En realidad, no me preocupa que quieran robar mis ideas, me preocupa que ellos no las tengan
Nikola Tesla
¡Dolarizar!, es la voz recurrente que clama en el desierto de la economía venezolana y se esgrime como panacea magnifica para solucionar el desastre que ha ocasionado el chavismo. Que la truhanería roja oficialice y dé la condición formal a una economía sumida en una grotesca y feroz dolarización informal. Parece ser el camino más corto o más evidente; sin embargo, no siempre los caminos cortos o evidentes son los más convenientes. En efecto, todas las condiciones están dadas: Economía inestable, recesión económica, inestabilidad social y política, alta inflación (Hiperinflación), tasas de interés altas, bajo poder adquisitivo y desempleo, control de cambio y de precios, poca credibilidad en la moneda local y sistema financiero, poca inversión local y extranjera y caída constante del Producto Interno Bruto (PIB), a ello se le suma, y quizá sea el aspecto más determinante, la administración política mas corrupta en la historia de las naciones modernas.
Por ello dolarizar pareciera ser la vía mas expedita para acomodar el embrollo económico y paliar los efectos de la precaria condición económica del pueblo venezolano. Pero, ¿acaso dolarizar no es capitular? No me refiero con esto a la diatriba estéril e hipócrita que la truhanería roja sostiene con el imperio que tanto ama. No me refiero a una capitulación ante el imperialismo al adoptar su moneda, no, me refiero aquí a una capitulación de la inteligencia venezolana, del pensamiento venezolano, del intelecto venezolano, de esa cualidad creativa de que tanto preconizaba el Dr. Arturo Úslar Pietri. La economía venezolana es asunto venezolano, es apenas natural que quiera ser resuelta por venezolanos. Es cierto que en términos de economía positiva las ventajas de tal medida serían evidentes y quizá efectivas en el cortísimo plazo, tales como que: Se estabiliza la economía y se abate la hiperinflación con sus consecuencias desastrosas, pero también es cierto que en tal caso se pierde la valiosa autonomía nacional para establecer soberanamente sus políticas monetarias en consonancia con el desarrollo económico.
Que también es cierto que existen casos, al menos en el continente donde la dolarización fue exitosa. No es tanto como parece, solo Ecuador puede mostrar resultados satisfactorios en términos macroeconómicos, aun cuando en ese país la dolarización fue aplicada en condiciones económicas menos graves que las de Venezuela. Perú y Bolivia, por ejemplo, optaron por medidas económicas de ajuste más tradicionales como establecer solidos regímenes de disciplina fiscal y garantizar bancos centrales fuertes e independientes, todo ello sin menoscabar su autonomía en materia de política monetaria.
Dolarizar la economía es una medida cortoplacista que no resolverá los problemas de fondo del fenómeno económico venezolano como es aumentar la renta per capita de cada ciudadano mediante el aumento de la producción y la promoción de exportaciones. Ello implica pensar en profundidad los temas inmanentes a la maltrecha economía venezolana desolada por el chavismo, tales como aumentar el nivel educativo de su gente, cerrar brechas tecnológicas, solidificar la estructura institucional, jurídica y legal del país y promover una cultura real de emprendimiento empresarial que abata de una vez el monorentismo. Ello supone una tarea intelectual ardua y de notables dimensiones. Renunciar o capitular ante este reto magnifico significa desdeñar la esencia de lo que somos. Entonces, quizá por eso vemos una dirigencia que, en vez de unirse en pos del llamado de una mayoría angustiada que pide ser liberada del control malévolo de un chofer y unos pillos generales y conducida hacia la prosperidad, pide complacientemente desde cómodos hoteles en el extranjero, que sean extranjeros los que liberen la patria.