Cuando el presidente Chávez, por segunda vez en 48 horas, advirtió sobre una eventual suspensión del suministro de petróleo a Estados Unidos, y después el ministro Rafael Ramírez dijo que habían estudiado los diversos escenarios si esta situación se presentaba y que tendría efectos muy negativos para la economía venezolana, hubo quienes se preocuparon, esta posibilidad no parecía algo muy remoto. Aunque no era la primera vez que Chávez y altos funcionarios hacían estas advertencias, esta vez habían sido muy firmes y seguidas. No es concha de ajo para nuestra economía dejar de vender millón y medio de barriles cada día, a 40 dólares por barril, sin posibilidad inmediata de reemplazar todo el volumen que se envía a ese mercado.
También debieron evaluarlas así en altas esferas gubernamentales de Estados Unidos, donde están conscientes de la vital importancia que tiene para ellos el suministro del crudo de Venezuela, con reservas probadas muy superiores a los 20 mil millones de barriles que les quedan a EEUU. Con toda seguridad en Washington, en alguna sala situacional, están estudiados los efectos internos de la suspensión de los despachos de crudo venezolano en los precios del combustible y en el déficit en su consumo: 25% de todo el petróleo que se produce en el mundo.
Dos hechos recientes harían suponer que alguna reflexión está ocurriendo en la Casa Blanca y sus alrededores. Primero fue la designación de Thomas Shanon, un profesional de la diplomacia, como reemplazante del troglodita Roger Noriega en la Subsecretaría de Estado para Asuntos Interamericanos. Es de suponer que habrá cambios. Y en segundo lugar, la reciente visita del influyente senador republicano Alen Specter, quien, junto al embajador Brownfield, se reunió dos horas con el presidente Chávez, y otras dos previas con los ministros Alí Rodríguez y Jesse Chacón. Y aunque trataron el asunto de la DEA, el tema central fue el petróleo, las inversiones estadounidenses, el aumento de la producción y la conveniencia de consolidar un negocio necesario para ambos países.
Inconcebible desde cualquier punto de vista que ésta fuese una visita a título personal. En medio de la crisis energética de Estados Unidos nada más lógico suponer que esta iniciativa cuenta con el visto bueno de importantes centros de poder de Washington.
El mismo día en que tres de los más influyentes diarios estadounidenses (Washington Post, NewYork Times y Los Ángeles Times) coincidían en señalamientos críticos a la política de EEUU hacia América Latina, y en particular, hacia Venezuela, se divulgó una carta del senador Specter al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, pidiéndole moderación en sus declaraciones sobre el gobierno de Chávez.
Otra política sería la línea dura de los halcones, como Noriega y como Rumsfeld, que sufre traspiés a cada rato. Los últimos son bastante recientes, en La Paz y Asunción, donde dos ministros de Defensa, el de Bolivia, que le respondió negando cualquier injerencia de Venezuela en la crisis boliviana, y el de Paraguay defendiendo los derechos de su país a sostener relaciones armoniosas con Venezuela y Cuba.
Donde quiera que ha tratado de inculpar al gobierno de Chávez de inmiscuirse en los asuntos internos de algunos países, ha salido con las tablas en la cabeza. Sólo en Bogotá consigue quienes lo estimulen.
Mientras el petróleo esté en el epicentro de las relaciones Venezuela-EEUU resultará difícil pasar la raya amarilla, se desarrollarán entre tensiones y distensiones. De manera que, como dijo Chávez, hay que soltar las piedras y sentarse a conversar.