Por definición tradicional, ahorrar es dejar de consumir100% nuestra renta para la satisfacción de necesidades básicas y hasta suntuarias, es decir, en valores de uso finales o no productivos de otros bienes. Sólo ahorrando podemos crear reservas y ampliar nuestra riqueza actual.
Los ahorros son acciones económicas sólo factibles para los tacaños y para quienes reciban rentas holgadas. Los pobres no suelen ahorrar porque sus miserables rentas se lo impiden. Ahorrar pasa por ser solventes en cada momento de neutras vidas.
Sobre esa base, nos permitimos calificar la crisis actual sufrida por Venezuela como sui géneris en el sentido de que nos estamos comiendo 100% de las rentas familiares, como trabajadores, inclusive los de mañana mismo, tan necesarios para cubrir sus correspondientes e inmediatísimas necesidades cotidianas[1].
Expliquemos esta terrible tragedia económica harto difícil de digerir superficialmente, exclusión hecha cuando es para alimentar programas informativos de carácter básicamente políticos y propagandísticos:
Hablar de guerra asimétrica económica no convencional podría definirla sólo como primera aproximación.
En el caso de los Petros, un recurso financiero al que echó manos el Estado para hacer frente a la escasez de dólares y a su humillante dependencia de insumos extranjeros, dada la inoperancia de la respuesta nacional que durante más de 100 años optó más por el comercio que por la industrialización capitalista, en el caso de los Petros, decimos, ellos traducen ventas a futuro del petróleo y otros recursos duraderos de los que dispone la nación soberana, pero que por su abundancia no representa mayores riesgos de desahorro, como sí lo hacen los presentes ahorros que estamos dedicando al consumo de la cesta familiar, como si fuéramos auténticos recolectores de renta y no productores y reproductores de la misma.
Ocurre a diario que es necesario y conveniente gastar todo lo que nos caiga como renta para consumirlo en bienes de la cesta básica, toda hoy mismo ya que nada hace pensar que mañana no amanecerán más caros, que el resultado de no gastar hoy la reserva de mañana sería una rara especie de ahorro negativo
Y concluimos sugiriendo que la peor opción sería comprar mañana menos de lo que hoy con la misma renta pudiera adquirirse.
Po supuesto, los arraigados hábitos de consumo nos ha llevado a comprar hoy sólo lo más inmediato a fin de contar con alguna reserva para emergencias o imprevistos. Bueno, esos hábitos hay que ir abandonándolos ante este terrible e inocultable saqueador comportamiento de un libérrimo mercado frente al cual las medidas del Estado son de efectos mediano y largoplacistas, pero deja sin ofrecer y aplicar medidas eficaces y eficientes para los males económicos de corto plazo.
[1] No confundir este desahorro familiar con agotamiento de nuestras reservas naturales empleadas como respaldo para el Petro, hoy, y ayer con oro, plata, cobre, nickel; es que hemos estado comiendo esos "ahorros" desde que otorgamos la primera concesión a extranjeros que se lo llevaban todo porque los pocos dólares que nos pagaban como regalías e impuestos se los retornábamos con la importación de toda esa bisutería industrial que les hemos importado.