Nos hemos mal acostumbrados a la diferenciación técnica del trabajo como elemento diferenciante entre las fuerzas de trabajo como si la energía de cada caso no fuera el único denominador común que tienen los trabajadores y los valores de uso que elabora cuando dicha fuerza de trabajo es aplicada a esta o aquella materia prima con estos o aquellos otros medios de producción.
Las diferentes fuerzas de trabajo responden al tipo de materias primas que se esté procesando y a los demás medios de producción correspondientes. Las fuerzas de trabajo son valores de uso potenciales, valores de uso que aparecen como propiedades útiles luego de que tales fuerzas sean aplicadas. Digamos que de las fuerzas de trabajo nos interesa su uso, ese uso que tiene la particularidad de crear valor.
Como tales, al resultado de la aplicación de las fuerzas de trabajo se le mide cuantitativamente: no es lo mismo una fuerza de trabajo ocupada durante 4 horas que la misma fuerza ocupada durante 8 horas, tiempos durante los cuales los valores creados son de diferente cantidad. No debemos confundir horas de trabajo con el resultado de su aplicación.
Lo que hace diferentes a las fuerzas de trabajo, como mercancías, son la cantidad de tiempo que estén aplicadas o en funcionamiento productivo, y lo que puede distinguir a un tipo de fuerza de otra es, además, la ingesta que repone al propietario de dicha fuerza. Suele costar menos educar y criar a un trabajador simple que un trabajador técnicamente mejor preparado y alimentado, pero ni aun así ningún trabajador puede ganar más salario que otro cuando trabaja en equipo ya que el carácter complementario de dos o tres tipos de fuerzas de trabajo arroja siempre un valor medio productivo que debe ser aplicada a cada trabajador ya que ninguno de los tres podría funcionar sin el concurso de los otros dos.
Los seres humanos son entes integrales; no así las máquinas que son conglomerados de partes que, aunque estructuradas, la ausencia de una deja incólume al resto, pero no es así con el trabajador: una ingesta deficiente lo enferma integralmente.
Precisamente, cuando en Venezuela un litro de aceite para automotores está costando más de 1 millón de Bs.F es porque sin aceite el vehículo que valga cientos de millones de Bs.F-a esa escala-no funciona, e igual debería ocurrir con la gasolina: sin esta, ningún vehículo, por costoso que sea, puede marchar. En tales casos, se deja a un lado como valor de uso, y se considera sólo sus valores de cambio.
El resultado de semejante mala costumbre es que a unos trabajadores se les aprecia más que a otros, no sólo en cuanto a la cantidad de valor que agregan con su trabajo, sino en cuanto a su personalidad. Así, se diferencia a unos trabajadores dentro de la empresa, por ejemplo, se les llama "empleados", y a otros simplemente "obreros", al punto que en esa diferenciación hay una pesada carga peyorativa.
De partida, se usa la fuerza de trabajo como un valor de uso consistente en trabajo, o sea, en capacidad para transformar materias primas en bienes satisfactorios de diferentes tipos de necesidades, con la ventaja de que esta capacidad, común a todas las fuerzas de trabajo de todos los trabajadores, es el único factor común entre ellas permisivo de los intercambios entre bienes o valores de usos diferentes en cuanto a su utilidad.
De aquí que los valores de uso se diferencien cualitativamente, mientras los valores de cambio que los acompañan se distinguen sólo cuantitativamente. Así, decimos 1 pan y 1 vaso de vino, o 2 panes, 3 vasos de vino.
Allí, pan y vino son bienes diferentes como valores de uso, pero 1 pan sólo se distingue por su cantidad de 2 panes. Cuando decimos 2 panes nos referimos al valor de esa cantidad de valores de uso, cantidad que puede perfectamente resultar = diferentes cantidades de otros valores de uso de los cuales se hace abstracción en los intercambios.
Al comprador le resulta indiferente pagar 1.000 Bs.F por 1 cambur que pagarlos por un vaso de agua, o sea, 100Bs.F = 1 cambur = 1 vaso de agua. Estos tres valores de uso, diferentes a ojos vistas, resultan equivalentes como valores de cambio.
En el mercado privan los valores de cambio; estos se alejan del valor y este se trueca en precio, y en los intercambios resulta indiferente si se trata de papas o de libros, de zapatos o de sombreros, todas esas mercancías son valores emanados de la producción por diferentes que sean como valores de uso.