Juventud divino tesoro. Rubén Darío

Juventud rebelde

L a juventud, fuera de ser el aire fresco, la perfección que ofrecen casi todos los objetos al consumo, es necesariamente rebelde. Está incómoda en su cuerpo y en su espacio.

La juventud rebelde en Venezuela escribe un capitulo inédito. Repite con fe ciega dos palabras: libertad de expresión.

Pero aún no sabemos a ciencia cierta qué quieren o qué entienden por ese absoluto.

Ellos insisten y están convencidos, un tal Stalin y otro (la ironía empieza por los nombres, por supuesto, como sabe cualquier parodista). Unos voceros arrebatados en su rebeldía, sin herramientas suficientes para explicar su insatisfacción, repiten: no al cierre de Rctv. Buscan por este filo y con la refrescante juventud estudiantil, una nueva fisura en el poder de Chávez.

Esta rebeldía sui géneris culmina con la entrega de un documento en la Conferencia Episcopal y se inicia con los padres que llevan a sus hijos a protestar. Es, si lo pensamos bien, un circuito conocido.

Los medios, la Iglesia y la oposición. Pero, además de escoger estos circuitos, esta juventud rebelde, estos estudiantes, no tienen capacidad teórica.

No pueden ver cómo escandalosamente hacen gala o dan prueba del grado de su alienación que se pliega a un discurso que pretende eternizar el dominio de ciertas corporaciones sobre los medios de comunicación.

Son valientes, están a campo abierto, pisando su ciudad, son protagonistas, llenan sus rostros la pantalla televisiva y nunca se han sentido tan reales. Todos quieren unírseles.

Esta juventud rebelde es recibida en los mejores espacios de la institucionalidad y ahí reiteran que luchan por la libertad de expresión. ¿Qué quieren decir? No sabemos. Sabemos que luchan porque ejercen con sobradas posibilidades, casi privilegios, diría yo, sus libertades.

Rctv es un trasfondo cursi, lastimoso. Ver a nuestros más distinguidos estudiantes afligidos por los problemas de Marcel Granier y su grupo. Se vendan la boca y lamentan hasta las lágrimas que ya no vean la telenovela, ni La gue rra de los sexos ni la tan apologizada Radio Rochela. Unas manifestaciones hechas de los titulares de la prensa, donde nunca se ahonda en el concepto y sus contenidos. Víctimas de la dictadura mediática, sólo vemos lo que nos muestran, lo que permiten ser real. Exigimos que se nos respete nuestra libertad de expresión, dicen a todo pulmón en el Tribunal Supremo o por su canal favorito de televisión. Y a pesar de que ejercen plenamente su derecho siguen peleando por él como quien frente a una mesa bien servida grita tengo hambre, tengo hambre.

A la juventud rebelde no se le ocurrió marchar por los más de cien campesinos ajusticiados ni por la contratación de paramilitares, tampoco se le ocurrió agarrar un par de piedras para que aparezca la carne en las grandes cadenas de supermercados. Sus causas son éstas, los intereses de las Empresas 1BC.

Mientras tanto el mundo recibe las imágenes, los estudiantes se arrodillan contra el humo de las bombas lacrimógenas, los estudiantes se amordazan, los estudiantes queman un carro y tampoco esta vez la mecha enciende la carga explosiva y siguen en su despropósito sin que prive ninguna racionalidad.

Vamos a enviar a estos estudiantes a que pidan su libertad de expresión en la reunión del G-8. Allí recibirán en la práctica los límites del concepto.

Escritora


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Stefania Mosca


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