¿Por qué salió del juego el patrón oro?
EE. UU. debe disponer de las mejores reservas en oro por muchas razones que no viene al caso detallarlas, por ahora. Debe tener petróleo como los chinos arroz y, particularmente, se ha erigido como imperio politicoeconómico por su innegable desarrollo industrial apalancado por todos los recursos naturales de los cuales nosotros, por ejemplo, tenemos bastante y hasta para exportar como materias primas, y esto último ha sido lo más conveniente para EE. UU ya que gana dos veces: 1.- incrementa sus reservas de fuerzas productivas, y 2.- impide nuestro propio desarrollo competitivo en materia de mercancías acabadas o de consumo final.
De allí que el desarrollo industrial de cualesquiera países independientes o que logren zafarse de su mercado transnacional se yergan como peligrosos competidores de su agigantado y vulnerable capital mundial.
El capital imperial o transnacional se halla debida e inextricablemente enredado de tal manera que su dinámica impone un crecimiento equilibrado y de larga viabilidad en todas sus partes, en todos los micromercados constitutivos de su inmenso mercado mundial.
¿Qué los lleva, pues, al abandono del patrón oro inducido por ellos mismos? Veamos:
Cuando el dólar y las demás monedas nacionales valen según su patrón oro, o plata, da lo mismo porque todas las monedas internacionales son automática y libremente convertibles.
El año 1971, EE.UU. decide abandonar el patrón oro y como reemplazo obliga al resto del mundo colonizado a usar su moneda ($). Desde entonces, los países atados a la economía o comercio de los EE. UU. (USA) han visto anclado el valor o poder adquisitivo de sus monedas al valor del dólar; de allí surge la necesidad de medir su paridad cambiaria frente a esa divisa.
Digamos que, en el caso venezolano, ya nuestra monodependencia no es la del petróleo, sino la del dólar USA. Esta sola razón explica porque la baja del precio del petróleo, precio controlado inequívocamente por las grandes compañías petroleras, mismas que, por esa condición de poderosas intermediarias, suelen despacharse y darse el vuelto.
Es que de poco les serviría a EE. UU. permitir un precio petrolero elevado si su respaldo fuera en oro u otros vitales y preciosos metales. Recordemos que el precio de los energéticos lo absorbe el consumidor final.
Muy ingeniosamente, pues, lograron desde 1971, atarnos, no al oro, sino al valor del dólar, pero este valor es el que arroja la paridad cambiaria convencional que venimos evaluando por este medio.
Por ahora, la forma cambiaria convierte cada dólar en tantos bolívares como los vaya señalando la dinámica económica de cada país (crecimiento económico), al punto de que las acuñaciones de dinero o de billetes en papel y en metal pasan a devaluarse automáticamente con cada unidad monetaria adicional, como si el respaldo fuera en oro, es decir, como si esos billetes tuviera un valor intrínseco que ahora no lo tienen.
En el caso venezolano, la paridad monetaria = Cantidad de Bs. F dividida entre el volumen de dólares disponibles en el Banco Central de Venezuela. Y mientras más necesitemos circulante monetario para alimentar el mercado nacional correspondiente, más estamos hundiendo nuestra paridad frente al dólar, algo así como que mientras el dólar valga oro, nuestra moneda fuera de algún metal feble, siendo como son ambas monedas, valores fiduciarios.