La teoría del valor trabajo, ya descubierta por los clásicos y perfeccionada por Carlos Marx, hoy está sometida a la más contundente revisión.
Los teóricos más furibundos de su negación, los hoy conocidos como Economistas vulgares o nada científicos sino simples prácticos de costes y aspectos técnicos de todos los procesos de trabajo, siempre han sostenido que los trabajadores asalariados no son explotados en fábricas y comercios, que el salario paga su trabajo, y que toda ganancia se crea en el mercado luego de saltarse todos los obstáculos propios de la oferta-demanda.
Hoy en Venezuela estamos viendo cómo los precios de las mercancías no guardan relación alguna con los costes de producción. Ante esta realidad comercial, debemos trasladar la fuente de la explotación de los trabajadores, de la producción al mercado, y afirmar que los asalariados son explotados en el mercado cuando estos se ven obligados a pagar precios especulativos que a todas luces no son calculados como expresión del trabajo que haya costado producirlos[1].
Esta nueva teoría de la fuente del valor o de la ganancia, que hace ricos a los capitalistas y mantiene en la pobreza a los trabajadores, o sea, a los dueños de los medios de producción y a los asalariados respectivamente, no choca con los costes de producción, sólo que estos sólo sirven para cuantificar los márgenes de ganancia.
El capitalista calcula sus costes de antes de llegar al mercado y luego los compara con los ingresos producto de sus ventas. Ingresos menos costes = ganancia, la fórmula más sencilla para conocer si ha ganado y su cuánto. No en balde el comercio y la producción de cualquier mercancía siempre ha estado al alcance de hasta de los niños.
Los capitalistas, grandes, medianos y pequeños suelen sentirse orgullosos de sus habilidades para vender bien caro lo que les haya costado bien barato: los procesos técnicos se lo dejan a las máquinas, a los trabajadores, o sea, se desentienden de la producción y se dedican al comercio.
Los teóricos de la Economía burguesa se dedican al estudio y control de los movimientos del patrimonio empleado como costos de producción y a compararlos al final con lo que sea valorado por el mercado como única fuente del valor, sin pasar por el engorroso análisis marxista de costos y plusvalía.
Digamos que los hechos derrumban cualquier teoría que diga lo contrario por bien formulada que se halle.
[1] En Venezuela, un cambur está costando más de Bs.F 1.000, a pesar de que su producción es prácticamente silvestre. Recordemos que musáceas son yerbas, uno de los pocos fósiles vivientes que han sobrevivido