Ignoramos si el gobierno diseña alguna estrategia que contundentemente acabaría con la carestía de la vida actualmente sufrida; una carestía que se ha venido desarrollando sin que dicho gobierno haya podido improvisar ni tomar medida eficaz alguna que tan siquiera medio frenara las alzas que, por el contrario, cada día vemos reforzadas con mayores incrementos y con la única y razonable justificación de que al comerciante, al fabricante y al banquero les han fallado sus variopintos conatos golpistas, y ya exhibe señales de cansancio.
Si la congelación se lleva a cabo, por ejemplo, con los precios actuales, mejor todavía ya que, por lo menos, las familias podrían empezar a planificar sus entradas y sus gastos, o sea, a arroparse hasta dónde la cobija pudiera alcanzarle, como ha venido ocurriendo desde que Dios andaba por el mundo en forma de Jesucristo.
Establecidos los precios, las posibles bajas quedarían a cargo de los propios competidores ya que para ellos seguirá privando el mercado libre, el mismo que hasta ahora les ha permitido desangrar a su clientela de la manera más pasmosamente impune, puesto que-por eso lo afirmamos-ningún comerciante grande ni mediano ni chiquirritico, ni siquiera una piche hora de "cana", por ahora, ha sufrido.
Significamos con ello que la competencia hasta ruinosa que no dudarán en practicar los conduciría a la baja deflacionaria que tanto espera esta millonada de gente que eligió a los actuales gobernantes encerrados ahorita en la Asamblea Nacional Constituyente, con una Directiva que, al parecer, no tiene muy clarito qué pasa en nuestro país, qué impulsó tan acertadamente al Presidente Nicolás Maduro a tomar la iniciativa que nos ocupa.