De entrada, el proceso de producción capitalista pasa por dos (2) fases inextricablemente unidas y cíclicas: el proceso de trabajo para producir el valor de uso de las mercancías, y el de la circulación de estas en el mercado.
Mal podría un productor dejar de controlar o verse entorpecido por una supuesta demanda a la que los teóricos burgueses, o Economistas Vulgares, dan autonomía de acción al punto de haber atribuido a la demanda el mismo rango protagónico de la oferta.
Es por esa razón que la producción, su valoración y la formación misma del precio de las mercancías responden a la voluntad exclusiva de los productores.
En Economía, con propiedad, la demanda es una categoría simbólica, que si bien precede a la producción y a la oferta, no pinta nada en la formación de los precios. Los demandantes son objeto de explotación comercial y como oferentes de mano de obra, como sujetos si controlan su oferta, frenan la de sus patronos.
Ningún sujeto puede ser objeto, ni viceversa. La literatura económica nos ha engañado. Marx usó la categoría oferta-demanda porque ambas acciones son manejadas interesadamente por la Economía Política capitalista, pero carecen de toda cientificidad.
Efectivamente, la demanda se halla sobrentendida ante cualquier tipo y cuantía de la oferta. Hablar de venta subsume a algún comprador, y ante cualquier oferta también se presume posibles compradores, posibles demandantes. Por eso se establece tiendas de ofertas aunque al abrir sus puertas no haya nadie y pasen los días sin la presencia de demandante alguno. Hay ofertas fallidas, pero no demandas irrealizables; cuando se trata de alguna demanda es porque ésta ya está consumada.
Ningún cliente está seguro para los oferentes, ni siquiera de hoy para mañana, mientras que toda oferta suele ser estable, duradera. Una vez que se arme un inventario, este permanece hasta que se liquide. Tampoco hay excedentes de demanda, y cuando se mejora el poder adquisitivo de los asalariados, la oferta sube de precio porque ella permanece constante, pero bien podría acoplarse a la nueva demanda.
Veamos la siguiente gráfica:
Los productores están en capacidad potencial de satisfacer cualquier demanda a un mismo precio, el P1 de la gráfica. Sin embargo, contraen la oferta y logran subir los precios.
Esa potencialidad que tiene la producción no la tienen los demandantes porque no son protagonistas en la producción ni en la formación de los precios, salvo en la cuantía de los salarios porque en las fábricas los consumidores pueden perfectamente trancar su oferta de mano de obra que es lo que, sin mayor fuerza, vienen haciendo mediante sindicatos y protestas varias, pero que, contradictoriamente, contribuyen al encarecimiento de los precios porque toda huelga tranca la producción y las correspondientes ofertas.