Crisis de distribución = efecto del presente modo capitalista

Curiosamente, ​siempre ha sido más expedito fabricar que colocar las mercancías. Las crisis son más frecuentes en la distribución que en las fábricas. Es que cada crisis del modo de producción y de distribución de la riqueza creada por los trabajadores y adueñada por fabricantes y distribuidores (empresas privadas capitalistas) como la presente crisis, deja ver a las claras que tal sistema carece de sentido humanitario, carece hasta de lógica porque los menos que podrían padecer de escasez de los productos básicos son los trabajadores, mismos a quienes hoy, a pesar de estar trabajando diariamente en las empresas burguesas, les impiden llagar a sus correspondientes fábricas y demás empresas comerciales (encarecimiento y mal servicio del transporte privado), encarecimiento de las mercancías que el pueblo produce[1].

Por tales y otras razones no menos irrebatibles, los saqueos no son otra cosa que una redistribución donde también los trabajadores son coprotagonistas, en estos casos, de la distribución de una riqueza que en principio y ECONÓMICAMENTE[2] le pertenece al pueblo porque es su creador original, y como tal debería ponerle precio a su trabajo y no que lo haga el patrono, el capitalista.

Los patronos, dueños de locales y galpones deberían ser bloqueados para que no entren ni salgan de dichas galpones y oficinas ni de sus lujosas casas hechas por obreros-los arquitectos no son constructores, ni los ingenieros, porque no saben ni pegar un bloque-y no los trabajadores que tampoco pueden salir de sus humildes viviendas porque a ellos trabajadores los tratan muy mal, o sea, serían los fabricantes y comerciantes que son en número mucho menores quienes deberían sufrir esta crisis porque son ellos lo que golpean a los consumidores y se olvidan que son estos quienes templan el acero en fábricas y comercios.


[1] Eso explica el énfasis que pone la literatura burguesa en elogiar y abogar por el individualismo de los profesionales y técnicos en general ya que sólo así los trabajadores explotados terminan creyendo que es normal que unos se salven y hasta enriquezcan y que lo demás de hundan en su ineptitud administrativa y personalísima que les impide coparticipar en el reparto del gran botín que significa el PIB y ganancias de cada empresa. Es oportuno señalar que las gramáticas que hasta ahora hemos conocido revelan, recogen y convalidan el individualismo: basta con conjugar sus verbos donde la primera persona alude a su propio ego. Andrés Bello, calificado como héroe por la literatura burguesa, fue un excelente corroborador de tal individualismo con su ensalzada Gramática. No en balde Rafael Caldera enriqueció su currículo con su obra donde elogia a Andrés Bello, pero se cuidó de nombran en ningún momento a Don Simón Rodríguez. Los paraninfos de las universidades apropiadas por la derecha sólo exhiben a ese autoexiliado personaje cuando vio que los movimientos independentistas de Simón Bolívar iban en serio.

[2] Decimos económicamente porque este tipo de derecho es de perogrullo el único que se apega a una realidad que no puede negarse: todo aquel que crea un bien con su fuerza de trabajo es el principal y único dueño de su producción. El sistema capitalista parte de que los medios de producción-la tierra y sus derivados-les pertenecen según documentos o papeles elaborados por abogados proburguesa o de la pequeña burguesía, razón por la cual los Estados capitalistas suelen graduar tantos profesionales en esa especialidad sin importarles después cómo aplican el Derecho que les sirve de guía y manual de sus actuaciones contractuales en general tanto civiles como laborales. Digamos que los asalariados deberían producir y luego fijar el precio de su creación, según los precios del adorado mercado.



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Manuel C. Martínez


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