Cuando se evalúa la fuerza de trabajo (FT) sólo se toma en cuenta el valor trabajo de su reposición diaria o recarga energética del trabajador, con inclusión de sus gastos familiares, su vivienda, comida, calzado, muebles del hogar y afines a fin de que se halle listo para la próxima jornada.
Y eso está bien, pero así como toda mercancía se compone de valor de uso[1] y valor de cambio, es inferible que la FT también los tenga cuando el trabajador la negocie y ceda temporalmente al productor capitalista, tal como lo hace el dueño del local o maquinaria que sean alquilados.
De manera que el valor de uso de toda FT de trabajo, como soporte de su valor de cambio, no sólo cuesta el valor de su mantenimiento diario, sino su costo por concepto de desgaste del trabajador, más allá del consumo de energía aplicada durante el tiempo actual de la jornada de trabajo.
Sin embargo, el mismísimo Carlos Marx no hizo alusión a ese componente que a guisa de capital constante interviene como costo de la FT del trabajador hasta el alcance de su adultez y capacitación como trabajador útil.
Él redujo el valor de cambio de esa fuerza sólo a un valor de cambio sin tomar en cuenta el “costo trabajo” requerido para la crianza, mantenimiento y formación del trabajador adulto que vendría a ser el portador de la FT, su soporte. Una máquina, por ejemplo, además del costo por concepto de depreciación, insume su mantenimiento y protección. Marx redujo su análisis de la FT al costo de mantenimiento y protección, pero no se refirió al desgaste o depreciación de la vida misma del trabajador.
Ocurre que todo valor de uso tiene costos como “capital contante” como la materia prima y otros costes: alimentos varios, vivienda y muebles que hayan permitido la crianza y desarrollo del trabajador antes de tener su propia familia.
Un caballo de tiro o de carga se automantiene con el pasto y agua necesarios, pero toda persona requiere o insume costos de crianza, además del mantenimiento diario. La cría y desarrollo del trabajador no ha sido tomada en cuenta en los análisis burgueses porque tampoco los tomó Carlos Marx.
Estamos, pues, en presencia de un valor de cambio de la FT que no se corresponde con el valor auténtico del costo de una canasta diaria que no sólo le permita seguir trabajando diariamente al asalariado, al margen del precio de la canasta diaria convenida hasta ahora, sino recuperar los costos de su crianza que hasta ahora sí lo ha estado tomando para sí el patrono en forma de plusvalía.
Esa incorrespondencia corrobora la mendacidad académica que representa el valor de cambio ya que el establecido hasta ahora para valorar el salario es una medida modular para la determinación de todos los valores o precios de las mercancías en general, y es una mentira que nos explicaría por qué el asalariado puede vender una mercancía que en lugar de consumir su valor de uso con su uso, por el contrario, crea más valor que el de su propio valor tasado al minimizado valor de cambio de su mantenimiento. Es como un camión de carga con capacidad para transportar unas 20 TM durante 25 años, y su dueño lo sobrecargue con unas 25 TM. Le habrá acortado su vida útil a unos 20 años.
Bien miradas las cosas, el reconocimiento del auténtico valor de la fuerza de trabajo, si bien esta resulta productiva para la sociedad, significaría que no es nada rentable usarla como fuente riqueza para terceros. Hemos estado en presencia de una tremenda mentira.
[1] “La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso” (Carlos Marx, El Capital, Libro 1, Sección 1, Cap. I)