Partamos, pues, de que la fábrica misma es para el capitalista el mercado principal donde hallar y comerciar con la mercancía más importante para sus intereses personales como valor de uso, a diferencia de las materias primas y demás medios de producción que sólo se hallan fuera de aquella[1].
Efectivamente, en ese mercado el vendedor entra como un trabajador carente de medios de producción, pero dueño de su única mercancía = su fuerza de trabajo.
Sólo los socialistas y la gente humanitaria por excelencia sentimos pena ajena por este tipo de transacciones comerciales. Ir a tal mercado llamado fábrica es asistir con nuestros pasos contados para enfrentarnos a un comprador social y humanamente insensible por naturaleza propia y quien sólo y a duras penas nos pagará posféstum-después que le hallamos entregado nuestra fuerza de trabajo a su entera conveniencia y extremo control de calidad, nuestra preciosa , real y valiosa mercancía, a un precio = salario que se ajustaría a la prevista[2] rentabilidad que ese comprador ya conoce de antemano, mientras el salariado, además de entregar la mercancía por adelantado-su fuerza de trabajo-, deberá ir a la parte externa del mercado donde, complementariamente, el intermediario de las mismas mercancías fabricadas por los trabajadores hará de las suyas en las mismas y leoninas o peores circunstancias comerciales que las practicadas por los capitalistas fabriles.
Este tema continuará.
[1] Eso lo señala Marx, El Capital, Libro I, .Cap. XIX, p. 512 Nota 2. Editorial Cartago. Es oportuno destacar que este libro de texto fue importado con un mar de imprecisiones, pero que, para no perderlo fue exportado para Venezuela como tantas otras mercancías chimbas a las que el importador venezolano terminó acostumbrándonos sin el menor control de calidad por parte de los irresponsables e indolentes gobiernos.
[2] Es tremenda mentira que los fabricantes y comerciantes corren riesgos como así señala la Economía Política Vulgar. Por el contrario, el trabajador se arriesga a recibir una paga con moneda devaluada, y a recibirla sólo después que haya trabajado durante la jornada prevista en horas y cierto número de días a los que, como si fuera poco, su patrono tampoco pagará como es debido ya que-caso venezolano actual-suele pagar con triquiñuelas contables legales y leguleyescas o sobre la base legal contentiva de gazapos muy bien calculados para que así se cumpla las leoninas transacciones burguesas de compraventas: pagar al mínimo y revender al máximo.