Que la FAPUV convoque a un paro de actividades ya no es extraño; las universidades autónomas llevan dos décadas manejadas por mafias.
Esa cosa horripilante que llaman “gremios”, mutación de una sociedad civil medieval, hace tiempo que se engulló la academia y los saberes, para defecar mediocridad y holgazanería.
Rectores corruptos compulsivos, facultades traficantes de cupos y títulos, caudillos estudiantiles cobravacunas, profesores analfabetas culturales.
Las tesis futuristas que anunciaron el advenimiento de la sociedad del conocimiento y la supremacía de las ciencias, quedaron precozmente descontinuadas para nuestro país: aquí avanzamos hacia la sociedad de la ignorancia en medio de manadas anónimas de mediocridad.
Con la pérdida de Jacinto Convit este país queda huérfano de ética científica y estética social.
Cuando tendríamos que estar entregados a una masiva campaña de estímulo al saber y la creación, cuando la velocidad de las innovaciones nos encuentra rezagados y perplejos, cuando los antivalores carcomen la mente de millones de jóvenes por efecto del burdel audiovisual, qué tragedia tener un profesorado más que cómplice, reo de sus propias miserias almáticas.
Miles de estudiantes perdieron el año 2013 a causa de las huelgas injustificadas y criminales que las mafias universitarias impusieron. Se trata de una escoria que medra en la autonomía degradada a insolente impunidad.
Pero llamar a un paro más, en apoyo a los delincuentes detenidos por la violencia fascista que cobró vidas y azotó la paz ciudadana, es el colmo de la camorra profesoral.
Las reservas morales de la Universidad –con mayúscula- deben desconocer esta convocatoria irresponsable; ábranse las puertas de aulas y laboratorios para que una nueva muchachada surja de las grotescas cenizas.
Las hijas y los hijos del pueblo necesitan cultivarse en los saberes, oficios, profesiones y artes para provocar los saltos cualitativos que el país requiere por el bien común y el buen vivir.
La sociedad venezolana tiene que revisar el modelo de universidad de hoy día, cuestionarla y refundarla sobre bases democráticas con ambición de elevados paradigmas y sensibilidad altruista.
Esta universidad sin vergüenza no le sirve al país; es una carga cada vez más incómoda, por infértil. Y sus autoridades, emergidas de mafiosas componendas, son pieza activa en la conspiración para recolonizarnos.