El 20 de agosto de 2018 entró en vigencia la segunda reconversión monetaria -en 139 años de historia- del bolívar venezolano. Esta acción iba enmarcada en un ambicioso Plan de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica que buscaba acabar con la voraz inflación que destruía -y destruye- el poder adquisitivo de la clase obrera criolla y estabilizar, de una vez por todas, una desastrosa situación que había perdurado por un lustro. La guerra económica orquestada desde la Reserva Federal yanqui y el Fondo Monetario Internacional, ha infligido un daño considerable a la paz ciudadana y ha llevado el ingreso crematístico promedio del venezolano a cotas críticas de depauperación. El propósito de la novel reconversión era revalorizar nuestro signo monetario y ancorarlo al petro, nuestra criptomoneda basada en una materia prima como el petróleo. En su génesis, el Bolívar Soberano era la moneda más robusta del planeta al estar asociada a más de 300 mil millones de barriles de hidrocarburos, es decir, a los yacimientos de oro negro más vastos del orbe.
El ajuste dinerario de marras o la nueva escala de denominaciones contables y de cambio que arrancó el 20 de agosto de 2018, estipulaba la eliminación de cinco ceros de la unidad de cuenta pretérita y la introducción de una novel familia de billetes. Uno de los objetivos de la reconversión era destrabar la crisis de liquidez o efectivo, además de impulsar una inédita era donde el trepar de importes fuese neutralizado y se cimentara un equilibrio perentorio en el ámbito económico local: el salario mínimo se acrecentó 59 veces y éste se fijó en medio petro (Bs. S 1.800 para la época), aparte de abrirse un abanico de alternativas de ahorro para las masas que iban desde hacerse del mentado criptoactivo hasta la adquisición de minilingotes áureos. En adición, el Gobierno Bolivariano se comprometía a abonar el diferencial del estrenado devengo básico a los empresarios, por un lapso de tres meses, con lo cual se les arrebataba a estos el pretexto de incrementar los precios con el fin de amortizar sueldos. La estrategia fue magistral y prometía bastante, sólo que no se contaba con la miserable capacidad de nuestra clase empresarial-comerciante de burlar a la autoridad y las leyes, en su búsqueda pertinaz de márgenes de ganancia cada vez más groseros. De hecho, la política de "precios acordados" cayó en saco roto porque desde nuestra candidez revolucionaria partimos de una falsa premisa: que la "buena fe" de los sempiternos hampones ayudaría a la estabilización de importes. ¡Craso error! Luego de sucesivas modificaciones, los precios consensuados demostraron ser un fraude puesto que nadie los respetaba.
No basta con tener la moneda más sólida del planeta, su valor hay que cuidarlo y defenderlo de los ataques del imperialismo y sus lacayos locales. La clase empresarial-comerciante venezolana ostenta los márgenes de plusvalía más aberrantes del planeta, con rangos que van desde 300 hasta 100 mil por ciento. La legendaria excusa que esgrime la oligarquía para justificarse en la usura, desde 1983, es la elevación en la cotización del dólar estadounidense, lo que arguye con total "caradurismo" con o sin control de cambio, con o sin banda de flotación. En efecto, cuando criticamos en 2018 la propuesta de dolarización de Henri Falcón, que se vendía como la panacea, pronosticamos algo que sucede en nuestros días: la "inflación" en billetes verdes. O sea, que de nada serviría que tuviésemos al engendro de la Reserva Federal como unidad de cuenta y de cambio, debido a que los precios continuarían su encumbramiento criminal en "verdes". Es que así adoptáramos la libra esterlina, el franco suizo, el yuan chino o el yen japonés, los capitalistas criollos no dejarían de manipular al alza los guarismos de sus baratijas y sacar hasta el último céntimo a la clase trabajadora. Por desgracia, nuestro Gobierno Bolivariano cree todavía que se puede confiar en una caterva de parásitos que ha vivido de la renta petrolera por décadas y no ha aportado nada al desarrollo de una pujante industria nacional.
Es así como a menos de un año de vigencia, la segunda reconversión del bolívar se perfilaba como un rotundo fracaso y por culpa nuestra: al no controlar los precios y no aplicar todo el peso de la ley a los especuladores, el poder de compra del Bolívar Soberano se fue horadando y las piezas de uno y 50 céntimos de Bolívar Soberano, tuvieron la vida más efímera de nuestra historia numismática vernácula. Para los amigos del exterior, a continuación desplegamos una aterradora muestra de la obscena depreciación inducida de nuestra moneda en un período de 365 días: en agosto de 2018, un pasaje superficial urbano costaba Bs. S 1 y en agosto de 2019 se hallaba en Bs. S 500. C'est-á-dire, con el billete de extrema denominación del nuevo cono se sufragaban 500 periplos en el transporte público citadino, en agosto de 2018, pero un año después éste apenas cancelaba uno. ¡Una locura! A los pocos meses de su puesta en circulación, el folio con la faz de El Libertador fue rebasado por la orgía de precios desbocados y nos hemos visto obligados a emitir rectángulos -de emergencia- de Bs. S 10.000, Bs. S 20.000 y Bs. S 50.000. Un vergonzante escenario de improvisación que pudimos haber evitado con medidas drásticas contra los ladrones de cuello blanco. Mientras tengamos a ministros que platiquen de "burguesía revolucionaria" o dirigentes del PSUV que tartamudeen ante el reclamo de controlar los precios, nuestro proceso bolivariano continuará reculando en el brutal campo de batalla de la economía.
En agosto de 2018, el dólar oficial se equiparó al ilegal en Bs. S 60 y éste último continuó su ascenso artificial que lo ha colocado en picos de Bs. S 26.388,02 para el 30/10/2019, lo que representa una variación de 43.880,03% en 14 meses, sin justificación alguna. Para más inri, el marcador del BCV -desde hace varios meses- se ha dado a la tarea de "perseguir" al baremo de Cúcuta y esto ha significado una desvalorización de 776,54% -del bolívar- desde febrero (Bs. S 3.010,47) hasta el sol de hoy (Bs. S 26.388,02) [*]. Ello ha hecho mella en el poder adquisitivo de la masa obrera y, de manera peligrosa, ha convalidado una estimación apócrifa del billete verde. No obstante, todo lo pretérito ha derribado dos falacias de la verborrea neoclásica de la oh-posición y sus aliados de la clase empresarial-comerciante: a) la libre flotación no detiene la subida del dólar en el mercado negro, al contrario, la agrava; b) una mayor oferta de dólares no evita el incremento de su tasación y ello pone en entredicho que el ascenso de la cotización obedezca a la ley de la oferta y la demanda. En este último punto valdría la pena explicitar un poco lo siguiente: si ya se despenalizó la tenencia de moneda extranjera, en especial de dólares, y más personas tienen acceso a ésta como método de pago de bienes y servicios, lo cual da al traste con la supuesta "escasez" denunciada por los economistas apologistas durante la legislación previa, ¿por qué demonios continúa disparándose la valía del "George Washington" en la frontera colombo-venezolana? ¿No demuestra lo anterior la aberrante manipulación ejercida sobre este baremo con insidiosas pretensiones desestabilizadoras? Lo cierto es que el contexto actual nos remonta al período 1993-1995, época en la que hubo en Venezuela la alternancia del mercado libre de divisas y el control de cambio, lo que no detuvo el naufragio del bolívar que en mayor medida se hundió durante la vigencia del mentado "mercado libre": 108,88% entre enero de 1993 y julio de 1994. En realidad, el fulano "dólar paralelo" es una invención de los capitalistas locales para lograr ganancias inconmensurables a través del arbitraje, ya que adquieren dólares al Estado a un precio determinado y después los revenden por encima de su estimación inicial a terceros, lo que conduce a comprar más billetes verdes (con los bolívares de la "ganancia") y reeditar un ciclo sin fin. ¡Así ha sido desde 1983!
EL LABERINTO DEL BCV, LA INACCIÓN DE NUESTROS ORGANISMOS Y LAS PROPUESTAS
En su afán de pisar los talones al dólar "narco", el Banco Central de Venezuela (BCV) se ha entrampado en su infortunada estrategia, puesto que al intentar "nivelar" ambas cotizaciones (la oficial y la ilegal) éste entra en una inverosímil competencia con los delincuentes de Cúcuta y -para colmo- los avala. ¡Insólito! La directiva del máximo ente emisor se ha metido en un laberinto del cual no puede escapar, debido a que -haga lo que haga- el indicador paralelo no detendrá su escalada a pesar de los repliegues circunstanciales. ¿A qué juega el BCV al intentar ser la "sombra" de los timadores de la frontera? En nuestra humilde opinión, ello es una manera de torpedear la credibilidad del Gobierno Bolivariano. En ídem dirección, al Ejecutivo no elevar el monto del salario mínimo para complacer a los monetaristas que señalan dichos incrementos de emolumentos como la causa de la atroz inflación, éste (el Gobierno) degrada el poder adquisitivo de las masas (**). Ante lo pretérito, los bonos periódicos a través del Sistema Patria son ayudas que -por desgracia- se diluyen en la vorágine de la abominable escalada de precios.
La manifiesta inacción de nuestros organismos estatales es otra flor para la corona: la SUNDDE brilla por su ausencia, salvo algunos operativos para las cámaras de televisión; gobernaciones y alcaldías (con honrosas excepciones) no muestran músculo en las rúas en relación con el tema; y ni hablar de los constituyentes o los dirigentes del PSUV que lucen tan "impotentes" como el resto de los mortales. ¿Cómo pretendemos derrotar la guerra económica con tanta pasividad y falta de iniciativa? El peligroso contexto del "sálvese quien pueda" que reinó en las décadas perdidas de 1980 y 1990, vuelve a instalarse en nuestra realidad y muchos dirigentes de nuestro proceso bolivariano, como los miembros del Consejo Legislativo de Vargas, creen que es más trascendental cambiar nombres a los estados que abatir el sabotaje de la clase empresarial-comerciante especuladora. Sufrimos, como Revolución, de una abyecta inversión de las verdaderas prioridades y la autocrítica debe ser el ágora donde desarrollemos la dialéctica edificadora.
Nuestras propuestas con el fin de vencer la guerra económica, como en otras ocasiones, son en esencia las mismas:
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Estatización de las importaciones: quitar a la burguesía el monopolio del comercio exterior. Que sea el Estado el encargado de traer los productos e insumos necesarios desde otras latitudes. Que hasta el más mínimo tornillo que se transporte hacia Venezuela sea objeto de un estricto control y seguimiento. En ídem dirección, hay que estrechar los lazos, en este ámbito, con China y Rusia.
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Anclaje del bolívar al oro y al petróleo: que el bolívar fundamente su cotización en el metal amarillo y los hidrocarburos. Es decir, que la subordinación de nuestra moneda a la valía del petro sea efectiva y que, a su vez, el criptoactivo pivote sobre la estimación internacional de la onza áurea y el barril de crudo.
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Implementación de una nueva reconversión: el planteamiento de rescatar el valor y credibilidad de nuestro signo monetario pasa por un reajuste drástico de sus distintas denominaciones al suprimir cuatro ceros a la actual escala. Sería el tercer proceso de esta naturaleza desde que en 1879 se instauró el bolívar como unidad de cuenta en Venezuela y sería un récord por debajo de países como Argentina, que en 22 años (1970-1992) tuvo cuatro reconversiones (***). ¡Así que nada de hacer un drama por eso!
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Eliminación de la SUNDDE y creación de la Superintendencia Nacional Contra la Guerra Económica (SUNCGE): para nadie es un secreto que la SUNDDE es un ente inoperante y carcomido por la corrupción, el cual debe ser reemplazado de inmediato por un organismo más agresivo y reactivo en la lucha contra la usura de la clase empresarial-comerciante. La SUNCGE contaría con el apoyo de la fuerza pública y el poder popular.
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Establecimiento de los CLOS (Comités Locales de Ocupación y Supervisión): estos canales de fiscalización de las comunidades (los CLOS) velarían por el respeto a los importes y ocuparían empresas y comercios que practiquen la usura. Los períodos de intervención serían por un mínimo de 30 días y en caso de reincidencia en el delito, se expropiaría o confiscaría la fábrica o local comercial. Los CLOS se articularían con los organismos de seguridad del Estado y la SUNCGE.
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Cierre de la frontera con Colombia: es obligatorio clausurar los pasos o vías hacia la vecina nación y finiquitar todo tipo de intercambio comercial. Neutralizar el contrabando de extracción que desangra con alevosía nuestra economía, es tarea pendiente y urgente.
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Asignación única de un petro a todo venezolano mayor de 18 años: otorgar -sin costo alguno y por única vez- el referido criptoactivo a todo connacional mayor de edad, a través del Sistema Patria, sería una extraordinaria forma de incentivar el ahorro en petros. Cada quien decidiría qué hacer con ese petro, si guardarlo o gastarlo.
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Aumento de 5.900% del salario mínimo (****): elevar el emolumento base de forma abrupta y amplia sería bienvenido por la clase trabajadora y nos daría un holgado margen de maniobra para que la codicia de una élite no volviese a devorar el ingreso dinerario de la masa proletaria.
La lucha frontal contra el lucro excesivo debe ser la motivación principal para enterrar la espiral inflacionaria y lograr una obligatoria normalización de los importes. Sólo así un proceso de reconversión monetaria podrá tener un éxito perdurable en nuestro país en las presentes condiciones. Creer que la burguesía respetará algún tipo de acuerdo para detener el torbellino especulativo, es pecar de ingenuos y hacer un flaco servicio a nuestro pueblo. Es momento de actuar con firmeza y contundencia para acabar de una vez por todas con la agresión económica de los capitalistas criollos y sus amos de Washington.
ADÁN GONZÁLEZ LIENDO
@rpkampuchea
P.D. Los precios de bienes y servicios deben calcularse por días de salario mínimo: no es posible que un venezolano deba laborar -por ejemplo- 21 días más que un mexicano para adquirir un producto (bolsa de jabón en polvo) de similares características y de marca análoga. ¡Eso no tiene ni pies ni cabeza!
(*) La constante oscilación en la tasación del billete verde tiene repercusiones, por ejemplo, en los impuestos a las importaciones. En febrero de este año tuvimos que cancelar una cuantía equivalente a 33,34% de un mes de sueldo básico (para la época) por el retiro de un bulto postal, lo cual nos pareció un exabrupto. Se nos indicó en IPOSTEL que -a partir de este año- los tributos por importaciones fluctuarían con el dólar DICOM. El detalle es que si hay un repunte del "paralelo" (y más atrás lo sigue el baremo del BCV), las personas naturales tendremos más difícil, para no decir imposible, el reclamo y reconocimiento de bultos postales. Hacemos un llamado al SENIAT e IPOSTEL con el ánimo de que apliquen los correctivos correspondientes: somos simples ciudadanos que recibimos regalos del exterior dos veces al año, no somos empresarios ni comerciantes.
(**) Mientras redactábamos este texto, el Gobierno Bolivariano decretó un aumento del estipendio mensual base mayor al 300%. Si bien lo pretérito era un clamor popular, la proporción del mismo es insuficiente para los delirantes niveles de usura de la actualidad, por lo tanto, en poco tiempo seremos rebasados de nuevo por las triquiñuelas de los sempiternos agiotistas internos.
(***) Todas las reconversiones que se han hecho en América Latina, en las últimas cinco décadas, han sido para eliminar ceros y trocar papel por más papel. En el contexto del Bolívar Soberano y de la próxima reconversión que emprendamos a mediano plazo, estamos hablando de monedas sustentadas en activos que a su vez están ligados a materias primas como el petróleo y el oro.
(****) ¿Cómo un capitalista con plusvalías de hasta 100 mil por ciento va a decir no puede pagar una elevación de 5.900% de sueldo mínimo a sus trabajadores? ¡Tiene para eso y mucho más! Ah, y sin necesidad de subvención estatal.