De entrada: con subsidios no se mejora la productividad. Como debe saber un buen revolucionario marxista, sólo el perfeccionamiento y la educación teoricopráctica pueden incrementar la productividad de los trabajadores, además de competencia intercapitalista que logre ampliar sus mercados particulares.
Los subsidios a la empresa privada son asimilables a préstamos de capital que podrían recuperarse con una elevada productividad del trabajador involucrado y con unos precios derivados de costos de producción asequibles a la sociedad del Estado que opte por esas ayudas. El capitalista no rentista ni parasitario debe estimular tales mejoras productivas.
Los subsidios en Venezuela han resultado asaz contraproducentes en varios sentidos: Buena parte de los dólares baratos recibidos por la empresa privada terminaron convertidos en chatarras y fugados al exterior.
Como esos beneficiarios han sido empresarios de apariencia jurídica y no económica ya que en su mayoría han sido empresarios rentistas y parasitarios, el interés por disminuir costes para abaratar el costo de las mercancías y hacerlas competitivas fue en vano por parte del Estado.
Frente a ese error, el empresario sólo bien aprovechándose del Estado para efectuar uno de los desfalcos masivos del Presupuesto Nacional a través de unos precios especulativos que les ha permitido drenar hacia las arcas de fabricantes y comerciantes las ingentes sumas presupuestarias de salarios burocráticos y pensiones.
Ente esa realidad, los CLAP vienen a recoger acciones fabriles y comerciales con beneficio para las familias de medianos y bajos ingresos, y para la economía nacional.
Por una parte, los CLAP permiten una elevación acelerada de la productividad de sus trabajadores, con lo cual no sólo se alcanza lo que se buscaba con el subsidio a aquellos empresarios maulas, sino también podremos competir con otros países con nuestros bajos costes de producción y bajos precios no subsidiados, sino económicamente alcanzados por nuestra mano de obra mejor educada, mejor organizada y con una nueva concepción del trabajo.
El comunero y productor de los CLAP, podríamos decirlo, ya no trabajan para vivir sino que viven para trabajar, uno de los más exquisitos principios del socialismo en construcción.
Hemos estado exportando buena parte de nuestra producción sin tener beneficio alguno; todo lo contrario, se ha exportado el producto subsidiado lo que ha servido para drenar nuestra moneda ye implantar una hiperinflación que amenaza con regresarnos a etapas ya superadas en cuanto a hambre, y de lo cual sólo saldremos con la ampliación y perfeccionamiento de los CLAP. Las llamadas cestas básicas deberán ir sincerando los precios de costo, estimar una ganancia estatal que tome en cuenta los precios referenciales del mercado exterior y hasta competir , pero no con subsid
i
os que tanto da
ñ
o le han causado a la Economía nacional. De poco sirve una producción que sólo opere a punta de ayudas del Estado: lo hemos sufrido, lo vivimos viendo.