El Estado burgués hace posible subsistan conductas anacrónicas en el subsistema educativo privado venezolano, como la que comentaremos. No hacemos caricatura, en absoluto; nos acogemos estrictamente a lo que refleja la mentalidad mercantil que prevalece en el país, en un área de importancia trascendente, después de 11 años de gobierno revolucionario. Lo que de paso es un indicador más para demostrar que ni hay dictadura ni se arremete con locura. Pero justifica la idea expuesta por nuestro presidente de la necesidad de “demoler el Estado burgués”
Mi amigo médico, de cara amarrada y como si estuviese caliente con el mundo entero, pero pese a eso, une a su inocultable generosidad, excelente humor y talento poco común para la ironía y la sátira, a manera de broma, habla de clientes en lugar de pacientes.
Inspirado en esa simpática y hasta elegante picardía suya y porque las promociones de algunas escuelas del sector privado, para vender sus servicios, abordan el asunto educativo como si fuese primordialmente un negocio, escogimos este inusitado título.
De esta manera se promociona un colegio privado en Barcelona:
- " Nosotros ofrecemos los mejores precios de la plaza".
¡Claro!, siempre se anda en busca de los precios más bajos. Como en el mercado de víveres, el precio del producto es factor incitante en el mercado. Si la calidad es la misma, semejante el empaque, la diferencia está en el precio. Esa es la lógica del mercado. Usarla sirve para aumentar las ventas y ganancias.
“Es una regla simple; es un bruto, remero contra el tiempo, aquel que no la entiende”.
Así dice un neoliberal de la economía, dueño de una escuela con una vasta "clientela" y toda una rica experiencia comercial.
- "No pierda usted el año", dice otro slogan comercial de un colegio interesado en rescatar náufragos, sempiternos balseros del sistema escolar.
Tal estrategia de venta es sugestiva y hasta sensual.
“Pierda usted el tiempo y todo lo demás, pero ¡ni de vaina pierda el año!”
“¡Hágase bachiller en año y medio!”
Esta consigna exagera las cosas, apela a la neurosis colectiva y aprovecha la existencia de un sector del "mercado" un tanto apresurado y dispuesto a bajarse de la pesada bestia y tomar un cohete. Pese las apariencias, esta oferta nada tiene que ver con la "promoción golilla" de la década del cuarenta, cuando el gobierno de la época, en virtud que una epidemia asolaba al país, graduó de médicos a quienes estaban de cuarto año para arriba en una carrera que ya era de siete.
Y hay tantas formas para llamar la atención del usuario y potencial cliente - llamémoslo así para sincerar las cosas - que uno llega a creer que la educación es un algo que se puede comprar como un mango, una bicicleta, un teléfono celular o una empanada de cazón.
Toda aquella parafernalia educativa del pasado, al parecer no era más que eso, ideas viejas; obsoletas e idealistas que nunca han servido para competir ni comprar en el mercado. ¡Y razón no le falta a quién así razona! De esa forma nos tallan los escultores del capitalismo.
Y para entrar en la onda, uno podría hasta fundar un colegio privado y emplear un payaso para que en la puerta del “negocio”, acompañado de una gran sonrisa de utilería, grite:
“¡Aquí es! ¡Aquí es!” “¡Venga pa' que lo vea!” “Aproveche nuestra oferta de apertura del año; nueve puntos de adelanto en cada asignatura. Las docentes con mejores curvas y faldas más cortas del mercado y lo más sensacional:
¡Sólo pague la mitad de la matrícula!”
Algo así como una entrada al cine con enganche; o lo que es lo mismo, dos con un sólo boleto.
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