El tiempo actúa todo el tiempo a favor del saber popular. Cada día que pasa en la vida de un ser humano va comprobando todos y cada uno de los decires que nuestro pueblo ha venido cultivando en el fértil campo de su experiencia, en la huerta de su cotidianeidad. Por ejemplo, aquel que dice: “mas sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Hace algunos años, bastantes en realidad, cuando cursaba estudios de Ingeniería en la Universidad de los Andes; al ver el sadismo del que algunos profesores hacían gala, en todo momento pensé que era el producto de sus propias frustraciones profesionales, de su inconformidad con lo alcanzado, una mera máscara para su propia incapacidad. Siempre concluí que era esa la razón para que un profesor se ufanara de haber reprobado el 99% de sus alumnos (mayor felicidad si era el 100%). Observar que nunca asumían la posibilidad de su bajo nivel académico, o de una pésima pedagogía; en pocas palabras, la posibilidad de ser un fracaso como educadores, un fiasco al país que les había encomendado la tarea de educar a los futuros profesionales que asumirían el crecimiento de esta patria. ¡Sádicos! Era mi opinión al ver que no los apenaba el no poder alcanzar las metas lógicas de un docente al que se le ha asignado una tarea bien específica. Definitivamente, eran un montón de sádicos.
Hoy, con el paso del tiempo, a la luz de los hechos, y de mis años, he llegado a ver con más claridad lo que antes parecía un hecho aislado, una cuestión de carácter meramente personal. Al ver como la derecha se ha apoderado de los mecanismos de participación estudiantil, al observar los estacionamientos repletos de automóviles último modelo, al ver como los movimientos estudiantiles de las universidades mas viejas del país se ubican de frente a la patria a la que le deben respeto, al ver a estudiantes marchar mancillando la bandera venezolana mientras defienden los privilegios de empresas privadas golpistas, al ver estudiantes universitarios leyendo guiones elaborados por transnacionales demostrando su incapacidad de exponer argumentos de peso, al ver estudiantes universitarios guiados por aquellos sátrapas que, no hace muchos años, daban las órdenes para reprimir y asesinar a estudiantes que marchaban en defensa de intereses mas nobles.
¡NO! No era un hecho fortuito. Era una política de estado para echar de las universidades al pueblo, a las capas más humildes. Era la exclusión en su máxima expresión. Eran los pasos iniciales para hacer mas marcada la brecha que separaba a los sectores humildes de la nobleza que ostentaba el poder político y económico. Era el camino para lograr lo que ahora vemos.
En aquella época no fui capaz de notar otros factores que apuntaban en la misma dirección y que obedecían a un fin común; elitizar las universidades. El alza de la matrícula, cierre recurrente de los comedores, costo de los libros en aumento constante, cierres de las universidades mismas con la consecuencia lógica de la pérdida del semestre, y tantas otras cosas que en este momento no vienen a mi memoria.
Que los estudiantes que marchan contra este proyecto de país son manipulados. ¡Que va! Son los mismos sectores retrógrados ahora representados por sus delfines o pichones. Sigue siendo lo mismo: la maldad de la oscuridad contra la justicia, solo que ahora ellos están disfrazados con las vestiduras de lo que hace años fue uno de los sectores mas hermosos, puros y combativos de nuestra sociedad, con los ropajes del Movimiento Estudiantil.