Históricamente, la demanda humana hasta ahora ha servido para aprovechar y consumir los recursos silvestres garantizadores de la supervivencia biológica de animales, seres humanos y vegetales en su infinita y larga cadena recicladora y fitotrófica.
Modernamente, ha servido para formular una de las especulaciones más beneficiosas que una clase social explotadora-la burguesa-ha podido concebir ora por su incompetencia para hallar el verdadero origen de la riqueza, ora por "los intereses creados", según lo diría Jacinto Benavente.
Efectivamente, los asuntos económicos del hogar, de la empresa y del país han fincado en la demanda de valores de uso la esencia y objeto de las diferentes escuelas de Economía tanto clásica como en la Economía vulgar.
En la Economía científica, macroeconómica por excelencia, es fuente de lucro de mercado, es decir, en la formulada por Carlos Marx en franca oposición a los geniales intentos de los fisiócratas y clásicos quienes no pudieron llegarle a la esencia del valor, una incógnita que recalentó infructuosamente los sesos del mismísimo Aristóteles porque fue Marx quien nos sorprendió, 2000 años después de aquél, al descubrir la verdadera fuente de la riqueza, vale decir, el valor trabajo que viene siendo el pivote o eje alrededor del cual gira la valoración del PIB[1], del tamaño real del salario, de las cuantías de la demanda y oferta capitalistas.
La demanda y la oferta resultan inservibles para nada mientras no se hallen conjugadas en una confrontación comercial. Así, una demanda de X mercancía inferior a su oferta determina los precios por debajo de su valor de fabricación, y una demanda superior a esa oferta dispara los precios de aquella mercancía por encima del mencionado valor de fábrica.
Por ejemplo, el valor de la cesta básica de los trabajadores, a los efectos de calcular su salario real, dentro del capitalismo ha sido, es y será solo una aproximación calculatoria, mientras haya competencia entre los fabricantes de la mercancía que nos ocupa y del resto de las que integran la cesta básica.
Desde luego, mientras los salarios son congelados por mediano plazo, los precios del mercado de la cesta básica son constantemente marcados por una demanda fija de los trabajadores enfrentada una dinámica oferta que a su conveniencia el fabricante y sus intermediarios dosifican de tal manera que siempre terminan enfrentándose una oferta menor y una demanda que siempre resultará mayor.
Lo que es peor, con cada mejora salarial suben necesariamente los pecios de la cesta básica y de resultas siempre habrá una oferta ralentizada que se enfrenta a una demanda recién incrementa que induce alzas en los precios y así ad infinitum.
Digamos que la fijación de salarios reales o justos acordes con el precio de la cesta básica es una ecuación irresoluble dentro de los parámetros del capitalismo. Tal es el origen de la concepción burguesa sobre la ESCASEZ como causa de los procesos económicos.
Toda la dificultad de esa falsa ciencia e inequivalencia entre salarios y la cesta básica radica en que mientras la demanda es de valores de uso, la oferta es de valores de cambio. Un yerro que ni el propio Marx pudo dejar en claro, y que nos proponemos enderezar en próximas entregas.
[1] Producto Territorial Bruto.