La calderilla en los precios regulados

En casi todas partes, la calderilla facilita las ventas al menudeo ya que es su finalidad propia. En Venezuela ha ocurrido todo lo contrario desde que el Banco Central de Venezuela (BCV) fue engañado con la calderilla del año 2007 que supuso tremendo despilfarro presupuestario por negligencia en su directiva, omisión o incapacidad profesional.

Desde el primer día de su lanzamiento a la circulación, tales monedas fueron desechadas por un comercio cuyos precios no justificaban su empleo. Monedas y billetes resultaron inoficiosos por imprácticos.

Hoy, con la oferta de un nuevo cono que daría solución a la problemática monetaria, se vislumbra el mismo destino a su calderilla ya que si el nivel de precio deja por fuera a todas las monedas de bajo poder adquisitivo en metal o en papel, con una mercancías cuyos precios desbordan ese valor de las calderillas, ningún comercio se vería obligado a usarlas porque retardarían el tiempo de las compraventas, su contaje, etc.

Sin embargo, el uso de las monedas y moneditas podría inducirse si el empleo de esas monedas se recoge en los precios regulados y fijados en los envases y empaques de las mercancías desde sus propios centros de producción y distribución.

Hasta hoy, el uso de la calderilla y de los billetes de baja denominación sólo está representando una gran incomodidad para los usuarios de los servicios bancarios de los bancos públicos y privados.

Hoy el BCV, según dice la banca, obliga a que los billetes de baja denominación se empleen hasta para los retiros de bajo monto en las taquillas bancarias, y la banca no los usa en los cajeros automáticos porque sus dispensadoras no lo permiten técnicamente. Los usuarios deben llevar bolsas especiales para el acarreo de montones de billetes de Bs.F10 y Bs.F20, por ejemplo.



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Manuel C. Martínez


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