El desarrollo saludable del superyó en la infancia es fundamental para la formación de líderes positivos y efectivos en el futuro. El superyó, la instancia psíquica que entre otras funciones internaliza las normas morales, los valores parentales y las reglas sociales e individuales, actúa como una brújula interna que guía la conducta. Un superyó bien integrado no solo le permite al niño distinguir entre lo correcto e incorrecto, sino que le ayuda a decidir cuál es el camino menos costoso para el esfuerzo que va realizar, por lo tanto podrá liderar en el grupo en que se encuentre.
Durante la infancia, a través de la interacción con figuras de autoridad como el padre y la madre, sumado al ejemplo de los maestros el niño va internalizando sus enseñanzas, va desarrollando el superyó infantil. Es fundamental por ello darle un lugar primordial en la educación a la formación de la personalidad.
Es necesario crear un ambiente familiar, social y educativo que promueva no solo la coherencia entre las normas o la valoración de la justicia sino el uso del afecto, de la amistad, sin que ello signifique menoscabo de su personalidad y desarrollo. Un superyó robusto lleva a que el individuo actúe no solo por temor al castigo, sino que también se le opone cuando lo considera injusto o innecesario por una convicción interna de lo que es justo y beneficioso para él.
En el contexto del liderazgo, un superyó saludable impulsa a tomar decisiones basadas en principios positivos considerando el bienestar propio y el de los demás y la sostenibilidad a largo plazo. Líderes con un sentido moral y con un sentimiento afectivo y afectuoso son más propensos a generar confianza, a inspirar a sus equipos y a promover un ambiente de trabajo positivo y colaborativo. Con un superyó débil esto no es posible.
La capacidad de autocrítica constructiva, la honestidad y la integridad, son todas ellas influenciadas por un superyó bien desarrollado convirtiéndose en pilares de un liderazgo que busca el bien común y el progreso colectivo, en contraposición a la búsqueda egoísta de poder o beneficio personal.
En resumen, establecer un entorno educativo que favorezca el desarrollo de un superyó sano en la infancia es sembrar las bases para una sociedad con líderes responsables, éticos y comprometidos con el bienestar general. Un niño que internaliza valores positivos se convertirá en un adulto capaz de ejercer un liderazgo positivo y transformador. Este desarrollo personal puede ser aprendido en la escuela donde debería convertirse en la parte fundamental de la enseñanza, para formar primero al niño como individuo y después como ciudadano socialista.
El superyó del padre tiene un impacto significativo en la crianza de los hijos y en la dinámica de la vida familiar. Al representar los valores, principios y normas que una persona ha internalizado, el superyó del padre influye en cómo orienta, educa y guía a sus hijos.
El padre sirve de modelo de conducta. Los hijos suelen observar y aprender del comportamiento de los padres. El superyó del padre, reflejado en su práctica y su ejemplo será copiado por sus hijos, y al reflejar su ética, responsabilidad y trato hacia los demás, puede convertirse en un buen modelo a seguir.
Si el padre cuenta con un superyó equilibrado que le permite establecer límites y normas de una manera justa y comprensiva se reflejara en la personalidad de sus hijos o por el contrario, un superyó excesivamente rígido puede llevar a un estilo de crianza autoritario que afecte negativamente el bienestar emocional de ellos.
Al final la estabilidad emocional en la familia depende si el superyó del padre está bien integrado, pues estaría en condiciones de transmitir confianza y estabilidad emocional, fomentando un entorno familiar saludable y armonioso. Si logramos que se entienda que el desarrollo de la personalidad es la clave en la educación estaremos sentándolas bases reales de creación de una nueva sociedad.
En esencia, el superyó del padre actúa como una brújula moral dentro de la familia, influyendo en las relaciones y en el desarrollo del carácter de los hijos. Hay que apoyar ese proceso desde la escuela.
Todos estos conceptos psicoanalíticos han caído en desuso, impulsado por varios factores como fue que al igual que el marxismo no hubo teóricos que adecuaran la teoría a los tiempos modernos de acción rápida. Quizás ahora con la inteligencia artificial se logre generar la psicoterapia rápida basada en el psicoanálisis y un desarrollo superior de la teoría.
Mientras eso pasa la visión del desarrollo que ofrece el psicoanálisis, su estructura de la personalidad, sigue siendo orientadora, esperando tiempos mejores, aunque darle un lugar primordial en la educación a la formación de la personalidad es una tarea urgente centrándose en el desarrollo integral del niño y no solo del conocimiento.