PSUV: ¿Partido de Gobierno o Partido Revolucionario?

PSUV: Partido de Gobierno o Partido Revolucionario?

Las recientes protestas en Naguanagua (Edo. Carabobo) debido al racionamiento de agua y electricidad, pude constatar como sectores humildes salieron a la calle cansados por más de dos días sin electricidad e innumerable tiempo con agua racionada y de mala calidad. Durante estas protestas no vi presencia, acción ni declaración de los dirigentes locales y regionales del PSUV, como tampoco de la burocracia gerencial de las empresas de agua y electricidad. Le pregunté a un conocido cuadro del partido por esta carencia, y me respondió: “no podemos acompañar protestas porque somos partido gobierno”. Esta frase, inoculada en millones de militantes, me hizo reflexionar sobre el papel del instrumento político llamado “partido”.

El PSUV devino en un partido aluvional, creado por decreto. Nadie niega que una gran cantidad de militantes son quienes constituían sub –grupos de poder en los partidos de derecha, que por razones no precisamente ideológicas no lograron alcanzar prebendas y ahora desde el PSUV necesitan conquistarlas.

Conozco infinidad de personas que solo están inscritos para que se les tome en cuenta en un cargo o un empleo. Los jerarcas que mal dirigen algunas empresas básicas, de alimentación y otros que están al frente de ministerios y entes públicos, políticamente desvinculados, limitándose a vociferar una jerga panfletaria y la consabida gorra y camisa roja. Quienes desde dentro del PSUV, que sí los hay, tienen una visión del partido como instrumento para alcanzar el socialismo, deben mirar con cuidado esta situación. Deben, también, ver la experiencia de otros partidos. El partido comunista chino, por ejemplo, tiene entre sus filas connotados billonarios, muchos de ellos especuladores del mercado inmobiliario, dueños de esos cementerios que son las minas de carbón, y grupos que dominan sectores estratégicos. Esa degeneración política comenzó con el advenimiento de sectores despolitizados, que a la caída de Mao, se incrustaron en el partido estableciendo redes mafiosas sin posibilidad de retorno. Comenzó, igualmente, en la desatención del partido por los problemas sociales y por la desvinculación orgánica con los humildes.

El PSUV nos duele, incluso a quien como yo no milita en él. Pero todo lo que tenga que ver con desconfigurar, desnaturalizar y desatender las tareas prioritarias del periodo revolucionario que vivimos, nos afecta. Aquellos que solo practican la militancia como puente al enriquecimiento, la vida fácil y el empleo seguro, no hacen otra cosa que caminar hacia el pasado y cual mujer de Lot, mirar para atrás. Es bueno recordar que la caída de este proceso, sin contar la persecución y muerte, nos costaría un tiempo histórico de por los menos 50 años. Es urgente, entonces, mirar y enfrentar las carencias, las desviaciones. Reiteradas voces que claman por la consolidación, previa depuración de un partido revolucionario, son desoídas. Y son, precisamente omitidas porque muchos que tienen la respuesta gozan de posiciones acomodaticias. Afortunadamente el máximo líder tiene, a mi juicio, una visión clara sobre el papel del partido. Pero el máximo líder no es la totalidad del partido. Retomar (más bien caracterizar) el perfil revolucionario del partido es una misión impostergable, urgente y prioritaria, so pena de convertirlo en anquilosado, burocrático y corrupto, elementos propios de los partidos de derecha. Entendemos que un partido de masas, como lo es el PSUV, tiene grandes riesgos, pues llegan a el personas, individuos, cargados de pragmatismo, infectados de capitalismo, pero de su seno, inherente a sí mismo, debe tener plena vigencia y vitalidad los mecanismos de asepsia que impidan su transmutación.

El que vivimos en Venezuela es un proceso plagado de contradicciones, coqueteando muchas veces con el reformismo, y a pesar de ello, con flancos de oposicionismo a ultranza nacional e internacional. Las condiciones como surgió nuestro proceso (que debe ser materia de otro artículo) lo hacen sumamente vulnerable. Por ello, creemos que el partido no puede ser un elemento más de vulnerabilidad. Todo lo contrario, el partido tiene que ser el gran motivador, que asuma la lucha de la gente, en los barrios, como suya propia, denunciando las razones estructurales y coyunturales de la falta de servicios públicos de calidad, no actuar conteniendo sino encauzando la protesta social, tener presencia plena y permanente en el escenario político de masas; dejar atrás, solo en el momento determinado, la condición de maquinaria política, que no ve personas, sino votos. En definitiva, un partido no puede en un mal ejercicio de metamorfosis, cargar y ser voceros de la mala gerencia política, de la pésima gerencia en los servicios. Ese sería un simple partido de gobierno. Un partido revolucionario denuncia el burocratismo, y ello le sirve en avanzada hacia el mejoramiento de la calidad de vida-


jrperezca@hotmail.com


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