El dinero cobra la mayor importancia con el comercio desarrollado a raíz de los descubrimientos de los siglos XV y XVI de esta era. Las transacciones por trueque quedaron atrás un rato largo.
Sin embrago, comerciantes y clientes se cuidaron siempre de que ese dinero usado como mercancías equivalencial universal o valor equivalente del valor relativo de los bienes elaborados por el trabajo humano, tuviera un valor per se.
El oro fue en principio el metal que mejor se ajustó a esa imperiosa necesidad. Tener monedas de oro era disponer de cualesquiera mercancías según determinadas proporciones.
No obstante, empezaron a confrontarse problemas con la escasez natural de oro; se adoptaron otros metales preciosos, pero, de todas maneras, aparecieron dificultades por aquello de las falsificaciones y adulteraciones en el tenor de los correspondientes metales. Todo eso revelaba que el trueque, el canje pelo a pelo, jamás ha perdido su fidelidad cambiaria.
En las haciendas era frecuente que los hacendados dispusieran de una suerte de economatos-los tienen las petroleras-para que los trabajadores no tuvieran que ir a las ciudades a abastecerse de su cesta básica.
La provisión de ropa y zapatos que por contratos colectivos han logrado los trabajadores para que el patrono los provea son, pudiéramos decirlo, vestigios de que muchas mercancías no tienen por qué pasar por intermediarios para llegar la consumidora final.
Es más, los primeros fabricantes eran sus propios detallistas; luego el desarrollo de la producción y la necesidad de capital abrió la posibilidad de que la distribución corriera a cargo de intermediarios con capitales propios como hasta ahora se ha manejado. Los fabricantes despersonalizaron la distribución de sus mercancías.
Hasta 1971 las monedas y los billetes representantes del dinero tuvieron respaldo metálico y propiamente oro a los efectos de transacciones internacionales, las del llamado Comercio Exterior. De esa fecha para acá EE.UU. impuso la moneda fiduciaria.
La experiencia actual venezolana, jamás antes vista salvo en los campos de concentración nazis, nos ha conducido a la necesidad de que el salario deje de ser valor equivalente del trabajo aportado por los salariados. Por eso hemos sugerido la práctica de los economatos fabriles, suerte de CLAP de la empresa privada.
Con la escasez de efectivo, muchos taxistas están recibiendo el pago en especie: arroz o mercancías afines que a ellos mismos les cuesta conseguirlas. Con los CLAP, muchas personas truecan algunos bienes que no son de su consumo regular.
En otra entrega, ya publicada, señalo que el tiempo de trabajo necesario para reponer el salario en dinero fiduciario se ha reducido a minutos de la jornada, de manera que prácticamente el asalariado está trabajando sólo para el patrono dado el alto porcentaje absorbido por concepto de plusvalía relativa.
Veamos el presente ejemplo numérico:
Salario mínimo (SM) 2018 = Bs. F 2.555.500/mes
S. M. / 20 días de labor al mes = 127.775 Bs. F/día
Salario mínimo hora = Bs. F 15.972. Con este dinero apenas podría comprar 1 plátano de tercera, o 1 pan de piquito, pero un panadero produce en una hora mucho más que el valor de ese pan de piquito.
De manera que podemos estimar en 1/4 hora para la reposición del salario mínimo por hora, y entonces la plusvalía relativa asciende = 3.100% = 7,75/0,25.