Los conflictos laborales y particularmente aquellos del sector educativo, no deben tener como meta tumbar al gobierno, porque para eso, aparte de las disposiciones constitucionales que amparan el derecho a huelga, dentro de los parámetros correspondientes, están también las normas específicas de la Ley del Trabajo y su Reglamento, pero también el relativo a la educación.
En la constitución no se dispone, en manera alguna, forma de tumbar gobierno, pues para cambiarlo existen normas muy precisas y especialmente está la muy novedosa sobre el referendo revocatorio. El artículo constitucional 350, sobre el cual hay una expresa sentencia interpretativa, que se refiere a exigir el cumplimiento de la constitución misma cuando se considere al gobierno merecedor de ello, remite al referendo revocatorio. En manera alguna, ningún grupo, por muy calificado que se considere, puede colocarse por encima de la soberanía popular manifestada en la propia carta magna. De manera que golpe, violento, suave o con vaselina, no tiene valor para sustituir al presidente de Venezuela.
Lo anterior sirve pues para reiterar, que violar el derecho al estudio de los jóvenes venezolanos para intentar crear un caos que conlleve la sustitución o golpe contra el gobierno, es un delito doblemente grave.
Por eso, y por el daño que puede provocar, un conflicto diseñado sin prever salidas, porque es “hasta el final”, como la huelga de abril del 2002, atenta contra la juventud, el país y hasta los propios docentes que en él participan. Es un abuso de magnitud incalculable mezclar los objetivos laborales de los educadores y beneficios de los educandos, con los de políticos que hacen oposición irracional al gobierno.
Por eso mismo, las aspiraciones deben ser sensatas, sin caer en exageraciones, porque al llegar a acuerdos, por diferentes circunstancias, no cunda la frustración y sensación de engaño.
Quien esto escribe tuvo una dilatada experiencia de dirigente gremial del magisterio y sabe bien, que todo conflicto en el sector, como en cualquier otro, salvo que esté enmarcado dentro de un proyecto subversivo, debe considerar “salidas” honrosas, aunque el “patrón” no satisfaga totalmente las aspiraciones, lo que es habitual, para evitar muchos inconvenientes, como que el conflicto canse a la gente y se caiga o cunda el desánimo. El vanguardismo, que deja todo en decisiones borrascosas y donde predomina la emoción y hasta eso que alguien llamó la arrechera, es demasiado riesgoso y le genera a la dirigencia misma dificultades para controlar el conflicto. Ese proceder ha sido motivo de incontables auto aniquilamientos.
Se me ha olvidado el nombre y no lo voy averiguar ahora, porque este olvido mío es muestra de lo que voy a decir. La huelga de abril del 2002, se planteó “hasta el final”, para acabar con el gobierno y su única consigna o meta fue “Chávez vete ya”. Como no fue posible alcanzar eso, sus dirigentes, incluyendo los de PDVSA, tuvieron que pagar un precio demasiado alto. Tan alto, que ahora mismo, no recuerdo el nombre de aquel presidente de la CTV, tampoco de los de PDVSA, quienes se fueron huyendo del país y hasta se le olvidaron suspender la huelga, porque “se les escapó de las manos”.