La triste historia de la filosofía y las humanidades en Venezuela

Navas reporta que Filosofía era la carrera preferida de la élite colonial dominante en Venezuela, al acumular el 54,17% de 2.576 egresados de la universidad caraqueña entre 1725 hasta 1821. Con la independencia y el nuevo modelo universitario creado por Bolívar y Vargas a partir de 1826, esta situación cambiaría, al igual que ocurriría en casi toda Latinoamérica, pasando de la vieja universidad católica y teleologa basada en el modelo de Alfonso X “El Sabio” en el siglo XIII para las vetustas Salamanca, Valladolid, Toledo y Ávila, hacia la nueva universidad de abogados, descrita por Vessuri.

No está demás señalar que la Medicina de José María Vargas elevada en dignidad con la reforma universitaria de 1826, en realidad no constituyó ningún avance dado el estado de atraso de dicha disciplina para la época. Lo que sí fue importante fue el inicio del descrédito de la Filosofía como disciplina frente al nuevo Derecho (no canónico), vital para el control del gobierno de las nuevas repúblicas por parte de las élites oligarcas criollas.

A medida que progresa el siglo XIX hacia el XX, dos nuevas disciplinas se consolidan en el ámbito universitario venezolano: la ingeniería civil (nacida de la Filosofía) y la medicina con base científica, enlazadas al pensamiento positivista con la llegada de Adolfo Ernst a Venezuela y el apoyo brindado por el Gobierno de Guzmán Blanco según el relato de Plaza.

El arrinconamiento intelectual de la filosofía sería de tal magnitud, que de manera gradual e inexorable deja de ser una carrera en sí y se convierte en un mero curso previo para la obtención de otros grados universitarios. Para 1912 la Filosofía desterrada por el positivismo universitario, desaparece académicamente. Habría que esperar hasta 1946 cuando nuevamente se reabren los estudios de Filosofía en la UCV, de la cual derivarían casi todas las disciplinas tradicionalmente consideradas como humanísticas.

El desprestigio social de la Filosofía y de las disciplinas humanísticas derivadas de la misma, tiene su raíz en el surgimiento y consolidación de la hegemonía intelectual del capitalismo en nuestro país, iniciado a fines del siglo XIX y consolidado a todo lo largo del siglo XX. Las nuevas necesidades sociales impulsadas por la racionalidad del capital, priorizan el control sobre el cuerpo y la naturaleza, de modo que no queda espacio para la reflexión humana.

El impacto ha sido tal, que pese a su reapertura, jamás los estudios humanísticos en Venezuela han sido apreciados ni por los gobiernos de turno ni por la sociedad en general. Las estadísticas de los procesos nacionales de ingreso de la Oficina de Planificación del Sector Universitario, muestran que las disciplinas humanísticas, junto a las de ciencias naturales y agroalimentarias, son el área de conocimientos menos demandada por los aspirantes a cursar estudios universitarios en los últimos años. Se salvan del desdén, aquellas carreras algunas veces englobadas dentro de las humanidades, cuyo origen no deriva de filosofía y letras, sino de otras disciplinas relacionadas con la mente y la imagen, como el caso de psicología, idiomas, comunicación social y las relacionadas con audiovisuales.

Si revisamos nuestra gestión pública universitaria en materia de creación de nuevas instituciones, carreras o Programas Nacionales de Formación (PNF), resalta de manera chocante, que la casi totalidad de la nueva oferta está concentrada en disciplinas técnicas o profesionalizantes, siendo escasa la presencia de las humanidades y nula en el caso de la Filosofía.

La conclusión es que nuestra gestión, autodenominada humanista pero demasiado preocupada por lo cuantitativo, no ha hecho sino reproducir y reforzar la hegemonía intelectual del capital a lo interno del mundo universitario, al continuar despreciando a la Filosofía y a las Humanidades en general, al igual que lo hizo por más de un siglo la derecha gobernante.

Paradójicamente, el vacio en la enseñanza universitaria de la filosofía deja como único ganador al pensamiento medieval clerical en instituciones vinculadas a la Iglesia Católica, en otras palabras, al anti-humanismo.

¿Habrá alguna posibilidad, aunque sea remota, de cambiar el rumbo?



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Bernardo Ancidey

Licenciado en Física.

 bernardo.ancidey@gmail.com

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