o sea, al margen del mecanismo de la transformación de los valores en precios de producción, el Estado también desconoce que, aunque tampoco lo reconozcan los capitalistas, que ellos mismos son los propios reguladores "económicos" de dichos precios y que, en tal sentido, unos empresarios-los de mayores composiciones orgánicas o los del gran capital-les impiden al resto que vendan al valor su propia producción y los obligan a vender a precios inferiores al valor de su oferta, a condición de que los capitalistas de mayor rango económicos puedan vender a precios superiores el valor de su oferta.
Las ventajas de unos empresarios sobre otros han pasado inadvertida porque los perjudicados terminan recibiendo una misma tasa de ganancia o una ganancia media que los estabiliza y deja sin motivos para emigrar en búsqueda una mayor tasa y tampoco por lo mismo no se ven impulsado a agrandar sus empresas, a desarrollarse más y más.
He ahí la evidencia de una anquilosis económica autogenerada por el libre mercado. Ese mecanismo formativo de precios garantizadores de una tasa común es contraproducente para toda la economía del país.
En resumen, si bien el Estado se muestra intervencionista político cuando regula los precios de mercado, los propios empresarios se muestran intervencionistas económicos de los mismos.
Ocurre que para que se lleve a cabo dicha transformación de valores en precio es requisito ineludible que haya libre mercado, que los precios puedan formarse a punta de desequilibrios entre la oferta y la demanda.
Esos desequilibrios son necesarios para que a veces los precios suban en algunas mercancías, y en otras, bajen, gracias a que ora la demanda supere la oferta, ora ésta supere a aquélla. Se trata de una ley de la economía del mercado; como tal, se trata de una ley inviolable dentro del sistema capitalista.
Cuando el Estado regula precios es porque de alguna manera ha detectado que los salarios no cubren la cesta básica y que los empresarios no están interesados en mejorarlos, pero tampoco admiten la regulación de precios y se amparan en el libre mercado ya que se orientan por la rentabilidad de su capital y desconocen que su ganancia deriva de la plusvalía, a pesar de que, paradójicamente, la formación de los precios de producción (p. de mercado) está fincada, sin que ellos lo admitan, en el reparto equitativo de toda la plusvalía generada por todos los trabajadores cuando operan con todo el capital involucrado en las fábricas del caso.
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*Véase entregas anteriores mías ( Fundamentales conceptos económicos, pari passim).