La ignorancia sobre el sistema capitalista sigue acompañándonos. La piratería brilla por su presencia en las opiniones, juicios de valor y asesorías supuestamente profesionales montadas en refritos y lecturas ligeras sobre El Capital, de Carlos Marx.
Muchos han sido los fallidos conatos de regulación de precios por parte del Estado burgués cada vez que la carestía de la vida y la desigualdad económica hacen crisis en las sociedades enredadas en el modo capitalista de producción.
La efectividad de tales regulaciones no ha pasado de traducirse en ineficaces multas. Ocurre que somos o no somos capitalistas porque no se puede ser socialista a medias como tampoco capitalista a la mitad; podría ponerse un traje u otro, pero es imposible vestirnos con ambos al mismo tiempo. Funciona muy mal el uno y el otro, y esto es lo que estamos sufriendo por ahora.
Cada vez que el Estado regula o subsidia una mercancías con la noble finalidad de que los más insolventes puedan acceder a esa mercancía, inclusive aunque el Estado sea el intermediario de las mercancías reguladas, tales regulaciones terminan siendo burladas porque la corrupción y la compra de la mercancía regulada al beneficiario para su reventa ajustada al precio del mercado libre forman parte intrínseca del libre mercado.
Debemos, pues, definir qué debemos entender por libre mercado.
Es un asunto tautológico decir libre mercado y decir corrupción en las posibles regulaciones de dicho mercado. En toda sociedad burguesa la tendencia de las personas es descubrir en las mercancías alguna forma legal o informal de compravenderlas para obtener alguna ganancia.
De manera que las mercancías subsidiadas ofrecidas en los comercios o en las flamantes bolsas y cajas CLAP son blanco fácil de corrupción porque se trata una fuente potencial de ganancias que suele practicar hasta el mismo beneficiario.
Así, el beneficiario de una caja CLAP, si no consume leche y esta viene en la caja la ofrecerá al precio de mercado y sobrará quienes se la compren porque este tipo de mercancías reguladas suelen ser muy escasas en todo mercado regulado.
Digamos que la escasez que presentan las mercancías reguladas es inducida por la misma regulación. El más perfecto regulador de los precios de las mercancías es el productor quien, cada vez que en el mercado se exceda la oferta, él opta por restringir la suya.
Los CLAP son la expresión venezolana más acabada hasta ahora de regulación de precios y de allí su precio de aprox. 10% del su precio de mercado. En consecuencia, no podrá faltar quien asuma que se trata de una mercancía susceptible de compraventa en el mercado, sobre todo en una sociedad como la nuestra donde pulula todo tipo de indocumentado, de personas sin formación ciudadana bolivariana, extranjeros que hacen vida en nuestro país con el solo interés de comprar billetes o mercancías subsidiadas para exportarlas.
Corolario: las regulaciones de precio y los subsidios son una variante del libre mercado en cuanto suponen mercancías más baratas susceptibles de ser revendidas, con lo cual las regulaciones y los susidios no pasan de ser un aliciente para el acaparamiento y la corrupción, máxime cuando-caso venezolano-las sanciones al infractor brillan por su ausencia por causa de una mal manejada política de respeto a los derechos ciudadanos aunque estos sean delincuentes de 7 suelas.