Dadas las actuales circunstancias, el Estado debe ajustarse a la especulación de precios ya que no hay libre competencia. La idea de los precios acordados es una verdadero acierto en vías de liberar el mercado y frenar las subas de precios arbitrarias de un comercio tradicionalmente especulador.
Es un hecho que los ajustes que el Estado tiene que hacer en materia de salarios mínimos se va devolviendo a los empresarios privados por aquello de las Prestaciones Sociales.
En Economía Política marxista se define el salario como el valor monetario de la cesta básica, y en cuanto a salario mínimo, lo define la ley (LOTTT) sobre esa misma base teórica que no es taxativamente marxista sino que responde a aquella paga que garantice el sustento mínimo de la vida familiar del trabajador medio, según su capacidad técnica aplicada durante una determinada jornada semanal y diaria.
Aclaremos que una cosa es el salario cuantificado y enterado en dinero-es un costo de producción-, y otra cosa es el valor en precios del mercado de las mercancías propias de la cesta básica. Ambos valores monetarios no reflejan el valor trabajo ni el costo de las mercancías.
El salario sólo paga el tiempo necesario para crear el valor o precio de la fuerza de trabajo. El precio de mercado de la cesta básica en valor dinero es el que el mercado fija al margen del valor o coste de producción, aunque en el mercado se paga con mayor aproximación el costo de producción de las mercancías porque estas contienen plusvalía, mientras con el salario sólo se costea y paga el valor de la fuerza de trabajo y no el valor del trabajo creado durante la jornada.
También son cosas muy diferentes el valor de cambio de una mercancía a nivel de fábrica, y el precio de cambio o precio de mercado que reciba en éste aquél valor de cambio.
El valor de cambio que está agregado a toda mercancía-componente económico-valor soportado por su valor de uso-componente natural-, es una categoría estrictamente perteneciente a la fabricación de las mercancías, son valores productivos de costo, mientras que ese valor de cambio suele trocarse por valores de mercado que usualmente se diferencian cuantitativamente de aquél.
Por eso, en realidad las comparaciones de los valores de la producción con los precios de mercado resultan incompatibles a primera vista porque el valor de cambio de las mercancías o valor trabajo empleado en la fabricación de una mercancía cuantifica esfuerzos, trabajo, mientras que los pecios de mercado aprecian utilidades de los valores de uso. Aquel valor trabajo es objetivo y el precio de mercado es netamente subjetivo.
Cuando Marx distingue y da a las mercancías dos tipos de valores, el de uso, tangible y de origen físico, y el valor de cambio inaprensible, aquél palpable y este invisible, deja abierta la posibilidad de que sea el mercado el que, gracias a la libre competencia, dé cuenta de que valores tan disímiles como son los valores de uso puedan intercambiarse en diferentes proporciones con arreglo al costo de producción y como resultado de que se vende valores de uso a una demanda que está dispuesta a pagar el precio que le imponga el mercado, un precio normalmente subjetivo para la utilidad que es algo subjetivo, y de allí que sea le mercado el único balanceador de los precios atípicos tanto por encima del valor de costo como por debajo de este.
En el caso del trabajador burocrático, como el Estado monopoliza su contratación, puede y debe ajustar los salarios mínimos al precio del mercado de la cesta básica, independientemente de que en este reinen o no precios exagerados ya que sólo la libre competencia cia daría cuenta de acercar el valor de cambio de fábrica al precio de mercado de ese valor de cambio. Mientras no haya competencia de precios, el Estado debe ajustarse a las especulaciones.
Resulta curioso que los trabajadores de la empresa privada no han declarado huelgas parciales para que sus patronos se pongan de acuerdo y frenen sus especulaciones de merado o sean ellos los que ajusten sus salarios y no el Estado.