La experiencia enseña que, en todos los países, donde se ha llegado a los niveles intolerables de hiperinflación y hecatombe socio-económica, como la que vive actualmente Venezuela, la salida, más que económica, es y debe ser política. Alemania, Perú y Brasil, solo por nombrar casos emblemáticos de tal fenómeno económico, solo pudieron superar sus crisis mediante soluciones políticas drásticas, representadas por cambios de régimen o gobierno, combinadas con soluciones de políticas de estabilización económica despojadas de dogmatismos y miramientos populistas. Ello ha sido así por una sencilla y poderosa razón: credibilidad. El gobierno de Venezuela perdió todo atisbo de credibilidad y confianza, tanto de los ciudadanos en el país como de los organismos y gobiernos extranjeros. Sólo los enchufados, los tarifados y relacionados de la nomenklatura pesuvista que viven de la teta del gobierno; a su vez que los actores de la subterraneidad económica que se nutre de la crisis (bachaqueros, traficantes y especuladores), creen y tienen "fe" en el paquetazo social-populista de destrucción económica.
La economía política –declaro honestamente que no soy especialista del tema económico, soy ingeniero - estudia el comportamiento del individuo y de la sociedad en el ámbito del progreso y de la creación de riqueza, en tanto que la política económica busca modificar, afectar, dirigir y focalizar ese comportamiento, según puede conceptualizarse de estudiosos de la materia. El comportamiento de los ciudadanos en una catástrofe hiperinflacionaria es atípico; ya que los mismos observan como florece la prosperidad de los especuladores en divisas, metales preciosos y tráfico de mercancías (mercado paralelo), mientras se acentúa su ruina, consistente en la pérdida del valor adquisitivo de su renta y la pulverización de sus ahorros. Ello hace que empiecen a perder la fe en los mecanismos de la democracia y el mercado y esta pérdida de confianza en los medios convencionales rompe con el orden social. El desmoronamiento del sistema monetario modifica el horizonte y expectativa temporal del ciudadano (su preocupación por el presente, por la cotidianidad, por sobrevivir, es mayor que por el futuro), por lo que los valores que son funcionales a la estabilidad económica y la normalidad de un régimen de libertades socio-económicas democráticas, de perfectibilidad competitiva como el ahorro, el préstamo, el crédito, y más aún, la esperanza y la expectativa de mejora pierden todo sentido. Una hiperinflación es una calamidad, un crimen, cuya solución es una cuestión de confianza, de credibilidad. Por ello, su superación, podemos observarlo del estudio de los casos anteriormente nombrados, depende de recuperar la confianza y dirigir el comportamiento de los ciudadanos hacia la fe y esperanza y eso depende de establecer y aceptar reglas de juego claras, despojadas de populismo y pretensiones continuistas del poder, engancharse con los valores de economías más sólidas, desprenderse de la moneda quemada y adoptar una nueva (todos los casos de países con hiperinflación superada han adoptado una nueva moneda), acceder a líneas de créditos nacionales e internacionales, ajustar con seriedad y profesionalismo la política fiscal y empezar de cero, teniendo en cuenta, y así hacérselo saber a los ciudadanos, que el camino será difícil, largo y exigirá sacrificios, sin inútiles lirismos de populismo y proteccionismo. Además de ello, está el tema de la preparación profesional de los ejecutores de cualquier programa económico de estabilización y recuperación. En el caso de Venezuela, el actual representante del equipo económico es el Vicepresidente del área económica, el señor Tareck El Aissami. El señor El Aissami, es abogado de la ULA, criminólogo, con especialización en dicha materia y político de cierta trayectoria, pero, al menos es lo que se puede investigar de la hoja de vida pública de este funcionario, no tiene ninguna preparación especial o profesional en el área económica; de igual forma el señor Wilmar Castro Soteldo, también figura destacada del equipo económico, es un militar, piloto experto, especialista en temas de inteligencia y contrainteligencia, pero también bisoño en materia económica. En contrapartida tenemos, por ejemplo en el caso de la hiperinflación en la Alemania de Weimar, al señor Hjalmar Schacht, doctor en Ciencias Económicas por la universidad de Kiel, financiero y hombre ligado profesionalmente al mundo económico. En el caso de Brasil, con el Plan Real, tenemos a Edmar Bacha, economista, intelectual, hombre de Yale y principal ejecutor del plan ya nombrado, que permitió a Fernando Henrique Cardoso, entregar al furibundo populista Lula Da Silva, un Brasil con una economía domesticada y libre de los demonios de la hiperinflación. Esto, solo por nombrar algunos casos. ¿Puede algún ciudadano, ya sea inversor, profesional, comerciante, industrial u obrero, tener confianza y fe en este equipo económico? Una de las características más tenaces de la demagogia social-populista es su obcecado desprecio a la formación e intelectualidad formal, a los especialistas, a los "sesudos analistas".
Por ello, bajo estas premisas, es harto difícil, por no decir imposible, para un gobierno como el del señor presidente Maduro recuperar la confianza y la fe de los ciudadanos y actores económicos decentes en una solución económica a la calamidad que nos azota, más cuando este mismo caballero ha confesado la malsana practica económica de emisión de dinero inorgánico que ha llevado a la ruina a un país entero. El gobierno del señor presidente Maduro tiene como lema el cinismo y la mentira y se nutre de la inmoralidad y las ansias continuistas en el poder de una nueva casta de nuevos ricos. Es por ello que la salida debe ser política, lo cual significa cambio de régimen, salida de la actual administración política. De otro modo es imposible salir de la crisis. ¿Qué gobierno u organismo internacional serio financiará a estos señores? ¿Qué garantía moral ofrecer a los acreedores para un refinanciamiento exitoso de la deuda? ¿Cómo rescatar PDVSA del desastre cuando el potencial técnico profesional real fue echado (no me refiero a los profesionales que decidieron irse, en el paro del 2002, me refiero a los que han decidido renunciar en masa debido a las penurias y la necesidad de la crisis actual de la industria) y la gerencia del negocio está en manos de mediocres dirigentes del PSUV? No hay paquetazo que valga ni controles que "controlen" este desastre, esta calamidad. Es necesario que seamos claros y así se lo hagamos saber a quienes aún duden: con el social-populismo es imposible superar la crisis, sencillamente porque el social-populismo es la crisis. Ellos son el problema. Si se le pregunta a una persona exitosa cual es la diferencia entre el fracaso y el éxito, te dirá que la pequeña diferencia que hace la diferencia entre ganadores y perdedores es la actitud; la cual tiene que ver con el ánimo, con la motivación, con el cambio de paradigmas y esquemas mentales, con tener una irreductible confianza y fe en que se saldrá adelante, y la confianza y la fe es algo que perdió el oficialismo desde que decidió rodar por la pendiente oprobiosa de la indecencia al albañal de la inmoralidad y la corrupción desmedida.
Ciudadano: Franklin Soler; 35solerfr.01@gmail.com
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