Superar el rentismo y construir un nuevo modelo productivo, han sido metas o simplemente horizontes, de todos los planes nacionales que hemos tenido los venezolanos. Y no hablo solamente de los últimos 14 años. Es tan vago el objetivo que lo han mencionado, desde un positivista posgomecista como Uslar Pietri, inventor de esa frase tan manoseada “sembrar el petróleo”, hasta el presunto gurú de las políticas económicas del chavismo, Jorge Giordani. Este último llegó a acuñar la expresión de “socialismo petrolero” como una fase del proceso chavista que debía superarse algún día, con el socialismo “productivo”.
En la década de los sesenta se habló de la “cultura del petróleo” que según el análisis del profesor Quintero, consistía fundamentalmente en consumismo. También algunos economistas mencionaron la “enfermedad holandesa” o saudita, que consistía en la tendencia a reducir toda la economía de un país a la importación, la fulana “enfermedad” es la incapacidad estructural de producir todo lo que consume. De modo que existe desde hace mucho la conciencia de que la dependencia del petróleo de nuestra economía tiene consecuencias estructurales en la cultura nacional, en la “manera de ser” del venezolano, y que ésta, a su vez, refuerza las deformidades de nuestra estructura económica.
Hay una serie de autores que no pueden faltar a la hora de estudiar el fenómeno: Asdrúbal Baptista, Bernard Mommer, Diego Bautista Urbaneja, Francisco Mieres, Alí Rodríguez, J. P. Pérez Alfonso, Domingo Alberto Rangel, entre otros. Todos ellos han profundizado en el conocimiento y la crítica de nuestro capitalismo rentístico. Sería bueno retomar su estudio porque quizás allí está la clave para salir del atolladero en la que está la nación. Sólo sufrimos sus consecuencias más superficiales con la inflación, el desabastecimiento, esa sed de dólares de toda nuestra economía y demás efectos colaterales. Pero la cosa es mucho más profunda y compleja.
La sola definición de la renta petrolera puede ser motivo de grandes discusiones. La renta no es un concepto jurídico, de derecho tributario, como cuando se dice “impuesto sobre la renta”. De todo lo leído, me quedo con aquellas explicaciones que recogen de Marx la idea de que la renta es la parte del excedente económico que cobra el propietario del territorio, de su subsuelo o del recurso natural en cuestión, diferente de la ganancia, que es la parte del capitalista industrial como retribución por su inversión, y del salario, que sería la parte del trabajo.
En Venezuela, por una tradición jurídica que se remonta a la Colonia, el estado es el propietario del subsuelo, y por ello ha de cobrar su parte cuando el capitalista invierte para explotar sus riquezas. Esto es lo que se llama la renta petrolera. La manera cómo el propietario-estado organizó la explotación por parte del capitalista (es decir, las grandes compañías extranjeras a través de concesiones, contratos, etc.) y como se cobró esto (impuesto, regalías, etc.) es el objeto de una historia que debiéramos conocer todos los venezolanos, supuestos propietarios del subsuelo.
La deformación estructural se nota cuando se advierte que esa renta, que percibe el estado en divisas, es mucho mayor que cualquier otra recaudación originada en cualquier otra actividad económica, especialmente si se dirige a la exportación, que es mínima. Se trata de una rentabilidad excepcional de la industria petrolera, producto de la actividad de una cantidad exigua de trabajadores. Dicho de otra manera, el país dispone de una riqueza, “producida” por sólo decenas de miles de personas, con la cual puede importar los bienes que consumen dos decenas y pico de millones de ciudadanos. Esto crea una gran dependencia respecto de la explotación del recurso. Pero igualmente una propensión parasitaria del resto de la economía del país, que no necesita ser rentable para existir. Es por esto que el concepto de “lucha de clases” en Venezuela no funciona como en cualquier otra parte del mundo capitalista. Aquí la lucha de intereses entre clases, grupos, categorías sociales en general, se da por su cuota de renta.
Este el centro de cualquier reflexión acerca de la economía venezolana. De allí se derivan todos los problemas estructurales en última instancia. Nuestro drama se resume en que estamos empeñados en una lucha histórica por dejar de ser parásitos.