Voces desaforadas irrumpen en el espacio. Gritos destemplados a tempranísima hora matutina. Encuestas van y vienen. Pueden ser simples noticias. O agudísimas entrevistas. O amplísimos reportajes. Cualquier género informativo es válido. Las ondas hertzianas tienen días resintiéndose del asunto. El espectro radioeléctrico, saturado desde hace diez años en contra de todo lo que emprenda el gobierno bolivariano, por estas fechas copado está con el tema del nuevo currículo.
El día no importa. De los siete de la semana, usted encienda el televisor o gire el dial de la radio y se tropezará con el tema. "Quieren controlar la mente de nuestros niños. Van a ideologizar en las aulas de clase. Les van a lavar el cerebro.
Perderemos nuestros referentes históricos. Ya no habrá diversidad en el abordaje del conocimiento" (?). Todos argumentos manidos y descabellados. Las academias todas, robotizadas, repiten un ritornello acartonado: ideologizar.
¿Qué significa ideologizar? ¿Qué ha hecho la escuela por los siglos de los siglos? ¿Quién dictamina los temas a abordar? ¿Qué puntos se estudian y qué aspectos se obvian? ¿Cuáles referentes se han omitido? ¿Por qué se insiste tanto en la necesidad de la divulgación de la verdadera historia, la que no ha sido contada? ¿A qué estructura responden los formatos que más se cultivan? ¿Por qué se han institucionalizado ciertas formas de aprehensión del conocimiento? Estas interrogantes surgen de oír los argumentos de asociaciones de profesores, federaciones, académicos, "expertos pedagogos" y de los representantes de la sacrosanta Avec, la misma que chillaba "ni un paso atrás" buscando derribar a un gobierno constitucionalmente electo. En la industria mediática se da una simbiosis entre estos voceros y los entrevistadores y narradores. Están sincronizados.
En el análisis del nuevo currículo propuesto no priva nada de fondo. Todo es superficial y ramplón, cargado de estigmas y de los fantasmas macarthystas. Pura guerra fría.
El Presidente ha dicho que se posterga su discusión para el 2009. Pues bien, la oposición y sus medios, carentes de consignas, han asumido este tema como el último bastión a defender. Obvio, el problema, ya sabemos, no es el currículo.
Periodista/Prof. Universitaria