Para la gran mayoría de venezolanos atentos al acontecer nacional está claro que nuestro país atraviesa una importante coyuntura energética; los bajos precios de la energía en el mercado interno (transporte y electricidad) el crecimiento de la población y los crecientes niveles de consumo mantienen al país al borde de un balance energético deficitario. Es difícil evitar concluir que la energía es un factor fundamental en el desarrollo económico, industrial y, consecuentemente, social y político de nuestra república. Hasta ahora, el modo de producción venezolano, basado en la renta petrolera, ha subsidiado el nivel de vida nacional, planes y políticas públicas, y ha dado incentivos económicos directos e indirectos a la debilitada industria nacional, tanto pública como privada. La misma industria nacional que permanece en una recurrente amenaza ante la competencia desleal del comercio importador, que se fortalece con la sobrevaluación de la moneda nacional y el consecuente abaratamiento de las importaciones. En nuestro país, la energía es causa y efecto, bendición y condena, es la esencia de la economía misma. En este contexto, Venezuela ha oscilado entre la industrialización y el parasitismo importador de bienes y servicios. Lamentablemente, la situación podría agravarse, si no se toman los correctivos a tiempo. Sin embargo, Venezuela tiene en el potencial energético renovable una salida de compromiso para el desarrollo energético, industrialización y sostenibilidad. Los precios elevados del petróleo deben ser aprovechados para apalancar la transformación de la matríz energética nacional desde el rentismo petrolero hacia la industrialización energética sostenible, pero para eso no tenemos demasiado tiempo.
¿Se acabará pronto el petróleo, a que se deben los precios altos?
Según la Agencia Internacional de la Energía, las reservas probadas para finales de 2009 eran de 1,354 billones de barriles de petróleo. Las reservas se han más que duplicado desde 1980 y crecido en más de un 30% durante la última década. La mitad del incremento en las reservas, desde el año 2000, se debe a las arenas bituminosas de Canadá y la mayoría de las revisiones al alza en las reservas, en los países OPEP, se han producido en Irán, Venezuela y Qatar. La OPEP posee alrededor de un 80% de las reservas mundiales de crudo, que a su vez se concentran principalmente en Oriente medio (alrededor del 70%), Venezuela (alrededor del 20%) y África (alrededor del 10%). Es cierto que Venezuela ha certificado las mayores reservas mundiales de crudos (no convencionales), pero todas estas noticias no implican necesariamente tranquilidad, en el mediano y largo plazo, para nuestra economía petrolera. En primer lugar, en algunos países de la OPEP, los valores de las reservas son de dudosa confiabilidad, ya que muchos las han incrementado con el propósito de garantizarse mayores cuotas de producción en las reuniones de los países miembros de la organización y los estimados de las reservas probadas de las compañías privadas también han estado sujetos a dudas.
Una pregunta clave es ¿si las reservas de petróleo han aumentado tanto, a que se debe el incremento paralelo en los precios?. El patrón actual de explotación de las reservas petroleras mundiales no se apega a la regla económica fundamental de explotar los yacimientos de menores costos marginales de extracción primero y luego de los de costos sucesivamente mayores. En realidad, el costo de extracción del petróleo del Medio Oriente, África o Venezuela es más bajo que el costo de extracción de las reservas norteamericanas o del Mar del Norte. Esto quiere decir que, si se aplica un modelo económico simple, han de explotarse más intensivamente las reservas de la Organización Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y luego las reservas de más difícil acceso, como las de Estados Unidos, Canadá y el Mar del Norte. Pero, desde 1999, eso ha dejado de ser así. La OPEP, soberanamente y utilizando su poder de mercado, ha regulado la producción influyendo en un incremento en los precios superior al que se tendría en un mercado con libre competencia, trayendo como consecuencia indirecta que los productores no-OPEP, con mayores costos de producción, aprovechen la coyuntura de altos precios para comenzar a explotar sus yacimientos y desarrollar alternativas energéticas al petróleo convencional (crudos no convencionales, arenas bituminosas, asfaltos, etc).
La industria petrolera es una industria con alta intensidad de capital, de manera que el desarrollo de la capacidad de producción está muy influido por la inversión. Según ciertos autores, en el petróleo el factor determinante del costo es el monto de inversión “aguas arriba” (inversión en exploración, extracción e infraestructuras de capacidad de producción) necesario para mantener o incrementar la capacidad de producción. En el caso particular de la inversión, también la OPEP ha jugado un papel en el incremento de los precios. La capacidad de los países OPEP se ha mantenido relativamente estática en la última década debido a una inversión restringida y proporcional a unos recortes consensuados en la producción. Los países no-OPEP se han beneficiado de eso incrementando su capacidad, a través de la inversión de capital. Las trasnacionales petroleras privadas han sido las que más han invertido en el sector en los últimos años y, en 2010, la proporción entre inversión de empresas privadas y nacionales petroleras (OPEP) ha estado en 60% y 40%, respetivamente. Considerando que los costos de producción son más elevados en los yacimientos manejados por trasnacionales privadas, este factor ha contribuido igualmente al incremento del precio del barril de petróleo y resulta evidente que, a ciertos países OPEP, podría parecerles más rentable frenar la inversión en sus propios yacimientos.
De esta breve y simplificada reseña sobre la disponibilidad de recursos petroleros y el incremento en los precios del barril, se puede deducir que el fin del petróleo no está asociado al agotamiento geológico del mineral sino a la sustitución del mismo por otra fuente energética, cuyos costos lleguen a ser inferiores a los de la porción energética equivalente en barriles de petróleo. En esta carrera ascendente de precios, a través de la desinversión y restricción de la producción, es probable que en la OPEP estemos actuando como nuestros propios verdugos, en el mediano y largo plazo. Hay que resaltar que, en el caso particular de nuestro país, no se pone en duda que el incremento en los precios del petróleo en la última década ha servido al gobierno nacional para fortalecer los planes y acciones sociales, la mejora de la calidad de vida de los sectores más empobrecidos de la población y fortalecer cierta inversión necesaria en infraestructura. Sin embargo, debemos tener presente que esta política de precios no está completa en sí misma, debe ir acompañada de un plan de migración económica a otros sectores y/o fuentes de energía, energías renovables abundantes y de fácil acceso en Venezuela que, además, son la única vía para mantener el desarrollo humano y la civilización democrática, social, soberana y multipolar en el largo plazo.
En otro contexto, no menos importante, hay que incluir en el debate la contradicción antagónica que implica mantener esta política petrolera en el largo plazo (sin definir un rumbo claro y concreto de modificación de la matriz energética venezolana) al mismo tiempo que conocemos y pregonamos la necesidad de un nuevo mundo alternativo posible y sostenible para toda la humanidad. En los últimos tiempos, se han observado importantes cambios en el sistema climático del planeta (fundamentalmente un incremento en la temperatura media) que han despertado voces de alarma en el sector científico mundial. Estos cambios se deben a una modificación artificial de la composición de la atmósfera debida a los gases de combustión de los hidrocarburos utilizados por la humanidad para generación eléctrica, transporte e industrias. Son los llamados gases de efecto invernadero: el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O) y el ozono (O3) que derivan fundamentalmente de los derivados del petróleo, petróleo del que vive y se alimenta nuestra economía nacional. Me parece urgente asumir que esta situación hay que revertirla, hay que ser honestos y transparentes en una migración decidida de nuestro país hacia un modelo basado en energías renovables y amigables con el medio ambiente.
Claves para la industrialización energética renovable en Venezuela
El 12 de Octubre del año 2.011, delante de habitantes de tres poblados de la etnia wayuu de la Alta Guajira venezolana: Poloos, Iramacira y Taparo, en una visita del Ministro del Poder Popular para la Energía Eléctrica de entonces, Alí Rodriguez Araque, se declaró que “La Guajira está llamada a ser el ‘Guri eólico’ del país, pues así como tenemos uno hidráulico, lo tendremos de una Guajira fotovoltaica y eólica donde abundan el sol y vientos estables en velocidad y dirección”. Ciertamente, el viento en la Guajira venezolana tiene una clara dirección predominante y una velocidad promedio de entre 9 y 10 m/s con una distribución de densidad de probabilidades de Weibull con un factor de forma de 3. De acuerdo al Laboratorio Nacional de Energías Renovables de los Estados Unidos de Norteamérica (NREL), esta velocidad de viento permite clasificar a la zona como de clase 7 (es la máxima clasificación en la escala) lo que implica una producción máxima de potencia para casi cualquier aerogenerador que se instale en la zona. Un potencial similar se puede conseguir en diversas locaciones a lo largo de la costa de los estados Zulia y Falcón, pudiéndose instalar capacidades de hasta 10 mil MW (la demanda actual del sistema eléctrico nacional es de alrededor de 18 mil MW). En cuanto a la energía solar el potencial en la misma zona es igualmente importante, permitiendo instalar sistemas aislados de generación independiente de energía en localidades, comercios y hogares particulares. Sin embargo, en el desarrollo de energías renovables en nuestro país, considerando este potencial, se puede avanzar mucho más allá impulsando la tecnología solar termoeléctrica, solar de concentración y parques eólicos marinos (aerogeneradores instalados en las aguas del golfo de Venezuela).
Países que han apostado al desarrollo de energías renovables, como España, dan cuenta de más de 100 parques de desarrollo industrial asociados al Sector Eólico. La fabricación de aerogeneradores y las empresas de suministro de componentes, así como las empresas dedicadas a las actividades de operación y mantenimiento, que surgieron en paralelo al crecimiento de la energía eólica en ese país, han sido impulso al sector tecnológico y una importante fuente de empleo en ese país (antes de la crisis económica global de 2008/2009). Emplear el ingreso petrolero elevado que puede sostener nuestro país en un corto plazo, para migrar hacia una diversificación en las fuentes energéticas primarias del país, incluyendo una importante porción de renovables (eólica y solar) implicaría también dar un impulso al sector tecnológico nacional de desarrollo y servicios, ingeniería y construcción que permitiría construir un tejido empresarial energético sostenible y medioambientalmente amigable. Una industrialización nacional basada en la transformación de la matriz energética hacia un modelo ambientalmente sostenible no solo es cónsono con la política de impulso a un nuevo mundo posible, más humanista y sostenible sino que también impulsaría el desarrollo industrial nacional y ahorraría combustibles para la exportación, incrementando el ingreso en divisas al país que podrían ser igualmente reinvertidas en energías renovables. Venezuela tiene todas las posibilidades de convertirse en una nueva potencia energética, no solamente por su petróleo sino por su desarrollo energético renovable.
Mantener una política de precios elevados del petróleo sin llevar paralelamente una migración auto-financiada hacia una nueva matriz energética sostenible en el largo plazo es muy peligroso para la continuidad y permanencia de la república. Un ejemplo de de ellos, es el cambio tecnológico inducido por los precios en el sector transporte de EE.UU. donde la eficiencia en el uso del combustible mejoró de 14,3 millas por galón en 1978, hasta 20,2 millas por galón en 1990, es decir un 2,9% anual de mejora en el rendimiento (ahorro y menor consumo de gasolina importada, por ejemplo, de Venezuela), lo que sucedió como consecuencia del incremento en los precios del combustible observados desde 1973 hasta 1981. Esta situación está vigente en la actualidad y debemos avanzar en re-invertir en capacidad energética alternativa, verde y sostenible una fracción importante de nuestros ingresos petroleros.
En la lucha por un mundo más solidario, más humano, sostenible y amigable con el medio ambiente las energías renovables son un factor indispensable. La explotación petrolera acarrea en si misma la acumulación intensiva de capital en pocas empresas y el fortalecimiento del aparato militar-industrial que mantiene un cerco a la democracia y derecho a disentir de los pueblos del mundo. En un nuevo mundo posible, la energía podría llegar a ser gratuita, racionalmente utilizada y no contaminante, y eso solo es posible con las energías renovables, la energía nuclear de fusión, la acumulación en hidrógeno, entre muchas otras tecnologías. Dando un paso a la vez, en nuestro país debemos avanzar en lo que naturaleza nos ha facilitado en nuestro propio territorio: fuertes vientos e intenso sol y petróleo para financiar la transformación energética de nuestra república.