Al rescate y purificación de los Consejos Comunales

Las comunas socialistas son las células fundamentales del mundo nuevo

La Revolución se encuentra en un momento crítico. Las Comunas, células fundamentales de la Venezuela Socialista y Comunal, se encuentran en muchos casos desorientadas, desalentadas y paralizadas, debido a un marcado burocratismo presente en los Consejos Comunales por vía de muchos de sus voceros y voceras infestados hasta el tuétano por la vieja cultura clientelar capitalista tan bien inoculada por la práctica adeco-copeyana.

Una tendencia –si se quiere natural- a elegir el camino más fácil y expedito ha permitido que se coloque la carreta delante de los bueyes. Trabajar con los voceros y voceras de los Consejos Comunales reduce y simplifica enormemente la actividad pero obvia lo esencial. El Consejo Comunal es el primer eslabón de Poder Constituido, originado y al servicio –como todo poder constituido- del Poder Originario encarnado en la Asamblea Comunal, en la Comuna como un todo y en su conjunto.

Tanto para las comunidades como para los funcionarios del estado, organizar un Consejo Comunal les resulta relativamente sencillo. La Ley de Consejos Comunales señala, ordena y facilita grandemente este paso organizacional. Lo que resulta inevitable es que el Consejo Comunal tenga en su esencia los mismos valores y antivalores presentes en la aún inexistente Comuna. Como consecuencia se tiene de esta manera un Consejo Comunal sin Comuna Socialista, y por tanto, podríamos tener en las manos una reedición de los vicios y defectos de una sociedad fragmentada, sin objetivos, sin pasión comunal y –peor aún- fácil juguete en manos de los eternos enemigos del Socialismo Perdido.

No nos hemos dado a la tarea heroica de fundar Comunas Socialistas desde sus esencias. ¡Claro! Hacerlo es con mucho más sacrificado y demanda auténtica coherencia de parte del “liderazgo”. De haberlo hecho, veríamos como esos Consejos Comunales estarían siendo voceros del cuerpo originario que los fundamenta y no de ellos mismos o de sus “contactos” en el Gobierno. No tendríamos –como tenemos- voceros y voceras de Consejos Comunales haciendo negocios, pactando con representantes del Poder Constituido y en muchos casos, “chupando” recursos en abierta complicidad con factores contrarrevolucionarios, olvidándose o manipulando en sus comunidades con las necesidades materiales de estas. Son dolorosas y relativamente comunes afirmaciones como estas: “pa’que bajen los recursos la cosa es conmigo”, “yo tengo el contacto, es conmigo o no hay recursos”, etc., etc., denunciado por angustiados miembros de futuras Comunas en encuentros con ellos y ellas.

Aunque resulte de suyo infinitamente más duro y trabajoso hay que accionar –sin visitas esporádicas o citas en las oficinas de los burócratas- con las familias que conformarán la Comuna. Hay que hacerlo con pasión revolucionaria, con entrega, con sacrificio, con amor del bueno o conformarnos con la derrota del Socialismo en sus esencias. Hay que estar junto al pueblo allí donde sufren y palpitan sus problemas. Hay que añadir a los encuentros con Consejos Comunales, los foros o talleres –estupendos y necesarios- la convivencia solidaria, profunda, dactilar, entrañable y cercana. Hay que estar allí, junto al pueblo.

La Venezuela Comunal, esa Venezuela igualitaria, solidaria, amorosa, justa, sin manipuladores ni manipulados, con irrefragable predilección por los más débiles, esa Venezuela Socialista sólo se podrá edificar a partir de la experiencia comunal más radical y profundamente humanista. Los cuerpos más complejos se originan en diminutas células. La información presente en esas células determinará la naturaleza del cuerpo. En la construcción de Comunas radicalmente socialistas nos jugamos la Revolución y con ella todos los sueños de amor, igualdad y justicia acariciados por siglos.

Las Comunas Socialistas son el ladrillo fundamental del edificio socialista. Eso lo saben muy bien los enemigos –abiertos o solapados- de la Venezuela Comunal. Lo saben tan bien que no debe extrañarnos que la construcción de Comunas auténticamente socialistas tenga tantos enemigos. Tanto los clásicos enemigos burgueses como un buen número de “revolucionarios” a lo interno, saben que en las Comunas se escribe su certificado de defunción, lo saben, y hacen lo posible y lo imposible por torpedear desde su nacimiento la gestación de la semilla comunal, pervirtiéndola, falsificándola, envenenándola con los viejos vicios del individualismo y el egoísmo, impidiendo al fin su desarrollo armónico y radical. A la Revolución Bolivariana, y con ella a la humanidad, le va la vida (nos va la vida) en el parto Comunal. Parimos bien o moriremos en el intento.

Habiendo visto, vivido y sentido de cerca el poder intensamente revolucionario de la Comuna Popular, debemos concluir que en ella se encuentran latentes todas las fuerzas maravillosas del ser humano, toda esa magnífica capacidad de amar, toda esa milagrosa solidaridad y entrega al hermano y la hermana, al prójimo, pero también una natural vulnerabilidad a los antivalores del egoísmo largamente aprendidos que se manifiestan en una cotidianidad fuertemente condicionada por el aparato de propaganda capitalista.

Preocupa la fragmentación que poco o nada tiene que ver con una sana pluralidad de ideas sino con el egoísmo. En los Consejos Comunales –afortunadamente no en todos- junto a las más hermosas manifestaciones de amor y conciencia del deber social se encuentran los antivalores propios del sistema capitalista que pretendemos superar: la vanidad, la soberbia, el oportunismo personalista, el afán de figuración por encima del interés comunitario, la tendencia a repetir prácticas de apropiación privada de incipientes medios de producción social, etc., etc. Esos retoños de la mala yerba tienen que ser combatidos con profundas dosis de coherencia, de humildad, de entrega y ejemplo por parte del funcionariado que debe asumir su rol como cuadro misionero en la batalla más grande que haya librado el ser humano jamás.

Cada día, a cada momento, ante cada tarea Comunal, el grupo tiene que discernir y profundizar en sus razones, sus causas y las consecuencias de sus acciones. Ser miembro de una Comuna Socialista no consiste sólo en conocer las leyes, la doctrina o los principios que la alientan, ser Comunero o Comunera significa fundamentalmente la vocación irrenunciable de vivir los valores de la igualdad, la justicia y el amor, con el alma, con el corazón y la mente, despojados de vanidad, de orgullo, de egoísmo y de cualquier forma de injusticia. Es en esto, especialmente en esto, donde se verifica y confirma la lealtad a la Revolución Socialista. Adhesión inmanente a una profunda espiritualidad comunal es la raíz de todas las exigencias revolucionarias. Una adhesión práctica y sencilla, una adhesión cotidiana y natural a unos valores que muchas veces nos exigirán renuncia y sacrificio.

¡HACIA UNA VENEZUELA COMUNAL!

¡PATRIA Y SOCIALISMO… O MUERTE!

¡CHÁVEZ ES SOCIALISMO!

¡¡¡VENCEREMOS!!!


martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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